Thursday, March 27, 2014

LA VIOLENCIA


VIOLENCIA....una horrorosa palabra que no debería existir en el espíritu humano, en las mentes de seres que se pretende son humanos, y que no debería culminar en hechos que son siempre profundametne lamentables.

La violencia surge en el fondo como una expresión bárbara y brutal, que no conoce límites, y que es fruto de gente que actúa bajo la influencia de drogas, de alcohol, o de factores que les agrupan como patotas, ya sean estos factores deportivos, políticos o ideológicos.

Así, en un partido de fútbol que tuvo lugar en Montevideo, la capital de Uruguay, una hinchada arremetió contra otra y finalmente atacaron a la policía que fue a cumplir su obligación de mantener el orden. Hubo policías y manifestantes lastimados, y destrozos a granel en el legendario Estadio Centenario.
 
Sería bueno, de poderse hacer, determinar uno por uno, entre esos bárbaros, qué nivel de educación poseen. Porque se me hace que no ha de pasar de escuela primaria si acaso, aunque el hinchismo irracional prende en mentes perturbadas, y el sentido de impunidad por actuar en grupo, les anima a cometer actos que solos, y librados a sus propios recursos, no los harían.

Pero de la misma manera, hoy en ciudad México, también otro grupo ---en este caso de estudiantes universitarios--- (si realmente todos lo son, y habría que averiguar a qué nivel, cuántas materias han dado, cuánto han avanzado en sus carreras) supónese que anarquistas (¡véase qué anacronismo!) armados de su ideología que se dice "libertaria", mostraron ser esclavos de lo peor de sí mismos.

Ser violentos a pretexto de reclamar "libertad". Pero no es libertad para arruinar un edificio que es emblemático del México culto y cultivado, para pintarrajearlo con "slogans" de odio, ni es libertad para ocupar desde hace meses una sala de actos a la que estos individuos le han cambiado el nombre por el del cruel terrorista argentino Ernesto "Ché" Guevara. Esa no es libertad, sino que la libertad de utilizar esa sala de actos a fines universitarios y académicos, se ve conculcada por esa ocupación, y el desplante de estos individuos que--mientras la ocupan-- ¡tampoco estudian!

Tal vez estos "univesitarios" ni conocen el concepto expresado tan elocuentemente por Jean-Paul Sartre: "Mi libertad se termina donde empieza la de los demás."

Pigmeos mentales, títeres energúmenos de quienes les manipulan ideológicamente, prestan sus personas y sus vidas para la destrucción, la violencia, y la degradación de sí mismos, sin siquiera tomar conciencia de ello.
Sólo provocan lástima enorme.

Pero este fenómeno de la violencia, que algunos pretenden justificar por razones sociales, realmente merece una consideración a fondo por parte de psiquiatras, autoridades de los países, y yo en lo personal, reclamo la responsabilidad de los educadores.

Porque ¿cómo y de qué manera se ha educado a individuos que a los 18 o 23 años  son capaces de acometer tales actos de barbarie?  Ya no hablemos sólo de la ausencia o de la deficiente paternidad, y de la irresponsabilidad de los progenitores en el ejercicio de la patria potestad.

Es lo mismo que ocurrió con aquellos que luego lloran que sus hijos fueron muertos entre enfrentamientos de la guerrilla a la cual se afiliaron y las fuerzas del orden de un país. 

Más de una vez me pregunté, mientras vi ocurrir eso a mi alrededor, ¿dónde y qué hacían los padres de esos muchachos y muchachas?, pero claro, algunos de esos progenitores ya estaban también ideológicamente trabajados, por lo que no desanimaban a sus hijos en el idealismo que éstos ponían en la causa en la cual creían.

Es triste y lamentable el saldo que arroja la violencia, cualquiera sea ésta.

Triste para las sociedades, porque la violencia no construye, destruye.
Porque la violencia crea innecesarias tensiones sociales y arruina las relaciones interpersonales.

La misma violencia que se da en lugares de trabajo, donde a veces un colega puede llegar a insultar, y hasta amenazar con tomarse a golpes, en lugar de buscar los medios adecuados para zanjar una situación tensa, debida a la tarea a realizar.

Por supuesto que todo esto a lo que me he referido es violencia física.

Pero está la otra, la que por ser más sutil o solapada, no deja de ser violencia al fin. O sea, el atropello de la dignidad, la honorabilidad y el respeto de una persona, por parte de otra.

Ese atropello también se lleva a cabo, cuando no se procura tener empatía. Cuando por el contrario se desprecia al otro, se le destrata de palabra y en los hechos. Se cortan las comunicaciones, no hay diálogo (base para una relación entre seres racionales) y se gesta cada vez una acumulación de mayor tensión entre las partes.

O la violencia de la imposición de prohibiciones o criterios dentro del hogar, la violencia de celos que llevan a un control cuasi policíaco de la pareja, y cosas semejantes. 

Todas esas son formas de violencia, y todas ellas igualmente deplorables.

De todo eso es menester tomar clara conciencia para no hacerse eco ni copartícipe de violencia bajo ningún concepto y por ninguna razón.

Y en esto tenemos que contribuir todos.  Padres, maestros, profesores, jefes, directores, gerentes, presidentes, etc. como marcadores y ejemplos de pautas a seguir.

Y entre pares, donde la empatía, el colocarse en el lugar del otro, el no dejar nunca de ver en el otro a un ser humano, es fundamental.

Por eso los violentos y el violentismo me preocupan. Me preocupan esos seres humanos desperdiciados en aras de la violencia. Y me preocupa el violentismo como la peor forma de la carencia de auténtico relacionamiento humano.
 

 enigma

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