Así se puede leer en la Biblia, en la carta a los Hebreos, capítulo 13, versículo 2.
Hay mucha gente sola en el mundo, en nuestras ciudades, en nuestro vecindario.
Y mostrar hospitalidad, ser hospitalarios, recibir personas, agasajarles, llevarles a conocer lugares que no conocen, a que tengan experiencias que no han tenido, es realmente una actividad que provee enorme dicha a quien la realiza.
He tenido el placer de tener por unos días en mi casa a una querida amiga uruguaya.
Su visita significó no sólo una ruptura de mi soledad desde el fallecimiento de mi esposa, sino que me brindó el justificativo y el impulso para salir a diversos lugares, volverles a ver o descubrirles por vez primera.
Fue una agradable experiencia, aunque breve en el tiempo.
Ahora, regreso a mi rutina, a mi soledad, que por cierto no es mi zona de confort, sino todo lo contrario.
Pero quiero poner énfasis en lo hermoso de la hospitalidad.
Y en ese sentido, para mis auténticos/as y verdaderos/as amigos/as, las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para recibirles. Sólo dependerá de que no excedan la capacidad que tengo para hospedarles.
Hay algunas personas a quienes he invitado a venir, y lo han hecho. Hay alguna otra que ha estado renuente. Pero pienso que con el tiempo se dará cuenta de cuán estupenda puede ser la experiencia de venir a conocer Washington DC y Virginia, porque hay cosas únicas y espectaculares.
Me gusta además que quienes vienen, elogian la paz y tranquilidad del barrio donde habito, donde no hay perturbación siquiera por ruidos molestos.
En fin. Feliz y contento por practicar la hospitalidad, y por haber disfrutado la compañía de una buena amiga que está ya en viaje de regreso a Montevideo.
Además, la hospitalidad es recíproca.
Yo no tengo más que palabras de gratitud infinita, para quienes que me han cobijado en sus casas, me han invitado a comer juntos reunidos en una larga mesa rodeada de amigos, o a un almuerzo o cena personal, donde hemos dialogado estupendamente.
Yo no me olvido de quienes han sido cicerones míos, llevándome a conocer lugares únicos en el mundo e increíbles de no haber estado allí. La bondad de disponer de horas para acompañarme, y de elegir los lugares y los medios para ir, todo ello, es algo que atesoro en mi corazón.
Y la comidas compartidas, y los temas abordados, y las canciones cantadas al unísono...en fin. Experiencias que enriquecen nuestras vidas, que las llenan de sabor y color.
Les exhorto a ustedes, a que practiquen la hospitalidad. A que inviten a la gente que conocen bien, la gente de confianza, la gente con la cual hay diálogo y entendimiento, a que les visiten en sus casas. Por horas, por un par de días o un par de semanas. Sé que saldrán reconfortados. Que se sentirán muy felices de haberlo hecho, como yo me siento ahora.
No comments:
Post a Comment