Sí….el amor, el auténtico, el verdadero, ese que no se mata, no se vende, ni se extingue, también lastima, causa pena, dolor.
Es sólo por amor, que el corazón rompe en llanto desconsolado y sólo Dios conoce esos momentos íntimos de una tristeza que lo invade todo, y nos doblega en sufrimiento.
Es sólo por amor que se acumulan en serie las noches de insomnio y desvelo, pensando en ella…sintiendo su ausencia….sintiendo la incertidumbre de no saber de pronto dónde está, o –aún sabiéndolo-- dónde está en su momento de vida, en su corazón, en sus sentimientos. ¿Dónde se ubica, cómo siente con respecto a uno, cuánto siente por uno?.
Y hay cosas…cosas que no se pueden decir por correo electrónico, ni en un diálogo cibernético, ni en una conversación telefónica. Hay cosas que sólo se pueden decir cara a cara, frente a frente, mirando a los ojos. Hay vivencias que sólo se tienen y obtienen de esa manera, y no hay otra. Porque nada finalmente sustituye al encuentro personal. Porque sólo el encuentro personal viabiliza la expresión más cabal de nuestros sentimientos, y es el campo fecundo para una interacción personal insustituible.
Quiero sí mirarme en tus ojos, aunque sea por última vez. Quiero en palabras suaves gritarte mi verdad, quiero ver delante mío tu reacción, quiero estrecharte entre mis brazos, aunque sea por úlima vez, besar tus hermosos labios…y luego…luego escuchar cuanto me tengas que decir.
Quiero sentir el latido de tu corazón golpeteando en mi pecho, percibir tu respiración acelerada, palpar el sudor de tus manos, y oírte decir de nuevo, aunque sea por última vez, “te quiero…te quiero muuucho!”…
enigma
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