Nadie la tiene todas las veces. Empezando por mi mismo.
Siempre es cierto la máxima "errare humanum est", errar es humano, y por cuanto soy muy humano, erro como el mejor.
Lo cual no me exime de la responsabilidad de mis errores. Porque también pienso que el mayor acto de soberbia que alguien puede cometer es no reconocer sus errores, y no hacerse responsable por sus dichos --todos-- y sus actos --todos.
En ese sentido, soy responsable, me hago responsable.
Pero considero que si bien el poster que engalana este escrito es correcto, la humildad no consiste sólo en desistir de querer tener siempre la razón... Para mi, primero que nada, consiste en reconocer los errores que se han cometido.
Por naturaleza, cuando me propongo una meta, trabajo incansablemente hasta lograrla.
Me ha pasado pintando mi casa, o planificando un viaje, o escribiendo un libro. Hasta que no está finiquitado, hasta que no veo culminado el resultado de mis esfuerzos, no me doy por satisfecho. Y entre tanto no he llegado al final, sigo tenazmente haciendo todo lo posible por lograrlo.
Me gusta ver resultados. Me gusta hacer realidad un sueño.
Es un poco como cuando anhelamos tener algo, y de pronto, juntamos el dinero suficiente para adquirirlo y lo compramos. Una vez que está en nuestras manos y es nuestro, nos provoca un enorme placer, un gran sentido de compensación. Después de todo, ese sentir está en buena parte de la razón por la cual salimos de compras.Pero digo esto simplemente como una metáfora.
Se trata en esencia de la satisfacción de lograr algo que de pronto por mucho tiempo hemos querido alcanzar. El deportista que llega a clasificarse, el estudiante que obtiene su título, la madre que da a luz un hijo. Esas no son cosas que se compran o adquieren, pero son bienes enormemente perdurables y una recompensa a nuestros firmes propósitos, objetivos, y esfuerzos realizados.
La poca experiencia en un área de las relaciones humanas, --diría mejor la casi total inexperiencia-- me ha llevado a cometer errores de los cuales me arrepiento muy sinceramente. Esos errores obviamente no estuvieron claros para mi cuando los cometí. Más aún, si me hubiese dado cuenta, no los hubiera cometido, porque como un "boomerang" se volvieron contra mis más fervorosos anhelos y esperanzas.
Dije cosas cuando debí mantener silencio. Comprometí a terceras personas, cuando debí callar. Creé problemas en un ámbito donde no debió haber ninguno.. En una plabra: me equivoqué y me equivoqué gravemente.
En el camino me olvidé de muchas cosas...siempre mirando hacia adelante, siempre persiguiendo la meta principal. Pero...un repaso que he hecho de lo que que quedó atrás, de los sucesos e insucesos vividos, me reveló con diáfana claridad mis errores, mis equivocaciones, mi terquedad en no querer admitir argumentos y situaciones que tendrían que haberme hecho reflexionar.
Me he visto desmesuradamente ambicioso, me he visto absurdamente insistente, me he visto sordo a escuchar verdaderamente a terceros. Me he visto cerrado a admitir y aceptar las razones de la otra parte.
Hoy, reconozco todo eso, y humildemente pido perdón.
Yo sé que el daño hecho, ya está hecho. Sé que puede llevar tiempo repararlo. Sé que fueron varios los errores, no uno solo.
Pero así es como yo entiendo la humildad. Primero, reconocer mis errores; segundo, admitir que no siempre he tenido razón.
Y todavía queda algo, para completar sinceramente la humildad: saber conceder a terceros la razón que tenían y/o tienen. Saber recibir y aceptar sus argumentos, su realidad, su visión de las cosas, su entendimiento de las situaciones. Darse cuenta que muchas veces situaciones diferentes, hace que nos ubiquemos de manera equivocada en nuestra posición.
Y algo más: saber mantener silencio. Saber cuidar al máximo un secreto. No violar los códigos no escritos pero que se tendrían que dar por sabidos, de que toda indiscreción, todo comentario inapropiado, todo uso indebido --subrayo, y me doy cuenta ahora, indebido-- de este blog o de los medios sociales, para comentar, hablar, y hasta hacer literatura sobre ciertos temas, debió haber sido un "no, no".
Hoy lo entiendo, hoy lo comprendo, y por eso sinceramente, lo lamento muchisimo. Lo que me prometo a mi mismo, y a quien corresponda, es que eso no va a volver a repetirse.
La lección está aprendida. "En boca cerrada, no entran moscas".
Gracias por leerme.
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