A cada acción corresponde una reacción
What goes around comes around.
No, no puede ser, me digo una y mil veces. Y sin embargo, fue…
Porque ya pasó, porque fue “imposible”, porque no puede volver.
Porque tal vez no debió ser nunca.
Un error a dos puntas, una equivocación de proporciones, y sin embargo, sigo preguntándome: ¿por qué tuvo que ser así?, ¿por qué tuve que pasar por eso?, ¿acaso fue una prueba de mi temple, fue un endurecerme en el fuego de una fragua muy especial para salir más fuerte aún?
No lo sé, quizás nunca lo sepa, o lo llegue a saber en algún tiempo.
Lo pasado, pasó.
En su momento tuvo una intensidad como nunca había vivido, soy honesto en reconocerlo.
Y sí, estuvo pletórico de emoción, de vivencias muy únicas que no creo se vuelvan a repetir, y que las recordaré por el resto de mi existencia.
Fue en muy buena medida una experiencia sui generis, exquisita, exclusiva, diferente.
Y lo que queda es un sabor dulce-amargo, porque pudo haber sido sólo miel, pero también hubo hiel.
Y finalmente, cayó un torrente como de nieve, como el temporal que tuviéramos en el invierno aquí en Estados Unidos, un hálito frígido, helado, mató lo que era cálido, tierno, dulce, apasionado….pero erróneo, equivocado, o tal vez, me pregunto, ¿era tal o me pareció?, ¿se equivocaron mi mente y mi corazón?, ¿vivieron un espejismo?
Tal vez…tal vez…me dice mi alma.
El espejismo de lo que pudo ser y no fue.
Porque para ser, se requiere, fuerza, voluntad, tesón, coherencia, y por sobre todo, decisión.
Y cuando ello fue menester, cuando todo parecía conjuntarse y coincidir para hacerlo posible, sobrevino el estrepitoso derrumbe, la calamitosa ausencia, el silencio atroz, la ruptura imprevista, pero posible.
Y quedamos en cero. A placar cerrado.
Se acabó el partido.
Con la cabeza gacha, mustios, los jugadores se retiran de la cancha.
¡Queremos la revancha!, pudo gritar alguien del público. (Era como recordar a Frank Sinatra cantado “Let me try again”, Déjame intentarlo otra vez).
Pero ya no habrá otro partido. Este era el único y fue el definitivo.
El estadio cerró sus puertas.
Momentos de Soledad - Ernesto Cortázar
enigma
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