Saturday, January 11, 2014

CUANDO UN AMIGO SE VA...


Cuando un amigo se va, cuando parte hacia la eternidad, deja un vacío que no lo llena nadie más.

Ese era su lugar existencial, esa era su peripecia humana, su manera y forma de ser y hacer. Únicos, exclusivos, irrepetibles, como lo son de cada uno de nosotros.

Ayer me enteré de la pérdida definitiva de un amigo con el que compartimos muchas horas en actividades que nos eran comunes, con un mismo ahínco e interés, con un mismo propósito, con un mismo sacrificio, también. El sacrificio de la familia, de horas de descanso, de fines de semana o feriados, que dedicamos a una materia que seguimos con una misma pasión.

Nos faltará para siempre su impronta personal, su sonrisa, su sentido fino del humor, su caballerosidad.

Curiosamente, es el único amigo con el que nos tratábamos de “usted”, siendo que él era algunos años mayor que yo. 

Así era su formación, y su calidad humana.

Entre nosotros había una gran consideración mutua y un gran respeto, creo que fundamentalmente debido al nivel intelectual de ambos.

A mi me dolió saber de su partida, ocurrida en julio del año pasado y de la cual recién me vine a enterar.

No me gusta perder amigos/as. Y menos cuando la pérdida es irreparable.

Pero no me gusta perder amigos a ningún nivel. Me duele cuando alguien me deja, se aleja o se va, por malentendidos o discrepancias, muchas de ellas zanjables a poco que hubiese buena voluntad.
Lamentablemente hay personas que se radicalizan, y se ponen obcecadas.  No quieren escuchar razones, ni quieren parecer “débiles”, disponiéndose a disculpar, perdonar, o restablecer relaciones.Hay que dejarlas ir.
 
Así me pasó con una pareja de grandes amigos, casi diría que de hermanos, que viven allá en Florida, Estados Unidos.

Asi me pasó apenas en septiembre pasado, con alguien en México.

No me gusta que esas cosas ocurran. Yo siempre estoy dispuesto a rever lo dicho y hecho, y a ajustar detalles, y a reconstruir vínculos. 

Pero como digo, hay gente que se cierra en sí misma, obcecada, no quiere atender ni entender razones. No inquiere. Ni siquiera se plantea escuchar a la otra parte, a ver qué tiene que decir. Gusta de quedarse con su propia tesitura y sus “razones”.

¿Qué se les va a  hacer?

Es triste porque la pérdida de alguien que falleció, no tiene alternativas. Pero la pérdida de amigos que en cambio siguen habitando este planeta, abre la posibilidad de un reencuentro, el cual es posible si hay apertura de espíritu, y buena voluntad para hacerlo. Si no, el reencuentro es lamentablemente, se transforma en casi imposible.

Hoy me duele la pérdida de este amigo. Una gran persona.

No importa que Uruguay no se haya enterado. No importa que no se le hayan rendido homenajes póstumos públicos, --que bien los hubiera merecido. 

En el recuerdo de quienes tuvimos el privilegio de tratarle, quedará imperecedera la huella de su personalidad.
 enigma
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