Mi esposa está enferma de cáncer. Va por su quinta quimioterapia, y la enfermedad no cede. Le ha tocado de la especie peor.
A veces es difícil hallar consuelo en lo que es injusto. Por lo menos a los ojos humanos.
¿Por qué a ella?, ¿por qué así?
Su ánimo sigue fuerte y firme, sus ganas de ser y hacer están ahí, a flor de piel, pero el mal no da tregua.
En medio de esta situación, surgen las palabras de aliento, las presencias sorpresivas, los presentes inesperados.
Gente amiga de años se ha hecho presente en nuestro hogar los últimos dos fines de semana. Le han querido ver, estrechar en un abrazo, expresarle sus deseos de mejoría, y sobre todo, de una fe indomeñable que obliga a encomendarse a Dios.
Anoche llegaba de mi tarea, y en la puerta de casa me encuentro con un globo que decía “Que te mejores”, y un hermosísimo ramo de flores en un jarrón, junto a una tarjeta con dedicatoria de su ex manager.
Una amiga llama desde Florida, para saber cómo sigue.
Los mensajes por internet son incontables.
Y todo eso significa cariño, reconocimiento, valoración, solidaridad.
Es magnífico que haya tantas personas con esa actitud, reconforta y alienta.
Son hechos que hay que saber valorar.
enigma
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