Hoy es Miércoles de
Ceniza. Según el antiguo ritual episcopal, los Católicorromanos reciben de
manos de un sacerdote la señal de la cruz en su frente, trazada con cenizas.
Es también un día de
ayuno, que significa lisa y llanamente no comer, con prohibición específica de comer carne.
También es día de
ayuno total el Viernes Santo.
Aunque algunos se van
a evadir de la tradición del ayuno, que especialmente cuesta cumplir en un
mundo ágil, dinámico, en el cual la gente que está activa, tiene compromisos de
sus tareas, y gasta energía; muchos y muchas hoy andarán con su cruz trazada en
la frente.
Si eso es un
testimonio de fe, el mismo tiene que verse acompañado y refrendado por una vida
de acuerdo a esa fe. Y esa vida de acuerdo a la fe, demanda por sobre todo
Amor. Amor a Dios y amor al prójimo.
Si falla cualquiera
de los dos aspectos, de poco o nada sirve tener el símbolo de la cruz en la
frente, como no sea una actitud hipócrita, en la cual alguien quiere estarle
diciendo a los demás, “yo soy una persona buena, yo creo en Dios, yo soy
cristiano” pero por otro lado, lo desmiente a diario con actitudes reñidas con
esa cruz que hoy lleva estampada.
En el acto de trazar
la cruz con ceniza de las palmas quemadas el Domingo de Ramos del Año anterior,
el sacerdote pronuncia estas palabras: “Recuerda, hombre, que polvo eres, y al
polvo volverás.” (Génesis 3:19).
Es esencialmente un
llamado al arrepentimiento.
Por eso me sorprendió
cuando una persona católica amiga, salió de la iglesia desalentada, pues el
sacerdote casi puso más su cruz en el cabello que en la frente, y simplemente
le dijo: “Que te vaya bien”.
Un hecho realmente
insólito e inexplicable.
Pero dejando esa
anécdota de lado, lo esencial es que la persona que hoy lleva esa cruz en su
frente, tiene que responder por lo que ella significa, durante todo el año.
Y una cosa que
contradice radicalmente a esa cruz, que representa el Perdón de Dios a la Humanidad,
y el auto-sacrificio de Jesús, en bien de todos; es que la persona tenga un
corazón endurecido. Un corazón insensible ante el dolor humano. Un corazón que
no se acongoja ni compunge. En una palabra, un corazón de piedra.
Hablando al pueblo elegido por medio del profeta
Ezequiel, Dios dijo: “Os daré un corazón nuevo y pondré un
espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un
corazón de carne". Ezequiel 36.26
Y más
adelante en la historia, Jesús tendrá estas palabras para sus discípulos:
“¿Qué
discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?".
Marcos 8.17
Un corazón endurecido, significa petrificado, en el que se
han formado callos;
implica
ceguera y sordera espiritual, ser insensible, torpe y perder la capacidad
de entender
o comprender.
¿Cuáles son
las características de una persona con corazón endurecido?
Es insensible a la presencia de Dios y a las
reacciones que su Palabra debe producir.
Es incapaz de comprender el dolor de
una persona aún cuando sabe que está sufriendo.
Parecería difícil
poder congeniar una persona de corazón endurecido, terca, implacable,
insensible al dolor humano de otros, egocéntrica, altanera, despreciativa, con
el hecho de que hoy lleve una cruz de cenizas estampada en su frente.
Y sin embargo, esto
se da, muy lamentablemente.
Es que una cosa es la
tradición, y la práctica exterior de una religión, y otra cosa es
internalizar y vivir el mensaje esencial
de Dios revelado en la persona de Jesús.
Cuando esto sucede,
encontraremos corazones sensibles, solidarios, perdonadores, corazones
henchidos de amor.
Quiera Dios que al
inicio de esta Cuaresma, sean muchos/as los que realmente lleven con honestidad
esa cruz en su frente. Y eso significa, vivir de acuerdo a los valores que esa
cruz representa.
Ser compasivo. Tener
piedad. No pasar indiferente delante del menesteroso, ni de quien está herido
pidiendo ayuda, sino disponer del tiempo, la voluntad, la paciencia y el afecto
humano elemental, para socorrer, para aliviar el dolor, para restablecer la
integridad de la persona afectada.
Las heridas a veces
son físicas, pero otras son del alma. En ambos casos, la auténtica actitud
cristiana, es una sola.
enigma
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