No sólo se trata de romper la rutina. El cuerpo todo necesita estar en otra posición, terminar con lo sedentario, mover los músculos, hacer latir más rápído el corazón, y que la sangre corra más rápida por el cuerpo. Es algo necesario y saludable.
Del mismo modo, luego de un año de trabajo, se tienen las merecidas y correspondientes vacaciones. El descanso es un derecho humano.
Y por tanto resulta bueno, conveniente y adecuado romper con la rutina. Que el acostarnos y levantarnos no esté regido por nuestro horario de trabajo, por la empresa a la que pertenezcamos, sino que hagamos de nuestro día lo que queramos y cómo lo queramos.
Vacacionarse es deshacer las ataduras diarias, y ser más uno mismo, olvidarse del reloj, y disfrutar las muchas cosas que la vida tiene para darnos. Un buen libro para leer, un buen viaje para conocer un lugar nuevo, gente diferente. Una salida hacia la expansión de las montañas, o de una playa y un mar donde la vista se pierde al infinito.
¿Y qué tal tomarse unas vacaciones de la otra rutina diaria que significa el matrimonio?
Por pocas horas siquiera, y cada tanto, un breve remanso, un olvidarse de todas las obligaciones hogareñas, y tener el placer de vivir momentos diferentes, romance, caricias, besos, ternura, dejando volar la imaginación, con ese ser tan especial que hemos encontrado, y que le sentimos como una especie de alma gemela.
Válido para ambos sexos: vacacionarse tanto el hombre como la mujer.
Y retomar el ritmo y la vida hogareña, sin reproches, sin recriminaciones, porque además ninguno de los dos tiene por qué saber lo que hizo el otro.
Es como esos terapéuticos descansos oficinescos, sólo que trasladado al ámbito hogar y matrimonio.
¿Por qué no? Conozco gente que lo practica. Y hasta sabiendo entre sí que lo practican. Sin ir más lejos, acá en Estados Unidos, conocí a dos parejas que practicaban esas vacaciones.
Y cuando se volvían a encontrar, pues, no pasaba nada grave, nadie estaba ofendido ni cosa semejante.
Claro, ese es un grado más avanzado, donde nadie tiene por qué ocultarle al otro que se ha tomado o va a tomar esa licencia.
Pero es más factible que todo se haga en forma extremadamente discreta y reservada, pero se haga, al fin.
Yo sé que a veces escribo cosas provocativas para generar una reacción. Y ésta sin duda es una de ellas.
A ver qué opinan y qué dicen ustedes. Los urbanitas, los habitantes de las ajetreadas, ruidosas, y superpobladas ciudades, ¿tienen o no derecho a tomarse unas vacaciones en sus matrimonios?
Estamos en el Siglo XXI, no en el XVII, las cosas han cambiado tanto que hasta a veces cuesta mantenerse al ritmo de los cambios. En todos los sentidos. Baste pensar en el ámbito cibernético.
Y bien, el matrimonio no puede escapar al ritmo de la época. A cambiar también, a ser otra cosa que una estructura rígida, inamovible, anquilosada. Esta de la licencia matrimonial, o vacación, es una de las nuevas cosas.
Pero claro, estoy hablando de parejas que llevan varios años como tales, gente que está conviviendo desde hace 15 o 20 años.
Especialmente cuando dentro de su matrimonio, no encuentran y no tienen ya el aliciente de lo nuevo, del territorio no explorado, de la experiencia diferente....
O cuando la pareja ha cundido en la rutina y no sabe o no se ha atrevido a ponerle sal y pimienta a su relación, usando de todo lo que la actualidad ofrece al respecto.
Diría algo fundamental para que se me entienda: El amor no está completo si no hay romance. El sexo no está completo si no hay erotismo.
Cuando ambos factores han dejado de incidir en la relación de pareja (o lo que es peor, de pronto casi no estuvieron nunca) entonces, un cambio radical se impone. O cambia la pareja por decisión propia y consensuada, o cada quien se toma su vacación.
Porque la vida está para que seamos felices y gocemos. No para que suframos en silencio, lloremos en soledad, y nos sintamos desdichados.
enigma
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