Los peores golpes son en la nuca, traicioneros, absurdos.
Hoy recibí uno de esos. Indebido, innecesario, injustificado, pero real.
Y cuando ello ocurre, hay que adoptar la misma postura anímica que siempre se adopta ante una muerte.
Hay que decirse muy fuerte y convincentemente: "la vida continúa". Porque esa es la realidad. La realidad que supera a otras, que las deja atrás.
Toda despedida es triste. Recuerdo una, en Septiembre de 2010. En un aeropuerto: éramos dos a llorar, quien quedaba y yo que me iba.
Hoy no hay lugar para las lágrimas.
Mi espíritu se ha templado con la dureza del hierro, luego de haber pasado horas aciagas ante la muerte de mi esposa.
Hoy podría haber lugar para el hastío, la frustración, la contrariedad, la rabia, el odio, la revancha. De los tres primeros me hago cargo. De los tres últimos, no. No están en mi naturaleza.
Sólo sé que lo que va, viene. Que si se siembran vientos, se recogen tempestades. Que como una piedra arrojada en un estanque, las ondas expansivas que produce, se revierten y vuelven al centro que las originó.
Y eso es una ley de la naturaleza, que va más allá de nosotros mismos. Es inevitable.
La compañía de todos los amigos/as leales, sinceros, honestos, que me siguen y rodean, me permite sobrellevar y sobreponerme a esta insólita, destemplada, e inmerecida despedida.
La muerte es la única certidumbre que tenemos todos. Pero hay gente que muere aunque esté viva.
Hoy para mi, se murió alguien, y por eso, lo del título.
enigma
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