No parasita, está activo, nos influye, de momentos casi nos destruye, lo superamos con paciencia, con tesón, pero sabemos que sigue allí...
Es el bichito de la duda.
Y en general la duda es sinónimo de lo que ignoramos, de lo que no podemos conocer, de lo que no se nos dice, no se nos revela, de lo que no somos capaces de intuir, o no somos capaces de descubrir, por circunstancias complicadas o adversas.
Sólo una investigación en el terreno de los hechos, sólo hablando con buena cantidad de personas, sólo siguiendo e indagando, es posible de pronto hallar la verdad, tener respuestas, agradables o desagradables, pero que disiparían de una vez por todas nuestra duda.
Duda que surge de no saber si se nos dice verdad o mentira. Duda que surge de la incomunicación y el silencio, o la escasa y superficial comunicación.
Duda que deja márgenes de especulación en la que no es conveniente entrar porque de pronto se termina siendo totalmente injusto.
Confesemos, esa duda es como un bichito metido dentro nuestro. Y un bichito que molesta, que perturba, que por momentos se transforma en desconfianza activa, y en furia contenida, en ganas de de emprender iniciativas y acciones sin importar las consecuencias que ello pudiera traer aparejadas.
Pero somos tiernos, no egoístas ni egocéntricos. Entonces reparamos en el daño que podríamos ocasionar y nos detenemos, meditamos, procuramos el equilibrio interior, la armonía y la paz.
Quizás compensamos toda esa lucha interna, sorda, silente, pero real, con la dulce amistad que nos proporciona un ser excepcional. Una especie de ángel cálido y sensual, una amorosa apasionada y desmedida, que nos envuelve y arrulla dentro de un capullo de sexo y pasión. Ella aquieta nuestra herida, ella nos devuelve la confianza, ella nos hace sentir plenos, vibrantes, sensibles, activos, seguros.
Ella nos sobrepone a toda duda, a toda incomunicación, a todo silencio. Porque su propuesta no necesita de explicaciones. Es el encuentro en total libertad, sin condicionamientos, sin tabúes ni ataduras. Su propuesta se da en la acción, en la entrega recíproca y total, en la hermosura de la fragancia humana.
La duda podrá seguir existiendo, pero ya no nos preocupa ni nos desvela. Algún día se aclarará todo. Algún día un diálogo --fecundo si tal-- será capaz de manifestar la realidad, y establecer diafanamente la verdad.
Entre tanto, seguimos viviendo, latiendo, estando. Y en tanto ello es así, somos un polo de diálogo, seguimos siendo protagonistas, seguimos siendo interlocutores válidos.
Y seguimos ofreciendo nuestra amistad a raudales y sin condiciones, para que se aprenda quiénes y cómo somos.
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