El machista parte de la base de que la mujer es inferior a él, que está para servirle, obedecerle, complacerle en todo, y él no se siente obligado a nada.
Un dibujo de los años 40 revela bien cómo se ilustraba el rol femenino.
Si acaso ella se revela o reclama algún derecho, él no la escucha, o de último ejerce presiones psicológicas o bien directamente la castiga físicamente.
Si además de machista, el individuo es alcohólico, el descontrol de su persona puede ser total, llegando hasta matar a su mujer.
Estos dramas profundamente lamentables, son vividos en medio del temor y el terror, y de silencio, dentro de hogares a lo largo y ancho de América Latina. Esas mujeres dominadas y maltratadas no hablan por temor a perder el techo que las cobija. Por temor a quedar desamparadas y no saber qué hacer con sus hijos.
Porque además, el machista difícilmente si se casa, sea capaz de inscribir legalmente la propiedad de una vivienda a nombre de ambos cónyuges. Será la suya de él, y de nadie más. La esposa a esos efectos no cuenta. Con lo cual, ella está permanentemene con la espada de damocles pendiendo de su cabeza.
Si ella se rebela, si un día quiere independizarse, si se enfrenta a su marido y le dice las verdades que él no quiere oir, él puede ponerla "de patitas en la calle" y ella se queda sin nada. Posiblemente sin la tenencia de los hijos, pero además, sin techo.
Así de perversa e injusta es la situación que muchas mujeres calladamente, tienen que soportar.
Pero, como decía en mi artículo anterior, ¿de dónde procede esa consideración de que el hombre es superior a la mujer?
Pues sencillamente de la Biblia. Y ha sido trasladada por siglos hasta el presente mediante las iglesias, sus autoridades, sus sacerdotes y pastores.
Tengan un poco de paciencia y lo voy a explicar claramente.
Primero que nada, ya he dicho que lo que llamamos cristianismo, es en realidad un paulinismo.
Que a pesar de que Emmanuel (Jesús) es quien debe primar en toda enseñanza útil para una vida nueva y diferente, es Pablo (Saulo de Tarso, el fariseo) quien transforma la fe prístina y sencilla de la gente, en una religión con sus criterios personales redactados en cartas que circulan por toda el Asia Menor.
Las iglesias hasta el dia de hoy siguen nutriéndose de los conceptos de Pablo, como si fuesen poco menos que estrictas leyes.
Es así que Pablo comienza por justificar la supremacía del hombre sobre la mujer basándose en un segundo relato de la creación que está en el libro del Génesis (el primer libro de la Biblia). En efecto, en Gé. 2:18 y 21-22 se lee:
18 Y dijo Yahveh Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré
ayuda idónea para él. 21 Entonces Yahveh Dios hizo caer
sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y
cerró la carne en su lugar
22 Y de la costilla que Yahveh Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y
la trajo al hombre.
Es sobre esta base, que Pablo escribe en su Primera Carta a los Corintios 11:7-9:
7 Pues el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya
que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. 8 Porque el hombre no procede[c] de la mujer, sino
la mujer del hombre; 9 pues en
verdad el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del
hombre.
Pero detengámonos un momento aquí. Porque Pablo omite deliberadamente referirse al primer relato de la creación que está en el mismo libro del Génesis, pero antes, apenas en el primer capítulo, en el versículo 27. Allí está escrito:
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó.
Este texto es sumamente importante, diría importantísimo, porque revela claramente dos cosas:
1) Dios crea al ser humano a su imagen, varón y hembra. Ergo: Dios es Él y es Ella, o sea, la potencia creadora de Dios contiene ambos géneros y no uno.
2) Varón y hembra son creados por igual "a imagen de Dios", ninguno es más que el otro, ambos están en pie de igualdad, ambos tienen el mismo honor, la misma dignidad.
Pero el fariseo Pablo, con un criterio bien de su época (pero que no deriva de ninguna enseñanza de Jesús), pretende imponer la preponderancia del hombre sobre la mujer, usando el segundo relato del Génesis y omitiendo deliberadamente este primer relato.
Es debido a ese su entendimiento de las cosas, --el mismo que se transmite aún hoy en las iglesias-- que se acepta, admite y soporta que se lea lo siguiente en la Primera Carta a los Corintios 11:3:
Pero quiero
que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es
el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios.…
De modo que en la mente de Pablo, hay un orden jerárquico que es el siguiente: 1) Dios, 2) Cristo, 3) hombre, 4) mujer.
