“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.” Mc.1:35
“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lc.6:12)
“Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba.” (Lc.22:41)
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Las citas bíblicas que preceden, responden directamente a la pregunta de cómo orar.
El ejemplo lo da Jesús mismo, con sus palabras y con su acción.
Lo primero que se destaca es que la oración es un acto privado.
Para orar tenemos que tener la disposición anímica de hacerlo. Y para eso, tenemos que buscar el momento oportuno. Cuando los chicos no están y no nos demandan. Cuando somos capaces de no ver televisión (¡para lo que hay que ver!) y queremos aprovechar el tiempo –esa magnitud preciosa que se nos escapa de las manos como el agua— en algo fecundo, provechoso, válido.
Una vez que hemos decidido que vamos a orar, debemos buscar el lugar apropiado para hacerlo. Y lo fundamental es que ha de ser un lugar solitario, donde nadie nos perturbe, interrumpa o moleste.
Si es en una casa, habremos de irnos a una habitación, cerraremos la puerta, y allí nos dispondremos a orar.
Para tener la quietud necesaria, debemos olvidarnos del reloj, no debemos tener con nosotros un teléfono celular y si no, tendremos que apagarlo.
Pero más conveniente aún, es que estemos físicamente confortables, y para ello nos desprenderemos de toda ropa que nos aprete o ajuste. Debemos soltar nuestro cuerpo.
Adoptemos luego la posición que nos resulte más cómoda, cerremos nuestos ojos, y oremos.
No hay tiempo para la oración. El texto de Lucas 6:12, nos dice que Jesús se fue a un monte, y pasó la noche orando.
Está claro que no siempre tiene que ser una habitación cerrada, puede ser un lugar al aire libre, en un monte, --los lugares altos son los preferidos para la oración— o en un jardín, en medio de un parque, una playa, un bosque, pero siempre apartándose. La soledad es fundamental.
Y Jesus oró toda la noche. Efectivamente, la oración no tiene horario, ni hay tiempo para la oración.
Puede hacerse de mañana al despertar, puede hacerse de noche antes de ir a dormir, pero cualquier momento del día es pertienente.
Por otro lado, como dije, hay que dejar el reloj afuera. No se trata de decir “cinco minutos diarios de oración”, o quince, o media hora. Se trata de perder por completo la preocupación y hasta la noción del tiempo.
Cuando nos entregamos a la práctica de la oración, trascendemos el tiempo, entramos en el reino del contacto con lo Eterno y por tanto el tiempo que pasemos orando será el tiempo mejor aprovechado de nuestras vidas.
La oración no es como una lista de cosas que llevamos al supermercado. La oración es un diálogo con el Ser en Sí, y por tanto, decimos lo nuestro, y estamos receptivos a lo que Dios tiene para decirnos. No escucharemos tal vez palabras con nuestros oídos, pero el Ser en Sí nos hablará a nuestro espíritu, y de pronto nos vendrá una idea clara, un mensaje, una directiva, que habremos de seguir. O habrá silencio…y deberemos seguir orando otro día, y esperar, esperar con fe, porque la respuesta puede no darse en nuestro espíritu o en nuestra mente, ¡sino en los hechos mismos! Sólo se demanda de nosotros que estemos atentos a esos hechos cuando ocurren para darnos cuenta que el Ser en Sí nos está respondiendo.
Es en parte como lo expresa Jesús: “…y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en publico”.
Orar demanda de nosotros consecuencia, perseverancia, y concentración. Mucha concentración.
Ayudas para la oración. ¿Es posible encontrar elementos que nos ayuden más a orar, que nos ayuden más a “sintonizar” con el Padre, con Dios, con el Ser en Sí, con la Divinidad, con el Gran Espíritu?
Sí. Y no debemos ir a buscarlos fuera del contexto bíblico.
Un elemento son las velas, o cirios.
En un lugar cerrado, oscuro, encendamos simplemente una vela, o un cirio.
Si produce un aroma agradable, tanto mejor.
Adoptando una posición cómoda concentremos nuestra mirada en la luz de ese cirio, y dejemos que se desdibuje hasta borrarse todo el entorno, para ver sólo esa luz. Internalicémosla….
Si se trata de una vela, podemos complementar el aroma del ambiente utilizando incienso.
Nuestra intimidad con el Ser en Sí, tiene pues que ser un momento de reposo, de calma.
El silencio que necesitamos es el silencio del mundo, que nada ni nadie nos perturbe ni interrumpa.
Pero (otro elemento bíblico) es la música. Hay música inspirada, preferentemente sólo instrumental, que puede ayudarnos muy bien a lograr un estado de ánimo superior, en el cual sentimos el gozo y la dicha de poder estar orando.
