Aunque no me agrada comenzar de esta manera, tal vez se me hace necesario decirles a qué llamo interlcutor/ a válido/a.
Busqué por internet alguna definición –para estar más seguro del uso de estos dos vocablos— y me encontré con sorpresa, que se está usando como equivalente a mediador/a, lo cual se puede decir con una sola palabra, e indica claramente la función a cumplir.
Se llega definir a los interlocutores válidos como quienes median en disputas entre personas, o partidos políticos, o países.
Pero para mi, interlocutor/a válido/a no tiene nada que ver con mediaciones o personas capacitadas para mantener un diálogo o una relación entre adversarios, distanciados u opositores.
Un interlocutor/a válido es o tiene que ser –diría casi imperativamente—un amigo/a. Un amigo/a de total confianza, honesto/a, directo/a, que no se guarda nada cuando tiene que decir algo, y que posee un nivel cultural adecuado como para poder mantener una comunicación intensa y fluida, en este caso, mediante correo electrónico.
Se trata de alguien dispuesto/a a intercambiar hasta 15 o 20 mensajes por día, o a chatear un par de horas de tanto en tanto, dialogando sobre los más diversos temas, pero preferenciando los bien personales, los de la vida diaria, el área de los pensamientos y sentimientos.
Un/a interlocutor/a válido/a es alguien con quien se disfruta compartiendo cosas, en forma mutua. Es alguien con quien se da o se va dando una afinidad creciente y una serie de coincidencias en la manera de sentir y pensar ante diferentes realidades.
Un/a interlocutor/a válido/a es alguien con quien se comparten valores esenciales.
Para mi esa persona es un interlocutor/a válido/a. O sea alguien con quien vale la pena dialogar, y que termina, a la postre por hacerse necesario/a, imprescindible, insustituible.
Hasta hace muy poco, hubo una persona que cumplió a cabalidad la definición que expongo más arriba. Lamentablemente no puedo contar más con esa persona, y entonces se me ha producido de pronto un vacío tremendo. Como suele decirse “un vacío dificil de llenar”.
Tal vez en lugar de un/a interlocutor/a válido/a, pueda tener dos, y entre ambos/as, sea posible cubrir esa tan grande ausencia.
Así que aquí queda planteada mi situación.
¿Quién dijo “yo”?….¡Soy todo oídos!
Entre tanto, quiero aclarar que recibo una buena dosis de correspondencia diaria a la cual contesto habitualmente dentro de las 24 horas, y no dejo ninguna sin contestar.
Pero ese “ping-pong” de mensajes –de hasta 15 o 20 al día— algunos muy escuetos, y otros suficientemente extensos, es una experiencia totalmente diferente.
¡Y créanme que es una necesidad vital.
Gracias por leerme.
enigma
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