Este cuento por lo tanto, no va en demérito de las mujeres en general, pero las que de ellas son honestas, inteligentes, sinceras, y valoran la espiritualidad, sé que acordarán conmigo que hay también –lamentablemente— mujeres como Ana y Leticia, personajes de este cuento. Al final del mismo, que cada quien reflexione. Demás está decir que los personajes y situaciones relatadas en el cuento son ficticios, y que toda similitud con la realidad, es mera coincidencia, porque el cuento plantea situaciones que efectivamente ocurren a diario.
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Ana y Leticia se hicieron amigas en un cóctel social al que asistieron. Ana trabaja con un bufete de abogados, Leticia en una agencia publicitaria.
Por la índole de sus tareas, ambas tienen que vincularse con muchas personas, y en particular con muchos hombres.
Tanto Ana como Leticia están cifrando sus cuarentas, ambas casadas, ambas con hijos.
Un encuentro que concretaron en una confitería, las halla a ambas enfrascadas en una sustanciosa conversación, tan animosa que a pocos metros de ellas, en otra mesa, mientras leo un diario y tomo a sorbos un exquisito café, voy sin querer escuchando, hasta que me atrapan las cosas que dialogan.
Ana la llamó a Leticia porque quería contarle de su nuevo romance. “Mira, es apuesto, muy simpático, se pasa haciendo chistes, me hace reír montones, me siento muy bien con él, y además es todo un caballero. Cuidadoso de los detalles. Me trata como una verdadera dama…!” La interrumpe Leticia para preguntarle: ¿y cuándo empezaste la relación y cómo?...
“Verás –contestó Ana— este señor vino a nuestras oficinas averiguando si podíamos hacernos cargo de la parte legal de la empresa exportadora de la cual es presidente.”“Wow! ¡Qué bien!, --exclamó Leticia-- veo que has puesto bien el ojo!”
Y muy suelta de cuerpo Ana respondió: “Mira, ¿ves este collar?, me lo regaló él. Y mira este reloj con incrustaciones de diamantes, otro presente de él… pero ti diré, no es por el dinero que me atrajo en primera instancia, es porque es muy varonil, desde sus modales, a su voz, al perfume que usa…todo me gustó en él desde el inicio..Él es Luis. Cuando lo vi y lo empecé a tratar, me dije para mis adentros…¡yo tengo que tener algo con este hombre, no me lo voy a perder!”
“¡Ajá!, entonces ya hace un rato que están relacionados…”-reflexionó Leticia.
“Sí, llevamos cinco meses, y nos vemos dos o tres veces por semana…aunque pasaron veinte días en que tuvo que viajar al exterior, y nos comunicábamos por correo electrónico, y algún que otro chat!”... y se sonrió con un dejo de picardía.
“Ummm! –dijo Leticia—me imagino que en esos chats habrán compartido intimidades!....”, “Por supuesto querida, --respondió rápidamente Ana-- ¿quién no lo hace hoy en día?, además es un encanto…tiene una fuerza al escribir que te juro,...(y aunque bajó el volumen de su voz pude escucharle perfectamente).. chateando con él, he llegado…”, se lo he dicho luego, y él se ríe!. Nos gustamos muchísimo, nos entendemos muy bien en ese terreno, y tiene no sé cómo explicarte, pero hay una fuerza en su mirar, en cómo me toca, en las cosas que me dice, que me estremece…yo me siento perdida en sus brazos…y ¿sabes qué?... me siento muy feliz!.”
--“No lo dudo, la felicidad que uno quiere, esa que a uno le gusta, que te hace sentir diferente, ser tú misma, dejar todo lo que te rodea aparte, y centrarte en él…y te rejuvenece…pero, ¿y cómo arreglas con Ricardo?
--“Bueno, de la misma manera que tú te has arreglado con Ernesto…hoy tengo horas extras, la semana que viene tengo que asistir a un seminario...nos cayó un trabajo del gobierno y estamos atorados…tú sabes… Además, unos mimos y arrumacos y lo dejo contento. Él confía totalmente en mí, no tengo ni un mail en la PC, todo está en mi teléfono móvil y bajo clave. ¿Y tú cómo estás? Le preguntó Ana a Leticia.
