Hay momentos en la vida que son definitorios de la clase de persona que somos.
A mi me está tocando pasar un momento de una prueba tremenda de todas mis capacidades, las que he tenido y las que adquiero cada dia, con mi esposa, enferma terminal de un terrible cáncer.
Realmente estoy por momentos exhausto, psicológicamente abrumado, y físicamente cansado. Son mil y un detalles a atender, a tener en cuenta.
Es el funcionamiento lo más normal posible del hogar, es la angustia de ver a una esposa tremendamente débil que ya no tiene fuezas casi para nada, y que ve aproximarse su momento final.
Es el ir y venir desde y hacia consultorios médicos, hospitales, doctores y nurses en casa. Aprender técnicas, llevar el orden de los medicamentos a suministrar, incorporar palabras de la jerga médica, aprenderse de memoria los recovecos, pasillos y salas de diversos nosocomios, comer a deshora, etc. etc.
Es atender a los reclamos y ciertos “caprichitos” que un paciente tiene, y de los que hay que hacerse cargo pues la situación finalmente lo justifica, y hay que desarrollar una paciencia a prueba de balas, para mantenerse equilibrado en medio de una cotidianidad que de golpe se encuentra totalmente trastrocada.
Y sumo a ello, no descuidar el trabajo, fuente importante de recursos en una instancia en que los gastos han aumentado considerablemente por sobre lo normal.
En una palabra –y aunque parezca una inmodestia— me estoy dando el todo por el todo, porque soy así, porque no puedo ser menos, ni hacer menos. Porque asumo las responsabilidades en todo orden, siempre yendo la segunda milla, no esperando ninguna recompensa, sino la satisfacción íntima del deber cumplido.
Pero justamente cuando paso por un momento como el que describo, también es un momento definitorio para mis amigas y amigos.
Porque es justamente en las malas cuando realmente se ven quiénes son amigos de la boca para afuera, y quienes son amigos verdaderos, dispuestos a poner el hombro en lo que sea necesario, dispuestos a dar al menos –y aún a la distancia— un aliento y un respaldo anímico que valoro enormemente.
Y lo digo con franqueza, si alguien dice ser pesona amiga y en estos momentos no se hace presente, tan siquiera con un mensaje solidario, está demás que yo exprese lo que eso significa.
Este es un momento definitorio, y yo valoro, aprecio y aquilato ciertamente, a todas las amigas y amigos que se hacen reiteradamente presentes con mensajes, llamados telefónicos, tarjetas, oraciones, buenos deseos, y que me han dicho personalmente, “estamos a tus órdenes, si precisas algo, cuenta con nosotros”. ¡Esos son amigos!
enigma
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