MIS MADRUGADAS

Nunca he sido un madrugador. No va con mi ritmo circadiano. Soy noctámbulo.

Pero a la sazón de la ocupación que tengo actualmente, debo levantarme a las 5 de la mañana, que aún es noche aquí en Virginia.

En estos días, húmedos aunque no tan cálidos, el rocío se acumula durante la noche sobre los automóviles que descansan al aire libre.

Primera cosa: un pequeño ejercicio, desempañando las ventanillas del auto, ya que el vidrio trasero se despeja electrónicamente, y los limpia-parabrisas lo hacen con el delantero.

Cada mañana me saluda brillante, hermoso, Venus. Y este martes estaba una tenue Luna acompañándole. Hermosa imagen. Y les confieso, cada vez que veo la Luna, le digo, “estuvimos allí y vamos a volver a estar”.

Venus me acompaña en buena parte de mi viaje de unos 15 minutos a la estación del subterráneo, que donde lo tomo va sobre superficie, o sea, al aire libre, hasta la capital, Washington, DC.

Este país despierta bien temprano. Son millones los que se levantan aún antes que yo, para ir a sus trabajos, y no contemos los que luego de tener uno, aún tienen otro trabajo más.

A mi me basta con el que tengo, pero debo reconocer que parte del “músculo” de una nación, de su espíritu trabajador, firme, esforzado, se muestra en la madrugada.

No es quedándose dormido que se construye una nación.

No es escapándole al trabajo que se dignifica el individuo.

No es con paros, huelgas y ocupaciones que se construye el futuro. Eso queda para los atrasados, que de esa manera, jamás saldrán de su atraso, sujetos como con cadenas de hierro, a atávicas ideologías largamente superadas.

Aquí se vive y se palpita libertad, democracia, transparencia, y por sobre todo: responsabilidad.

Y cuando ello no ocurre, están también las consecuencias. Es una sociedad que se cuida a si misma.

Una sociedad que da garantías de un vivir honrado.

Una sociedad que como tal, conserva sus tradiciones, su fe, y no ha perdido sus valores.

Tal vez, le sirva de ejemplo a unos cuantos.



enigma