“Ah! Vengo de un período difícil!” , replicó Leticia, y agregó “muy difícil…”
“Pero ¿por qué?” inquirió muy curiosa Ana.
“Mira, es largo de contarte, pero para hacértelo corto te explico. ¿Te acuerdas que te hablé de Carlos?, bueno, nosotros llevábamos ya casi dos años de relación. Claro, una relación muy “sui generis”, noventa y cinco por ciento cibernética y apenas cinco por ciento personal!”
“Ay nena! ¿y cómo aguantaste?”…preguntó Ana.
“Porque Carlos vive en el extranjero, y es un hombre muy especial –contestó Leticia. Carlos es un fuera de serie en muchos aspectos, una especie de aguja en un pajar. Carlos es dulce, tierno, sensible, poeta, pero también muy masculino, apasionado, ardiente como me gusta a mí que sea un hombre. Cuando me ha susurrado cosas a mi oído, te juro que me temblaban las piernas, sentía mariposas en mi estómago, y me ponía loquita, no me podía controlar”.
“¿Tanto así?” inquirió Ana algo sorprendida.. “Sí, tanto así, y te diría más. Carlos era un apoyo para mí. Cuando yo le consultaba algo, o le pedía alguna información, al ratito Carlos la tenía pronta. Siempre muy bien dispuesto. Pero decidí romper con él”, dijo entonces enfáticamente Leticia, con un gesto de dureza en su rostro, como si de pronto toda emoción hubiese sido aniquilada, y su autoestima se hubiese elevado a grados increíbles.
“Y ¿por qué?” dijo Ana, y agregó: “recuerdo que me habías dicho que estabas enamorada realmente de él, que te gustaba enormemente, que te sentías felicísima con él…¿qué pasó, te destrató, te hizo alguna trastada?”
Pues verás, comenzó a contestar Leticia, pero primero déjame hacerte una pregunta: tu enamorado, ¿es casado?”
“Sí, es casado con tres hijos, es un hombre de muy buena posición económica, muy vinculado, y muy estable”.
“Ah! ¡qué bien, te felicito, eso es lo que yo encontré hace poco!”
“¿Pero cómo, ya tienes otro?” inquirió Ana. “Sí, --replicó como orgullosa Leticia—y éste es como yo lo quiero, casado, con hijos. Déjame decirte algo: nunca tengas un romance donde te enamores perdidamente con un hombre que esté solo, soltero, viudo o divorciado. No, no lo hagas. Carlos quería casarse conmigo, vieras la campaña que me hizo tratando de persuadirme que me divorciara y me casara con él.”
--“¡Ah! Así que él sabía de tu situación…”—comentó Ana. “Sí, --contestó Leticia-- yo honestamente se la dije, y en algún momento pensé que tal vez tendría que hacer eso, divorciarme de Ernesto y casarme con Carlos, que además aceptaba tenerme con mis hijos. Pero ¿sabes? Luego pensé que mis hijos sufrirían tremendamente porque para ellos es importante una familia estable, Ernesto los quiere mucho y ellos a Ernesto. Separarnos o divorciarnos les crearía un sufrimiento enorme y un trauma, y jamás hubiese querido eso para ellos. Entonces le dije a Carlos que no, que no me iba a divorciar ni a casarme con él, que se sintiera libre de buscarse a otra mujer. Pero él estaba perdidamente enamorado de mí, de eso no tengo la menor duda. Me quería a muerte….me puso en un pedestal. Yo era todo para él, pero la desgracia es que era un hombre que estaba solo…Yo pasé a ser la columna vertebral de su vida, pero para mí no lo era. Yo tengo a Ernesto y a mis hijos, más mi trabajo, y estoy con eso de sobra! Él insistía e insistía, hasta que me fatigó. Le dije muy claro que no podía obligarme…finalmente accedió a que no me divorciara para casarme con él. Entre tanto, él había comentado con su hijo y algunos amigos sobre mí, porque consideró conveniente ir preparando el terreno por si venía acá a casarse conmigo…y yo empecé a tener miedo. ¡Claro, un hombre solo, que no tiene que cuidarse de una esposa, puede decir lo que quiera! No que fuese indiscreto, no lo creo, pero sé que habló de lo nuestro con un pequeño núcleo de personas muy allegadas a él, y con su hijo, y entonces la situación no me gustó. Pensé que en cualquier momento tú sabes, el mundo es chico, y si Ernesto se llegaba a enterar, yo perdería la tenencia de mis hijos!! Y te aseguro que me asusté…soy miedosa por naturaleza y esto me dio miedo. Se lo recriminé, le dije que no podía confiar en él, que no me sentía segura con él, y que sólo podríamos ser amigos y no vernos nunca más.”
