Quizás y sin quizás, las quimeras --aunque tales-- sean necesarias, porque ¡pobres de nosotros si no soñamos despiertos, si no abrigamos una esperanza, sino acariciamos un mañana cercano y diferente!
Es la quimera de un pueblo que del oprobio de una dictadura, sueña con su libertad.
Es la quimera de un enfermo grave que habrá de someterse a una intervención quirúrgica delicada, de la que espera emerger con vida y recuperándose.
Es la quimera del enamorado que quiere ver concretados sus anhelos, y hechos realidad los planes más maravillosos que ha forjado su corazón sensible.
En tanto hay vida, todo es posible. En tanto hay voluntad de modificar estructuras, de hacer cosas nuevas, de crear, de apuntar hacia un futuro cercano diferente, siempre se puede hacer realidad todo eso.
Lo único ante lo cual claudicamos, es la muerte.
Pero en el plano humano, todo es posible, si lo queremos, si verdaderamente nos importa, si nos va la vida en ello.
Y creo que a la base de ese sueño, de esa esperanza, de esa espera latente a que ciertas cosas se vayan dando y concetando, está el sentir intensamente.
No es un simple antojo, no es un momento feliz pasajero, no se trata de mero capricho. No. Es algo serio, es algo austero, es algo que cala muy hondo, que involucra todo nuestro ser, es algo por lo cual estamos dispuestos a jugarnos hasta las últimas consecuencias.
Es hacer que lo posible, sea posible. No poner piedras en el camino, no inventar excusas una tras otra, no levantar barreras realmente inexistentes, o buscar erigirlas para parapetarse tras ellas. Es exponerse, es despejar el camino, es abrirse al futuro y estar dispuesto a recorrerlo.
No importa hacia dónde nos lleve el camino, sino con quién lo hagamos.
La quimera es como el combustible para un motor. La necesitamos para andar, y ella está constituida de nuestra capacidad de sentir intensamente.
Las cosas a medias no sirven. Las dudas y temores son factores negativos, no permiten realizar ni avanzar.
La quintaesencia de la vida es jugarse, es darse el todo por el todo, es quemar las naves. Sólo así verdaderamente somos y alcanzamos una dimension trascendente.
No se trata de que nos planteemos ser mártires. Se trata de que seamos coherentes con nuestro sentir, responsables en nuestros actos, y que definitivamente tengamos una visión de qué queremos llegar a ser y cómo queremos llegar a vivir. De cuánto queremos modificar nuestra existencia para potenciarla al máximo, para realmente, ser nosotros/as mismos/as, y no lo que otros pretenden o nos demandan que seamos.
No mintamos, y no nos engañemos a nosotros mismos. Obremos siempre con la verdad, por dura o dolorosa que sea. Aprendamos a ser siempre sinceros.
Estemos abiertos a compartir, a dialogar, a la comunicación, a decir en confianza cosas personales con quien podemos hacerlo, con nuestro/a interlocutor/a válido/a.
Busquemos el encuentro, disfrutemos el gusto de estar juntos, la dicha de la compañía, aunque sea por poco tiempo, pues tiene un valor extraordinario.
Si, sentir intensamene, y obrar en consecuencia.
enigma
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