Hoy día es facil prepararse un CD con música especialmente seleccionada, y grabarla de tal manera que dure por horas, incluso editada previamente para que no se produzca un bache de silencio entre una y otra interpretación, o puede ser la misma repetida muchas veces pero sin interrupción.
Movimiento y respiración. La oración puede ser acompañada de un movimiento de balanceo hacia adelante y hacia atrás, lento, siguiendo por ejemplo la cadencia de una música.
Otro elemento importante en la oración es la respiración. Unamos a nuestros motivos de oración, que pronunciamos con palabras o en nuestra mente, una respiración acompasada por cada uno de ellos: inhalación, exhalación.
El Padrenuestro en ese sentido es un ejemplo perfecto de oración que puede acompasarse con un ejercicio respiratorio, donde incementamos la energia en nuestro cuerpo.
Ayuno. Así como no hacemos ejercicio físico luego de comer, pues no es conveniente para nuestro cuerpo y hasta puede ocasionarnos gran daño, tampoco es adecuado orar luego de comer.
Cuanto más livianos estemos mejor. Por eso, es antigua la práctica del ayuno.
Oremos con el estómago vacío, sea porque pasaron muchas horas de nuestra última comida, o sea porque hemos decidido como parte de nuestra mejor preparación, hacer ayuno previo.
Amigas, amigos: esto es orar con mayúscula. Esto es la gran oración.
Es cierto que durante el día podemos hacer “oracioncitas”, en cualquier lugar, en cualuquier lado, compartidas con otros o en solitario.
Pero esta es la práctica individual, privada, de la gran oración, si así le podemos llamar.
Y es bueno –si ello es posible— tener un lugar en el hogar destinado a la exclusiva práctica de la oración. Un rincón solitario, apartado, diferente, al que podemos preparar, ambientar, para que al ir allí, sintamos ya por el mero hecho de estar, que estamos en “terreno sagrado”, que hemos consagrado ese lugar para esa actividad y ninguna otra. Es un ideal algo dificil de lograr, pero es posible si nos lo proponemos.
Espero estas sugerencias les sean realmente útiles, y ¡que puedan orar a lo grande!
Cuéntenme después, qué ha pasado, qué les ha ocurrido, qué resultados han ido teniendo de esa práctica concentrada, intensa, a veces hasta agotadora, de la gran oración.
Ah, y en la oración sí está permitido reir de gozo, y alzar las manos en gratitud, o arrodillarse y tocar el suelo con la cabeza, o llorar cuanto sea necesario. Por eso, la oración exige apartamiento, intimidad, privacidad.
Recuerda: es algo sólo entre tú y Dios.
enigma
El ejemplo lo da Jesús mismo, con sus palabras y con su acción.
Lo primero que se destaca es que la oración es un acto privado.
Para orar tenemos que tener la disposición anímica de hacerlo. Y para eso, tenemos que buscar el momento oportuno. Cuando los chicos no están y no nos demandan. Cuando somos capaces de no ver televisión (¡para lo que hay que ver!) y queremos aprovechar el tiempo –esa magnitud preciosa que se nos escapa de las manos como el agua— en algo fecundo, provechoso, válido.
Una vez que hemos decidido que vamos a orar, debemos buscar el lugar apropiado para hacerlo. Y lo fundamental es que ha de ser un lugar solitario, donde nadie nos perturbe, interrumpa o moleste.
Si es en una casa, habremos de irnos a una habitación, cerraremos la puerta, y allí nos dispondremos a orar.
Para tener la quietud necesaria, debemos olvidarnos del reloj, no debemos tener con nosotros un teléfono celular y si no, tendremos que apagarlo.
Pero más conveniente aún, es que estemos físicamente confortables, y para ello nos desprenderemos de toda ropa que nos aprete o ajuste. Debemos soltar nuestro cuerpo.
Adoptemos luego la posición que nos resulte más cómoda, cerremos nuestos ojos, y oremos.
No hay tiempo para la oración. El texto de Lucas 6:12, nos dice que Jesús se fue a un monte, y pasó la noche orando.
Está claro que no siempre tiene que ser una habitación cerrada, puede ser un lugar al aire libre, en un monte, --los lugares altos son los preferidos para la oración— o en un jardín, en medio de un parque, una playa, un bosque, pero siempre apartándose. La soledad es fundamental.
Y Jesus oró toda la noche. Efectivamente, la oración no tiene horario, ni hay tiempo para la oración.
Puede hacerse de mañana al despertar, puede hacerse de noche antes de ir a dormir, pero cualquier momento del día es pertienente.
Por otro lado, como dije, hay que dejar el reloj afuera. No se trata de decir “cinco minutos diarios de oración”, o quince, o media hora. Se trata de perder por completo la preocupación y hasta la noción del tiempo.
Cuando nos entregamos a la práctica de la oración, trascendemos el tiempo, entramos en el reino del contacto con lo Eterno y por tanto el tiempo que pasemos orando será el tiempo mejor aprovechado de nuestras vidas.
