Ciertamente, concedo, no todos los días son felices, o tan felices, pero ayer sí. Ayer todo funcionó a la perfección, todo salió bien de la mañana hasta esta madrugada.
No voy a entrar en los detalles, pero desde el tráfico, hasta el lugar para estacionar mi auto en el garaje del Metro, pasando por encuentros personales y cibernéticos, todo fue excelente, de primera calidad!
Y realmente eso hizo mi día. Un día placentero, un día en que a la noche pude dormir muy bien. Un día en que sentí el gozo de estar vivo, de tener tanta gente que me quiere y me quiere bien.
Pero también, y eso complementó mi felicidad personal, un día en que pude expresar mi cariño y afecto a otras personas, y decirlo, demostrarlo, un día en que hubo encuentro de almas y de mentes.
Y es entonces cuando reflexiono algo básico: la felicidad, esa que queremos y anhelamos tantas veces, consiste no en cuántas cosas tenemos, sino en cuánto más somos. Cuánto más somos de humanos, de solidarios, de compañeros, de sensibles, de tiernos, de amorosos, de amigos leales. De cuánta confianza y simpatía nos sabemos granjear y damos recíprocamente.
La felicidad parte de la base de una actitud nuestra hacia el otro o la otra. Una actitud de acogida, de recibimiento con beneplácito, de gusto, de búsqueda de entendimiento, del establecimiento de una empatía. Y se llega a un punto de diálogo, en que se rompen tabúes, se rompen esquemas esclerosados, y mucha artificialidad, y se llega a lo muy personal, sin prejuicios y sin miedos. Se llega a intercambiar autenticidad.
Se llega a la calidad de un diálogo comprensivo y profundo, íntimo diría, donde es posible entenderse en las palabras dichas y en las no dichas.
Todo eso constituye un conjunto, un paquete, que lleva por rótulo: felicidad.
La felicidad pues,se teje con la fibra de lo humano.
Las cosas, no nos proporcionan felicidad. Puede que algunas nos den comodidad, pero no felicidad.
La felicidad es nuestra relación armónica, de paz y de amor con el prójimo. Y muy muy especialmente con nuestras amigas y amigos.
Mi deseo más ferviente, es que todas y todos ustedes, puedan llegar a sentir esa felicidad honda, genuina, que brota del corazón.
Como es habitual, acompaño en general estas notas escritas, con una música.
La música podría ser de muchos autores o intérpretes. Y aunque tal vez les sorprenda un poco, tengo mis razones para haber elegido a Elvis, y una canción que en su momento fue un éxito, y que es un símbolo de la época feliz de estudiante. Se titula "I want you, I need you, I love you" (Te deseo, te necesito, te amo). Disfrútenla.
enigma
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