Desde hace dos años, mi esposa viene padeciendo de cáncer.
Una de las peores formas de este mal, que se llama cáncer inflamatorio de mama y que afecta los nódulos linfáticos.
Ha pasado por muchas etapas, con extraordinario espíritu, con envidiable ánimo.
Le extrajeron un seno –y es justo pensar lo horrendo que eso significa íntimamente para una mujer—luego tres distintos períodos de quimoterapias, y Radiación que terminó provocándole cáncer metastático de piel.
Entre medio, vio caérsele el cabello, y yo mismo hube de raparla para que usara cómodamente una peluca que le quedó exactamente como su cabello natural.
Luego, vio sus uñas ponérseles color violeta, y su rostro, adquirir una tez oscura pero no justamente por bronceada, Resultado de los tóxicos propios de las medicinas utilizadas en la quimoterapia.
Y ahora, aún tenemos la esperanza en una vacuna contra el cáncer, que está en etapa de ensayo clínico, si es que puede acceder al mismo.
En un país que está al tope de la tecnología médica y de los tratamientos, se ha hecho todo lo que aconsejan los mejores protocolos médicos, y seguimos intentando hasta la última posibilidad.
Pero lo que quiero compartir aquí es que en medio de todo esto que constituye una prueba tremenda para cualquier persona, y que daría para renegar de todo, para sentirse abatido o desesperado, víctima de una justificable depresión, ella trabajó todo el tiempo mientras pudo, en parte, como una forma de distracción.
Y nunca ha dejado de ir de compras, de atender las cosas del hogar.
Sola por horas, de pronto, busca permanentemente tener su mente ocupada en algo productivo, y cuando no, su cuerpo claro está, le pide descansar.
La más extraordinaria lección de vida que he podido tener a mi alcance me la está brindando ella a cada día. Y les digo que consciente de la gravedad de lo que tiene, mira a la muerte de frente y sin temor alguno.
Hay momentos, les confieso, en que quisiera gritar al cielo, con toda la potencia de mi voz, e irreverentmente: ¿por qué?, ¿por qué a ella?, ¡¡¡es injusto!!!
Pero luego reflexiono, y me digo que el Ser en Si, en su sabio designio ha tal vez buscado ponerme a prueba, pues no es nada facil acompañar a una persona en esas cirucunstancias.
Son horas de silencio en su descanso. Son salidas que no pudieron hacerse a pesar del buen tiempo. Son antesalas en visitas médicas, y alternar de un doctor a otro, y de pronto salas de emergencia en un hospital, para retornar luego a la casa. Y los Pet-Scan, y las sesiones de quimo, y las consultas a oncólogos…
Y a ella, le ha dado el coraje, el valor, y el ánimo, ejemplares, absolutamene ejemplares, para no entregarse, para luchar hasta el final, con hidalguía, con lo mejor que un ser humano puede tener.
Me apena de manera tremenda verle así, y ella misma con su entereza me provee el consuleo, y la esperanza de que aún hay que seguir peleando la buena batalla.
En eso estamos. En eso estoy.
enigma
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