También nos enseñan que tenemos en nosotros capacidades, destrezas, y voluntad que en situaciones normales desconocemos, hasta que nos salen a relucir enfrentados a determinadas circunstancias.Lo digo con total propiedad, porque me tocaron vivir y hacer muchas cosas durante la enfermedad --cáncer inflamatorio de mama-- que finalmente terminara con la vida de mi querida esposa Alicia.
Amar, amar es lo más maravilloso que Dios nos concede. Es --como lo he dicho muchas veces-- la quintaesencia de lo humano. Lo que nos diferencia del resto de las especies que habitan el planeta. Amar es en cierta medida un reflejo del Creador en nosotros.
Quien ama sabe que es un sentimiento arrollador que impulsa nuestra existencia, que la propele a grados increíbles, que nos capacita para abordar nuevos desafíos, y que sobre todo, nos da aliento cada día. Quien ama entra en un estado de mayor armonía con todo lo que le rodea, y consigo mismo. Quien ama tiene una razón para ser y hacer, una razón para vivir.
Perder el amor, porque se va, porque nos abandona, porque nos deja, porque de golpe no quiere saber más de nosotros, sin mediar nada que lo justifique, es como si frente a un abismo, alguien nos empujase y fuésemos lanzados contra nuestra voluntad a una caída libre que parece no terminarse nunca pero que sabemos terminará deshaciéndonos.
Derivado de algo así, fue un trago amargo que tuve que beber ayer, a través de un intercambio de correles por internet. Fue realmente hiel, la hiel de un corazón duro e insensible, volcado en una idea y palabras absolutamente ofensivas a grado inconcebible.
Mi día de ayer fue de pena honda, de decepción indescriptible, de llanto e insomnio.
Pero el Ser en Si, vela por nosotros, nos cuida, crea un escudo que nos protege "de los dardos del maligno" (para usar un lenguaje bíblico), y hace que el mal de otros no nos destruya. El escudo divino me protegió. Cuando pensé que se quebrantaba mi salud, vino la fortaleza. Cuando la desesperación me ganaba, más ganó la respuesta a mi oración. Y como quien a punto de ahogarse sale a la superfice y echa una bocanada inmensa de aire llenando sus pulmones, así sobreviví la jornada, y hoy amanecí en paz.
Y no sólo en paz, sino en armonía conmigo mismo y todo cuanto me rodea. En paz y feliz. Feliz por mis amistades verdaderas, genuinas, leales,que no fallan, que tienen una sola palabra, que cumplen lo que prometen, que son responsables y coherentes siempre. Amistades con las que nos tratamos con cariño y respeto mutuo, como corresponde a seres civilizados.
Amistades que sabemos cómo somos cada uno, y que conociéndonos, reconocemos nuestros respectivos valores.
Si, pasé de un día para el otro del dolor a la paz. Y tal vez sea este contraste mismo la más hermosa lección extraída de la jornada aciaga. A veces pienso que es aquella eterna pregunta de: ¿por qué el bueno tiene que sufrir?....Pero ¡ay del malo por el cual el bueno sufre!, porque lo que va retorna, porque lo que se siembra se recoge, porque la ley de causa y efecto es inexorable.
Por eso, en el fondo de mi corazón he respondido con perdón, pero también con el silencio que habrá de aquí en más.
El silencio fructífero que hará que nada me perturbe para continuar viviendo y aspirando a lo mejor, y a dar de mi lo mejor en bien de muchos.
Escucho en estos momentos, mientras escribo, música de Yanni, y realmente me da un tremendo ánimo, porque conforta mi espíritu y me impulsa hacia logros que están por venir.
Asi que hoy me siento pleno, feliz y en paz.
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