En esta simple frase, que no tiene nada de formal y todo de espontánea, se encierra un maravilloso sentimiento de empatía.
Es querer
honestamente saber cómo está la otra persona, la persona amiga, la persona que
queremos, la persona que no deja de estar en nuestro pensamiento.
Es saber cómo le
están yendo las cosas, en el hogar, el trabajo, la familia, otras actividades,
la salud, proyectos…
Y por supuesto que no
es una curiosidad ni desmedida ni malsana. Es la natural curiosidad que se
tiene cuando alguien nos importa, cuando alguien no nos es ajeno/a, cuando
alguien de alguna manera está integrado a nuestra vida.
Considero que todas
las personas somos capaces de sentir ese sentimiento de empatía hacia otras,
que nos lleva a preguntar “¿cómo te va?”, que a veces también lo expresamos en “¿cómo
vas?”, o “¿cómo andan tus cosas?”.
Ese ponerse al día
con el otro, o la otra, ese querer coparticipar de sus actividades,
preocupaciones, proyectos o sueños, es una forma hermosa de sentirnos de alguna
manera unidos, de sentirnos mutuamente solidarios, de saber el uno del otro u
otra, y de poderse decir mutuamente “cuenta conmigo, estoy aquí para recibirte,
para escucharte, para procurar entenderte, para ayudarte, nunca estás solo/a”.
Me parece algo tan
importante, tan digno, y sobre todo tan cálido, lo que está contenido en esa
pregunta, que no se puede dejar de hacerla, y menos se puede dejar de
contestarla.
Me sorprendería
encontrar a alguien que se molestara porque le pregunten “¿cómo te va?”, más me
sorprendería encontrar a alguien que tampoco le plantea a otros, a quienes
conoce, esa misma pregunta. No hacerlo,
no vivirla, habla de un desapego total, habla de una frialdad inaudita del
corazón, habla de alguien demasiado egocéntrico/a, para quien los demás no
cuentan excepto, utilitariamente.
Las personas entonces
se convierten en cosas usables y desechables. Cuando vienen bien se acude a ellas
y se les trata como seres humanos. Luego, cuando pasó la necesidad, se les
margina y poco menos se les quisiera inexistentes.
Rara forma de
existir, de proceder, de interrelacionarse.
Hay gente que es así,
lamentablemente.
Claro, esa gente no
sabe siquiera tener amigas y amigos. De esos verdaderos, de esos que están en
las buenas y en las malas, de esos que están ahí, al firme, sin dudas ni
titubeos, de esos que se sabe se puede contar con ellos/as. A lo sumo tienen conocidos, y les tratan en
tanto les convenga a sus propios intereses.
Yo apuesto por lo que
yo mismo hago y practico. Jamás dejaré de ayudar a alguien, jamás traicionaré a
una amigo/a haciendo de cuenta que no existe, jamás voy a dejar de preguntar “¿cómo
te va?” a quien significa o forma de
alguna manera parte de mi vida.
Porque ese es el
único nivel lógico, y aceptable, de las relaciones humanas.
enigma
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