Tal vez los que son rioplatenses recuerden la letra del tango"Un tropezón", que decía: "un tropezón cualquiera da en la vida, y el corazón aprende asi a vivir."
¡Y vaya si aprende a vivir!
También dice el refrán que "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra".
Y yo digo, por mi propia experiencia: dos veces...¡pero no tres!
Porque si se tropieza una tercera, ya se es estúpido, tonto o se está lelo.
He tropezado dos veces con la misma piedra. Una piedra bonita, una piedra que lucía como una alhaja, una piedra por la que hubiese dado todo cuanto tengo y cuanto soy.
Pero....el Ser en Si, que protege a aquellos que le aman, ha velado sobre mi. Y lo hizo de tal genial manera, que he debido aprender y acatar su lección.
Suscitó situaciones que me impidieron concretar un plan que tenía, y al quererlo aplicar nuevamene, otra circunstancia surgió que no sólo modificó ese pequeño plan, sino que modificó definitivamente toda una situación que se había ido haciendo cada vez menos sostenible por la falla catastrófica de una de las partes componentes de la misma.
¡En buena hora! Siento una paz interior muy grande, y una reposada alegría.
Porque creo que el Señor me ha quitado un enorme peso de encima. Un peso que comenzó por conquistarme, que luego me subyugó, y que podría haberme enajenado totalmente. Pero Su mano protectora estuvo sobre mi.
Ahora, también en ese aspecto siento que he culminado otra etapa de mi vida. Una etapa que este mes de noviembre cumpliría tres años. Tres años muy especiales, tres años intensos, movidos, dramáticos en el más profundo sentido de la palabra. Tres años de vivencias profundas, de aspiraciones, anhelos, planes, y finalmente, frustraciones acumuladas.
Una experiencia en fin.
No es que eso se vaya de mi mente, como no se irá jamás de mi corazón. Eso deja en mi una huella que sé indeleble!! Tuvo que ser. Estaba escrito. Yo esperé más, mucho más. Las circunstancias no obstante fueron adversas, pero más allá de las circunstancias, está la impronta personal, el trato, la comunicación, la manera de ser, el cumplimiento de la palabra empeñada, el no jurar en vano, el hacerse responsable de lo que se dice, el ser coherente y pensar con senstez.
Y eso, justamente eso, no le hubo. Falla tras falla, fracaso tas fracaso, vacío tras vacío, se fue paulatinamente deteriorando algo que en su momento fue extraordinario y hermoso, de todo punto de vista.
Y uno es bueno, y tolera, y perdona, sobre todo perdona, y apuesta nuevamente, y confía, y cree, y sueña....pero nuevamente la realidad muestra que llega un momento en que se está cansado de seguir apostando, de seguir confiando, de seguir dispuesto a darse el cien por ciento, cuando de la otra parte, no hay siquiera la misma resonancia.
Entonces, reconozco que tropecé dos veces, pero ¡no tres!
Ya no más. Punto final.
enigma
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