Algo azorada, Ana le preguntó: ¿eso le dijiste?....¡pobre hombre!, si estaba enamorado de ti, poco menos que lo mataste… ¿y él qué te contestó?.
“Mira, primero pareció aceptar la propuesta de amistad, pero para él era más bien algo externo, decirle a los pocos que sabían de lo nuestro que se había terminado, que éramos sólo amigos, pero entre nosotros, seguir viviendo secretamente nuestro romance… y yo no quise arriesgar eso…además, vernos cada tanto tampoco satisfacía mis necesidades anímicas y de las otras…tú me entiendes...así que empecé una campaña deliberada de distanciamiento. Dejé de escribirle por semanas, me borré de chatear, y cuando me mandó una invitación se la rechacé. ¿Recuerdas mi blog?, ja! Se lo cerré hace como medio año. Bueno, yo también dejé de escribir, ya cada vez me daba más miedo, y me inspiraba menos confianza…luego empecé a insultarlo, cada vez que le escribía me ponía furiosa por su insistencia, y le dije montones de insultos…estaba deseando que me repudiara, que se cansara de mi…¿y puedes creer que me decía que aunque lo destratara, él sabía que en el fondo yo le amaba y me seguía queriendo?....y sí, le amé, pero eso fue un tiempo, y ya pasó, yo necesitaba otra cosa…y la necesitaba aquí, a mano, y por suerte la encontré. Así que mi consejo es este: nunca te metas con un hombre que esté solo, ¡puede arruinarte!. Siempre con uno casado, ese se va a cuidar él y te va a cuidar a ti. Nunca va a comentar nada con nadie, y tú estás protegida y te sientes segura. Y además alguien que esté aquí, con quien la comunicación es fácil y verse es sencillo. Eso me faltaba con Carlos. Ahora lo tengo con Roberto…”
--“Cuéntame de él”, le pidió Ana.
--“Sí, bueno…él vino a nuestra agencia por un proyecto promocional. Los dueños me dijeron que me encargara de eso, así que él empezó a venir todos los días, y pasábamos horas juntos, planificando la estrategia de marketing, los avisos publicitarios en televisión, en radio, en diarios, en revistas. Al habla con los creativos, las muestras de propuestas, la discusión de los mensajes, en fin, tú sabes…y en una de las veces, ya llevábamos unos quince días así, me invitó a almorzar.
Allí fue otra persona, dejó todo lo profesional,--él es arquitecto-- y se me presentó como un individuo muy apuesto, tiene cuarenta y siete años, casado, dos nenas, es uno de los ejecutivos jóvenes de su empresa, pero en carrera ascendente…y en determinado momento me mira fijo a mis ojos y me dice “estoy hechizado…”, yo me quedé de una pieza…y me agregó: “déjeme decirle que tiene Ud. unos ojos hermosos…me pierdo en ellos…y sus labios son una delicia..”, te juro que sentí un hormigueo en todo mi cuerpo, aquel hombre estaba gustando de mi, y yo hacía días que sentía su perfume, su buen vestir, su elegancia, hasta el calor de su cuerpo cuando se acercaba a mí en la oficina, y empecé a sentir una atracción creciente por él. En esa circunstancia le dije que me halagaba mucho, y entonces le retribuí diciéndole que yo también había reparado en él y que me gustaba…él sonrió muy discretamente, alzó una copa, y me dijo: brindemos por una relación que hoy iniciamos y a lo largo de la cual nos iremos conociendo cada vez más. Y brindamos. Conversamos como tres horas, y al salir ya nos tuteábamos.
