Cuando un amigo se
va, cuando parte hacia la eternidad, deja un vacío que no lo llena nadie más.
Ese era su lugar
existencial, esa era su peripecia humana, su manera y forma de ser y hacer.
Únicos, exclusivos, irrepetibles, como lo son de cada uno de nosotros.
Ayer me enteré de la
pérdida definitiva de un amigo con el que compartimos muchas horas en
actividades que nos eran comunes, con un mismo ahínco e interés, con un mismo
propósito, con un mismo sacrificio, también. El sacrificio de la familia, de
horas de descanso, de fines de semana o feriados, que dedicamos a una materia
que seguimos con una misma pasión.
Nos faltará para
siempre su impronta personal, su sonrisa, su sentido fino del humor, su
caballerosidad.
Curiosamente, es el
único amigo con el que nos tratábamos de “usted”, siendo que él era algunos
años mayor que yo.
Así era su formación,
y su calidad humana.
Entre nosotros había
una gran consideración mutua y un gran respeto, creo que fundamentalmente
debido al nivel intelectual de ambos.
A mi me dolió saber
de su partida, ocurrida en julio del año pasado y de la cual recién me vine a
enterar.
No me gusta perder
amigos/as. Y menos cuando la pérdida es irreparable.
Pero no me gusta
perder amigos a ningún nivel. Me duele cuando alguien me deja, se aleja o se
va, por malentendidos o discrepancias, muchas de ellas zanjables a poco que
hubiese buena voluntad.
Lamentablemente hay
personas que se radicalizan, y se ponen obcecadas. No quieren escuchar razones, ni quieren
parecer “débiles”, disponiéndose a disculpar, perdonar, o restablecer
relaciones.Hay que dejarlas ir.
Así me pasó con una
pareja de grandes amigos, casi diría que de hermanos, que viven allá en
Florida, Estados Unidos.
Asi me pasó apenas en
septiembre pasado, con alguien en México.
No me gusta que esas
cosas ocurran. Yo siempre estoy dispuesto a rever lo dicho y hecho, y a ajustar
detalles, y a reconstruir vínculos.
Pero como digo, hay
gente que se cierra en sí misma, obcecada, no quiere atender ni entender razones.
No inquiere. Ni siquiera se plantea escuchar a la otra parte, a ver qué tiene
que decir. Gusta de quedarse con su propia tesitura y sus “razones”.
¿Qué se les va a hacer?
Es triste porque la
pérdida de alguien que falleció, no tiene alternativas. Pero la pérdida de
amigos que en cambio siguen habitando este planeta, abre la posibilidad de un
reencuentro, el cual es posible si hay apertura de espíritu, y buena voluntad
para hacerlo. Si no, el reencuentro es lamentablemente, se transforma en casi
imposible.
Hoy me duele la
pérdida de este amigo. Una gran persona.
No importa que
Uruguay no se haya enterado. No importa que no se le hayan rendido homenajes
póstumos públicos, --que bien los hubiera merecido.
En el recuerdo de
quienes tuvimos el privilegio de tratarle, quedará imperecedera la huella de su
personalidad.
enigma
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