La oración no es como una lista de cosas que llevamos al supermercado. La oración es un diálogo con el Ser en Sí, y por tanto, decimos lo nuestro, y estamos receptivos a lo que Dios tiene para decirnos. No escucharemos tal vez palabras con nuestros oídos, pero el Ser en Sí nos hablará a nuestro espíritu, y de pronto nos vendrá una idea clara, un mensaje, una directiva, que habremos de seguir. O habrá silencio…y deberemos seguir orando otro día, y esperar, esperar con fe, porque la respuesta puede no darse en nuestro espíritu o en nuestra mente, ¡sino en los hechos mismos! Sólo se demanda de nosotros que estemos atentos a esos hechos cuando ocurren para darnos cuenta que el Ser en Sí nos está respondiendo.
Es en parte como lo expresa Jesús: “…y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en publico”.
Orar demanda de nosotros consecuencia, perseverancia, y concentración. Mucha concentración.
Ayudas para la oración. ¿Es posible encontrar elementos que nos ayuden más a orar, que nos ayuden más a “sintonizar” con el Padre, con Dios, con el Ser en Sí, con la Divinidad, con el Gran Espíritu?
Sí. Y no debemos ir a buscarlos fuera del contexto bíblico.
Un elemento son las velas, o cirios.
En un lugar cerrado, oscuro, encendamos simplemente una vela, o un cirio.
Si produce un aroma agradable, tanto mejor.
Adoptando una posición cómoda concentremos nuestra mirada en la luz de ese cirio, y dejemos que se desdibuje hasta borrarse todo el entorno, para ver sólo esa luz. Internalicémosla….
Si se trata de una vela, podemos complementar el aroma del ambiente utilizando incienso.
Nuestra intimidad con el Ser en Sí, tiene pues que ser un momento de reposo, de calma.
El silencio que necesitamos es el silencio del mundo, que nada ni nadie nos perturbe ni interrumpa.
Pero (otro elemento bíblico) es la música. Hay música inspirada, preferentemente sólo instrumental, que puede ayudarnos muy bien a lograr un estado de ánimo superior, en el cual sentimos el gozo y la dicha de poder estar orando.
Hoy día es facil prepararse un CD con música especialmente seleccionada, y grabarla de tal manera que dure por horas, incluso editada previamente para que no se produzca un bache de silencio entre una y otra interpretación, o puede ser la misma repetida muchas veces pero sin interrupción.
Movimiento y respiración. La oración puede ser acompañada de un movimiento de balanceo hacia adelante y hacia atrás, lento, siguiendo por ejemplo la cadencia de una música.
Otro elemento importante en la oración es la respiración. Unamos a nuestros motivos de oración, que pronunciamos con palabras o en nuestra mente, una respiración acompasada por cada uno de ellos: inhalación, exhalación.
El Padrenuestro en ese sentido es un ejemplo perfecto de oración que puede acompasarse con un ejercicio respiratorio, donde incementamos la energia en nuestro cuerpo.
Ayuno. Así como no hacemos ejercicio físico luego de comer, pues no es conveniente para nuestro cuerpo y hasta puede ocasionarnos gran daño, tampoco es adecuado orar luego de comer.
Cuanto más livianos estemos mejor. Por eso, es antigua la práctica del ayuno.
Oremos con el estómago vacío, sea porque pasaron muchas horas de nuestra última comida, o sea porque hemos decidido como parte de nuestra mejor preparación, hacer ayuno previo.
Amigas, amigos: esto es orar con mayúscula. Esto es la gran oración.
Es cierto que durante el día podemos hacer “oracioncitas”, en cualquier lugar, en cualuquier lado, compartidas con otros o en solitario.
Pero esta es la práctica individual, privada, de la gran oración, si así le podemos llamar.
Y es bueno –si ello es posible— tener un lugar en el hogar destinado a la exclusiva práctica de la oración. Un rincón solitario, apartado, diferente, al que podemos preparar, ambientar, para que al ir allí, sintamos ya por el mero hecho de estar, que estamos en “terreno sagrado”, que hemos consagrado ese lugar para esa actividad y ninguna otra. Es un ideal algo dificil de lograr, pero es posible si nos lo proponemos.
Espero estas sugerencias les sean realmente útiles, y ¡que puedan orar a lo grande!
Cuéntenme después, qué ha pasado, qué les ha ocurrido, qué resultados han ido teniendo de esa práctica concentrada, intensa, a veces hasta agotadora, de la gran oración.
Ah, y en la oración sí está permitido reir de gozo, y alzar las manos en gratitud, o arrodillarse y tocar el suelo con la cabeza, o llorar cuanto sea necesario. Por eso, la oración exige apartamiento, intimidad, privacidad.
Recuerda: es algo sólo entre tú y Dios.
enigma
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