En mi correo electrónico aún tenía al insistente Carlos, y no veía el momento de sacármelo de encima. Nada ya iba a pasar con él, y ¿para qué lo quería si ahora tenía a un hombre más joven, dinámico, apuesto, de buena posición, discretísimo porque es casado, y que logró entusiasmarme como para conocerle a pleno? Así que me puse durísima con Carlos, lo rechacé de plano, le dije que me iba a dedicar enteramente a mi familia, que no me molestara más y que lo nuestro se había acabado. Que no le iba a escribir nunca más. Y así lo he hecho.” Dijo como ufanándose, Leticia.
Ana quedó un tanto perpleja. “¿Pero realmente tú te habías enamorado de él?...preguntó tratando de entender a su amiga.
“Sí, no te voy a negar que me enamoré de él, que en un momento me pasaba pensando en él de la mañana a la noche. Es que nunca me había pasado antes, era la primera vez, la primera experiencia de este tipo. Y caí como tonta, pero aprendí. Ahora no me enamoro de nadie, gusto, me deleito, me satisfago, gozo, mientras la relación me provea felicidad, se mantiene, y si en algún momento me cansa, se termina, así de simple querida... Yo tengo mi vida hecha y no estoy para complicármela ni para que me la compliquen. Estoy para disfrutarla cuanto pueda!”
“Bueno, --dijo entonces Ana—te agradezco tu consejo. Yo en realidad estoy bien con Luis porque como te dije, él es casado. Y como tú dices, si mañana me canso, pues ya habrá otro. Mientras nuestros esposos no sepan, tenemos terreno libre para disfrutar, porque francamente, después de veinte años de casada y de lidiar con los niños, llega un momento en que estás aburrida.
Para peor, a los hombres parece que luego de unos años se les acaba la pólvora. El mío se pasa viendo televisión o alquilando películas, cuando no, se pone a jugar con los chicos con los videojuegos. ¡Eso le divierte! Entonces mientras él hace eso, yo chateo con Luis, jajaja.”
“Ay querida, yo estoy casi igual. No es que me desatienda por completo, pero casi no habla conmigo. Si le hablo hace como que me escucha, me da la razón como a los locos, y después hace lo que se le antoja.
De noche también vé televisión, yo me voy a mi habitación, y ahí con Roberto chateamos o nos escribimos mensajes y coordinamos para encontrarnos al día siguiente…al menos me da vida!!, me hace sentir mujer, que soy capaz de gustar a alguien, y te digo, íntimamente es muy agradable. Cierto, no es tan apasionado como era Carlos, pero no se puede pedir todo. Pero me satisface, me hace sentir completa, y sobre todo segura.”
“¿Y Ernesto? Ni idea…me imagino!. Comentó Ana.
“No, por supuesto que no. Ernesto sospechaba de Carlos, y no le caía nada bien. Ahora se convenció de que Carlos no era nada, era una especie de fantasma cibernético…además ahora lo tengo muy contento conmigo…”
“¿Cómo así?” preguntó Ana, y entonces Leticia se arrimó a su oído y le susurró algo que por supuesto no pude escuchar.
Leticia largó una carcajada…y Ana también se rió…entonces Leticia dijo algo que sí pude escuchar…¿te acuerdas que él siempre quería y yo le decía que no?, bueno, acepté, ¡¡y está loco de la vida conmigo!! Jaja… así que ahora me manejo a mis anchas.”
Ana dijo entonces: “no hay duda que somos excelentes profesionales”…”sí, --replicó Leticia— de alta calidad”.
Pagaron su consumición, y se fueron de la confitería.
Yo quedé reflexionando….si no hubiese escuchado la conversación, no lo hubiera podido creer.
Se me ocurrió pensar en ese momento, qué pasaría si uno de los maridos contratara a una de esas agencias de detectives que les puede hacer por un par de semanas un seguimiento a cualquiera de ellas, y luego hubiera videos, grabaciones de voz y fotos comprometedoras...
Evidentemente, son dos profesionales… sí, pero del cinismo, de la hipocresía, ¡de la mentira!.
La canción que sigue, titulada justamente "Mentira" alude al comportamiento de mujeres como las de este cuento.
enigma
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