DIAS DE INOCENCIA

En momentos de encuentro con nosotros mismos, tal vez a la sombra de un árbol en un prado, o bajo una palmera en la playa, cuando la quietud del instante se nos hace como una eternidad….en esos momentos, de pronto tendemos un hilo invisible, que nos transporta a nuestra infancia.

¡Cuántas cosas no sabíamos ni entendíamos entonces! ¡cuántas nadie nos explicaba ni nos respondía!

¡Qué cantidad de misterios nos rodeaban!

Pero nuestro hacer y nuestro decir eran directos, simples, sencillos. Sin segundos pensamientos, ni segundas intenciones.

No conocíamos la maldad del mundo, la mentira infamemente organizada, el abuso de una gente por otros, un planeta en vías de extinción, una humanidad volviéndose piltrafa.

¡Qué hermosura aquella vida!

Eran nuestros días de inocencia.

Hoy tenemos muchas respuestas, hoy llegamos a conocer las cosas ocultas de ayer. Hoy tenemos muchas explicaciones a mano.

Sí, somos lo que la sociedad llama “adultos”. Esa palabra me suena y se me asocia a “adulterados”. O sea, transformados o cambiados con el tiempo, para peor. Hemos perdido nuestra inocencia.

Hoy, tal vez, --en un acto de contricción, o de nostalgia-- lloramos la inocencia perdida.



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