No es necesario ir al Espacio para tener un sustancial cambio de perspectiva de nuestra vida, y de lo que somos y no somos los seres humanos.
Para ello basta subir a un avión y viajar a unos 10 mil metros de altura. Cuando las carreteras son líneas, cuando no se disciernen los vehículos, cuando nos damos cuenta que si el avión fallara, dejaríamos de existir en un instante, entonces nos sobresalta la conciencia de lo efímeros que somos.
En tanto, y por otra parte, el viaje en el avión es una expresión más de esa fé que depositamos a diario en organizaciones en las que confiamos sin conocerlas al detalle, y en una tripulción de la cual si a caso se nos informa el nombre del capitán de la nave, su segundo y el de alguna azafata. Fé en desconocidos...
Pero lo más importante es que el viaje a 10 mil o aún a 3 mil metros, nos cambia la perspectiva, porque de pronto nos damos cuenta de lo insignificantemente pequeños que somos. De lo absurdo de las fronteras y las divisiones de la Tierra una. De cómo arrastramos historia, pasiones, nacionalismos y discriminaciones que nos dividen y hasta nos vuelven unos contra otros, en lugar de vivir para cuidar del planeta, de su clima, de sus recursos, para no contaminarlo, para asegurar para todos una vida más sana, y nos olvidamos de vivir en paz, en armonía unos con otros, edificando un futuro seguro, un futuro en el respeto mutuo y no en el dominio impuesto por las armas.
Y esa altura en la que nos encontramos, nos pone claramente de manifiesto el sinsentido de nuestras reyertas, nuestras peleas al nivel que sea. Lo miserable de las ignominias humanas, de las persecuciones, de las falsas acusaciones, de las calumnias, las diatribas y las difamaciones. Nos pone de manifiesto también la excecrable actitud de gente cobarde que no enfrenta las situaciones humanas con la responsabilidad que les corresponde, para que no se atropellen derechos sagrados, para que no se avasallen las libertades y para que se respete la dignidad de cada individuo.
En resumen, somos pequeñísimos, insignificantes, como para vivir a nivel cero en permanentes antagonismos, divisiones, enfrentamientos o inventando enemigos. ¡Qué tristeza me da que mis semejantes sean tan ciegos!
Debemos auspiciar, fomentar, hacer crecer, amplificar al máximo una conciencia planetaria. El planeta todo es nuestro hogar. Somos ciudadanos del mundo. Somos una sola humanidad.
Tal vez, si cuando tenemos la experiencia de volar, reflexionáramos en estas cosas, es posible que cuando tocásemos tierra comenzásemos a ser diferentes y a sentirnos diferentes. Nos sintamos como viniendo de un proceso de humanización tal, en que de pronto nos percatamos que todos los problemas, las confrontaciones, las dudas, las tensiones, las angustias que tuvimos al tomar el vuelo, se han transformado, han quedado atrás. ¡Hemos adquirido otra perspectiva!
enigma
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