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Jueves, día de gimnasia.
Apenas llegado a casa, una llamada telefónica inesperada.
Un compañero de trabajo de una persona amiga, me llama por indicación de ella, para decirme que tuvo que ser llevada por una ambulancia a un hospital del área por un intenso dolor abdominal.
No era una situación de urgencia, pero se había sentido mal, le habían sobrevenido de golpe intensos sudores y estuvo a punto de perder el conocimiento.
Apuré mi almuerzo que lo tomé antes de la hora habitual e inmediatamente partí para el hospital.
Allí, en una sala de emergencia, la número 32, estaba ella, casi sentada en una camilla. Le habían dado un calmante, y luego por vía intravenosa también una sustancia para hacer contraste, a fin de practicarle un barrido de tomogarfía axial computada, lo que se conoce como "c.a.t.-scan".
Pasé con ella unas 3 horas y media durante las cuales conversamos, le hice chistes, traté de mantenerle bien el ánimo. Su presion sanguínea estaba muy alta aunque de cuando la trasladaron a emergencia había bajado algo.
La vinieron a buscar para el c.a.t.-scan, al rato la trajeron de vuelta. Y aproximadamente hora y algo después le dieron el alta.
Mi amiga me agradeció mucho y en más de una oportunidad que hubiese ido y le hubiese acompañado hasta que regresó a su apartamento.
Pero, siendo su único amigo en toda esta área, ¿qué otra cosa corresponde hacer?, ¿para qué estamos los amigos, cuando realmente somos tales?
Suele decirse que los amigos son eso en las buenas, y en las malas, y especialmente en las malas, o sea cuando se presenta un problema, cuando quien tiene una necesidad apela a la presencia o la ayuda de uno.
Yo me sentí muy feliz de haber podido acompañar a mi amiga, de hacerle sentir que no estaba sola, que su amigo estaba efectivamente allí para respaldarla, acompañarla y hacer lo que fuese menester.
No concibo otra manera de ser verdaderamente amigo.
Como lo digo siempre, los amigos se quieren mucho, se respetan, confían mutuamente, jamás se ausentan, se dan la espalda, se niegan al diálogo o a encontrarse.
Amigos, amigos de verdad, se es sólo así, dándose, estando a la orden, y jamás (esto parece obvio) poniendo distancias o rechazándose.
Ella estuvo en una circunstancia similar, cuando yo debí ser trasladado a una sala de emergencia de otro hospital.
Esta vez me tocó a mi.
En medio de todo el episodio, hay un valor humano fundamental a rescatar. Un valor que está en ambos, el cariño, el afecto sincero, y la devoción que se siente entre quienes son amigos.
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