Monday, October 24, 2011

...¡Sí!, Dios contesta nuestras oraciones

No, amigas, amigos. No intento hacer ningún proselitismo religioso.

No es a religión a lo que me refiero, sino a algo mucho más básico, más fundamental, más sencillo, pero poderosísimo: tener fé.

Fé no en el ser humano, imperfecto y limitado. Cada vez que hacemos ese ejercicio, terminamos frustrados. Y para eso no necesitamos operar con el lema de "Los Archivos X", de "trust no one", "no confíes en nadie", que es esencialmente creer.

Pero que digan si no los votantes, ¿cuántos chascos se han llevado con sus candidatos/as, luego que han llegado al poder? No, no se puede tener fé en el ser humano.

La fé sólo corresponde al ámbito de lo divino, del Ser en Sí, como me gusta llamarle; de Dios, para que todos me entiendan.

La oración es un diálogo intenso, a solas, sin reloj y sin interrupciones, con Dios. Si no lo practicamos así, nunca vamos a entender cómo comunicarnos, y nunca recibiremos respuestas.

Pero doy testimonio de que cuando se practica la oración intensa, profunda, de todo corazón, Dios siempre responde. No falla.

Tengo innúmeras experiencias de algo muy sencillo y tonto si ustedes quieren. Pero soy un individo muy distraído por estar pensando en cosas importantes y dejando de lado las intrascendentes. Y es entonces cuando tengo que ponerme a buscar mis lentes, que no sé dónde los dejé, o las llaves del auto, o la billetera.

Cuando después de buscar un rato, y agotar mis recursos humanos, me doy por vencido, pues no tengo la más mínima idea de qué fue lo que hice últimamente con alguno de esos objetos y dónde pueden estar, acudo a orar.

Ahora he aprendido a ni siquiera perder tiempo en buscar, oro, y al ratito, como por "milagro", inclusive en un lugar que antes miré varias veces, "¡zás!" aparecen los lentes, las llaves, o lo que sea que esté buscando.

Y esto me ha pasado incontables veces, y orando, jamás me ha fallado la respuesta divina.

Pero les paso a otro plano mucho más complejo y ciertamente importante: el de las interrelaciones humanas.

En una oportunidad, trabajando, tuve una fuerte discusión con una compañera. No me gustan las discusiones, pero tampoco me gustan los atropellos. Y el tener cierta autoridad jamás da derecho al atropello, y sí, a esmerarse por una relación armónica.

Pues bien, discutimos...el resto del día ambos evitamos tener contacto. Pero sinceramente, yo no me sentía bien, por mi interior penaba porque no hubiera habido discusión ninguna, y no guardaba rencor por el enfrentamiento. Entonces oré intensamente por esta compañera, para que Dios tocara su corazón, y quitara de ella la ira. Para que atemperara su ánimo, para que se restableciera la relación entre nosotros. Pero oré fundamentalmente, para que Dios trabajara en el corazón de ella....

Al otro día, ella vino a mi lugar de trabajo, comenzó a hablarme como buscando disculparse, noté la buena intención y aunque las palabras no le fluian facil, me paré, me sonreí, le dije que todo había pasado, que yo quería que siguiéramos trabajando juntos con tranquilidad, nos dimos un apretado abrazo, le brotaron lágrimas de sus ojos. Confieso que me conmovió. Y a partir de esa experiencia, nunca más hubo un problema entre nosotros.

Dios había tocado su corazón. Mi oración había sido escuchada y contestada.

En una experiencia más reciente, una amiga a quien quiero mucho, se enfada conmigo y con razón, porque le asistía toda la razón, y lo reconozco, y lo reconocí sin ambajes. Pero claro, derramó cuanta furia tenía contra mi, y me dijo que nunca más querría saber de mi, y que lamentaba haberme conocido, etc. etc.

Para mi fue terrible. Fue como un vendaval, como una gran tormenta abatiéndose en mi alma. Yo había cometido un grave error, y su reacción era justificada, pero yo por nada del mundo quería perder su amistad. Porque para mi su amistad es algo superior, fuera de serie, algo que nutre mi vida cada día.

Por dias no me escribió un solo correo electrónico. Me desconectó de su blog, creo que su furia era tal que me hubiera hecho poco menos que desaparecer de la faz de la tierra.....entonces, acudí a la oración.

Y pedí, pedí un dia y otro y otro, fervorosamente, con fé, con confianza, que Dios tocase su corazón, que lo hiciese blando y maleable como si fuese de cera, que suavizara toda aspereza, y que volviéramos a poder comunicarnos...

Entre tanto, escribí como tres o cuatro mensajes, y finalmente, ¡el milagro!, ella volvió a escribirme, no fue facil para ella, estoy seguro, no fue facil para mi tampoco. Pero lentamente, y crecientemente se restableció nuestra relación inclusive favorecida por el entredicho. Porque sentamos las bases de una relación muy realista, muy "con los pies en la tierra", muy pragmática, si se quiere. Sabiendo dónde está cada uno y qué puede esperar cada uno del otro.

Y hoy me siento feliz, en paz, ambos estamos en una relación fuerte, hermosa, donde la amistad ha pasado por una tremenda prueba, pero salió airosa.

Otra vez, Dios escuchó mi oración y la contestó.

Ahora alguien de ustedes podrá elucubrar sobre la interacción de un cerebro con otro aún a distancia de kilómetros, entre distintos países. Y alguien podrá teorizar sobre el funcionamiento de los mecanismos del cerebro que hacen que uno se predisponga o afecte de alguna manera intangibles ámbitos físicos, al punto de alterar realidades, y que tal cosa, por tanto no tiene que ver ni con la fe, ni con Dios.

Va a ser mucho más dificil explicar esos extremos, que aceptar la experiencia de fe puesta en obra, puesta en práctica, a través de la oración, y la respuesta divina.

Porque después de todo, no tengo que convencer a nadie de que antropológicamente considerado, el ser humano es un ser dotado para creer, para tener fe. Fenomenológicamente hablando, esto es indiscutible.

Y este de hoy, es mi testimonio, como siempre, abiertamente compartido con ustedes. ¡Sí! Dios contesta nuestras oraciones. Las respuestas vienen, y muchas veces superan aún lo mejor que hemos podido imaginar.

Y ¿cómo se responde a eso?, pues simplemente, con un corazón agradecido.



enigma

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