Esto le lleva a algo peor, a trazar una analogía entre Cristo y la iglesia, por un lado, y el hombre y la mujer por el otro, dando base "teológica" (entre comillas) al machismo que áun subsiste. Vean si no. Pablo escribe en la Carta a los Efesios 5:22-24:
22Las mujeres estén sometidas a sus
propios maridos como al Señor. 23Porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el
Salvador del cuerpo. 24Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo,
también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.…
Está bien claro que Pablo predica el sometimiento de la mujer a su marido, y vuelve a fundamentarlo en la comparación del hombre como cabeza --parte jerárquica-- de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia.
Este horror teológico, esta distorsión gravisima que arranca con la segunda versión de la creación del Génesis en el A.T. la recoge Pablo y las iglesias la hacen parte integral de sus enseñanzas por siglos llegando hasta el presente.
Pero esa no es la enseñanza que se desprende del propio Emmanuel (Jesús).
Jesús dignifica a la mujer pecadora, cuando a punto de ser muerta por apedreamiento hace que sus acusadores tomen conciencia de sus propios pecados, y a ella la ibera diciéndole: "Vete y no peques más".
Jesús va a permitir que María Magdalena --en presencia de sus otros discípulos, todos hombres-- esté con la cabeza descubierta y con sus cabellos enjugue sus pies en perfume.
Jesús, atravesando toda barrera de separación, y toda convención social de su tiempo, se pone a hablar en público con una mujer. Pero además, siendo él judío, lo hace con una samaritana, con quienes los judíos no se trataban.
Y serán los Evangelios los que darán cuenta de que María Magdalena es la primer mujer que va al sepulcro de Jesús y lo encuentra vacío, comunicándolo entonces a los demás discípulos.
De lo cual que se deduce que María Magdalena estaba en el círculo de los discípulos directos de Jesús. Círculo al que obviamente nunca perteneció Pablo.
Se podrá decir en descargo de Pablo, que en su carta a los Efesios, en el mismo capítulo 5 mencionado anteriormente, versículo 25 escribe:
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella
Éste, por supuesto, es un llamado de muy fuerte contenido.
Cabe la objeción de que Cristo amó a la humanidad, y se entregó a sí mismo por toda la humanidad.
Pero en la mente de Pablo, que transforma la vida simple y sencilla de los discípulos de Jesús en "iglesia-institución", llega al reduccionismo de que Jesús amó a la iglesia y se entregó por ella.
Pablo transforma la universalidad del sacrificio de Jesús, en hacerlo particular de y para la iglesia. ¡Eso es un grave error!
Cabe la objeción de que Cristo amó a la humanidad, y se entregó a sí mismo por toda la humanidad.
Pero en la mente de Pablo, que transforma la vida simple y sencilla de los discípulos de Jesús en "iglesia-institución", llega al reduccionismo de que Jesús amó a la iglesia y se entregó por ella.
Pablo transforma la universalidad del sacrificio de Jesús, en hacerlo particular de y para la iglesia. ¡Eso es un grave error!
Si el marido tiene que amar a su mujer como Cristo amó a la humanidad y se entregó a sí mismo por ella, entonces el marido tiene que hasta dar su vida por su mujer, si ello fuera necesario.
El marido tiene que sacrificarse por su mujer. El marido por sobre todas las cosas tiene que amarla con toda su alma, y ese amor lleva al respeto, a la dignificación del ser amado, a tratar con calidad y caballerosidad, a evitar los enfrentamientos, las peleas, y a buscar permanentemente el perdón y la reconciliación.
Esos son los auténticos valores que deben transmitirse.
Hombre y mujer son iguales ante Dios, no hay preponderancia del uno sobre la otra.
Si las palabras de Pablo podían ser una regla moral para el Siglo I de nuestra era, no lo pueden ser ya para el Siglo XXI.
Porque la realidad socio-cultural de hoy es otra totalmente diferente. Porque esta realidad que recoge las instancias, iniciativas y movimientos a fines del Siglo XIX, e inicios del Siglo XX de la emancipación de la mujer, de su derecho al voto, de su derecho a estudiar y seguir una carrera profesional, deriva en una situación diferente en el binomio hombre mujer, y en la relación de pareja: igualdad y complementareidad.
Esto es lo actual. Y sobre esta base, el anacrónico machismo, no puede tener lugar.
enigma
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