A mi padre siempre lo extraño.
Porque fue confidente, gran amigo, guía, interlocutor válido, y ejemplo acrisolado de honestidad personal.
Mi padre era batllista de “Don Pepe”, o sea de don José Batlle y Ordóñez, a quien recordaba haber visto y escuchado personalmente en la sala de convenciones del Partido Colorado Batllismo.
Luchó contra la dictadura de Gabriel Terra, y por poco no cayó preso entonces, mientras la inmolación de Baltasar Brum, era la semilla fértil de una sangre no derramada en vano, que se hizo carne en aquella maravillosa juventud del Uruguay de entonces.
Desde su sencillo puesto de lucha como dirigente partidario seccional, en la 12va. Sección de Montevideo, ayudó a otros a llegar a la diputación. Nunca quiso ni pidió nada para si. Les hacía los discursos. Él se reservaba un humilde lugar tras bambalinas.
Cuando se empleó en ANCAP, en la época del racionamiento, durante la 2da. Guerra Mundial, llegó luego a ser dirigente sindical, y encarnó en cierta medida, la lucha por el horario contínuo, enfrentando entonces a un correligionario, el Ing. Juan P. Fabini que a la sazón era presidente de ANCAP:
En determinado momento de la lucha gremial, fue llamado por el entonces presidente de la República, Don Luis Batlle Berres.
Para cualquiera hubiese sido una oportunidad única de saltar a la palestra nacional, como un auténtico líder, reconocido hasta por el propio primer mandatario. La noticia corrió como reguero de pólvora dentro de ANCAP.
Pero mi padre nunca quiso usar de privilegios ni situaciones privilegiadas.
Por su talento, por su contracción al trabajo, con responsabilidad y honradez, llegó a ser Gerente de Personal de ANCAP. Y son muchos los que aún al día de hoy, se recuerdan de cómo les recibió y les atendió en su despacho, buscando solucionarles problemas funcionales.
Por su calidad como funcionario, tuvo el honor de representar a ANCAP en varias reuniones de ARPEL, un organismo regional de las empresas petroleras nacionales latinoamericanas.
Agnóstico de toda su vida, llegó a asumir la fe cristiana, merced a una invitación que una vez le formulé para que fuese a escuchar predicar al Pastor Emilio Castro.
Luego fue un elemento muy activo en la Iglesia Metodista del Uruguay, donde ocupó cargos de máxima dirigencia, al frente de las Industrias de Buena Voluntad en el Cerro, y dentro de la misma iglesia. Participó en reuniones internacionales del movimiento Iglesia y Sociedad (ISAL), cuando se fundó el mismo.
En los prolegómenos de su vida, siempre sirviendo a los demás, presidió la comisión directiva del Edificio Marvic, y allí, saneó las finanzas, ordenó los aspectos administrativos, y mediante innúmeras gestiones personales ante el Banco Hipotecario fue logrando para todos, los beneficios de que la construcción se terminara, de que se instalaran los ascensores, y tantos otros detalles.
Los habitantes del Edificio Marvic, a mi criterio, deberian haber descubierto una placa recordatoria a mi padre por todos los esfuerzos que hizo por ese edificio en el cual viven. Tal vez, algún día, ello ocurra…
Con mi padre solía tener largas charlas, por horas, donde pasábamos revista a la realidad nacional e internacional. A veces nos enfrascábamos en acaloradas discusiones, y otras, en momentos reflexivos, pero siempre con el inmenso cariño que nos teniamos recíprocamente.
Mi padre apretaba la mano fuerte, cuando la daba. Y ¿cómo voy a olvidar sus abrazos intensos, cuando llegaba a su apartamento, cada año, estando viviendo en Estados Unidos?
Se me ocurre pensar, que más de una vez, debe haber escondido lágrimas, para no entristecerme, pero hoy me doy cuenta qué terrible tiene que haber sido para él, cuanto para mi madre, que un hijo se les haya ido a vivir a la Argentina, y el otro, varios años después, a Estados Unidos. Y de tener dos hijos, quedar ancianos y solos…
Mi padre me animó a venir a Estados Unidos, él entendía perfectamente que había razones de vida para hacerlo, y además estaba orgulloso de los progresos de su nieto. Pero tras esa comprensión, tuvo que haber un callado dolor,¡porque la lejanía de los hijos se siente! Lo puedo decir como padre que soy.
Mi padre fue toda su vida un luchador, y un tremendo idealista.
Y creo que en mi dejó para siempre su huella, pues me enseñó a ser hombre.
Con sólo educación escolar, mi padre llegó muy alto, y hubiese podido llegar a cúspides más altas todavía, si no hubiese sido por su idealismo au trance, su humildad, y el no aceptar ciertas reglas de juego que son propias de la política.
Él vivió intensamente la política. Hizo política con mayúscula. Tal vez por eso mismo, rechazó ser un político.
Hoy, en el Día del Padre, evoco su persona con inmensa gratitud.
enigma
No comments:
Post a Comment