Saturday, November 26, 2011

Gente que vive a entusiasmos

Alguien que dice llamarse Ivern Ball, --más probablemente un pseudónimo, tal vez perteneciente a algún periodista-- ha escrito: "El conocimiento es poder, pero el entusiasmo mueve la palanca".

Es cierto, cuando emprendemos una tarea, no importa cual, con entusiasmo, la seguimos hasta culminarla, y una vez finiquitada nos alborozamos de lo logrado.

Al menos a mi me pasa eso. Si me entusiasmo con algo, no me doy el lujo de abandonar ese algo por la mitad, yo voy "all the way" (como dice la canción de mi favorito Frank Sinatra), todo el camino, hasta el final, hasta el logro, hasta la medalla, hasta la corona.

De otra manera, todo lo laborado y logrado, se transformaría en un inmeinso sin sentido. Y si de algo me precio, es de que mi vida tenga sentido, es que lo que siento, pienso y digo, tenga sentido.

El entusiasmo no nos debe obnubilar o cegar para no ver los inconvenientes, las dificultades, los obstáculos. Pero... se ven para solucionar los inconvenientes, vencer las dificultades, sobrepasar los obstáculos. Porque tiene que haber una meta, un propósito definido, un acontecimiento futuro al que se quiere llegar.

Ese es el entusiasmo firme, el entusiasmo impregnado de sentido, el entusiasmo con seriedad y responsabilidad, el entusiasmo que nos compromete con un ideal, una causa, un propósito.

Hay gente en cambio, que vive de entusiasmos, que es algo muy distinto. Son algo así como pequeños chispazos o arranques volitivos. Hoy quiero aquello y me entusiasma. Mañana, será lo otro.

Se entusiasman y no paran hasta comprarse la novela, o el televisor de alta definición, o la laptop Apple, o comprarse el último CD de Lady Gaga, porque está en onda, es la moda, es "cool", todo el mundo lo tiene....y cualquier otra razón banal, superficial, estúpida, que pueda ocurrírsenos.

Es como los que ayer viernes, llamado "viernes negro", inmediato al Día de Dar Gracias, van a hacer fila desde altas horas de la madrugada, frente a negocios, que lo único que hacen es explotar la estulticia pública, a pretexto de grandes ofertas, con tal de vender y vender. Los adoradores del dios dinero, sólo piensan en eso, y sólo quieren eso. Dueños de los negocios, manipuilan a las masas para que gasten. Y como ovejitas al matadero, ahí se reúnen con entusiasmo, para asaltar el negocio apenas abre sus puertas, lanzándose ávidos, al i-Pad, al juguete, a las sábanas, a la ropa, al televisor de 50 pulgadas, o a cualquier cosa que se venda.

Suele ocurir que al "viernes negro" le sucede un lunes de devolución. Cuando el entusiasmo pasó, cuando piensan en lo que gastaron, cuando recuperan el sentido común y analizan en qué medida necesitan realmente aquello para lo cual se endeudaron, entonces van y devuelven la mercadería. Algo que aquí en Estados Unidos se puede hacer y los negocios lo respetan.

Pero amigos, si somos más centrados, si pensamos mejor, si ponemos en funcionamiento nuestra inteligencia, no deberíamos caer en semejantes entusiasmos repentinos que se parecen a los antojos de los niños ("quiero ese juguete"), o a los fuegos artificiales.

Actuando con aplomo, con sentido común, es nuestra opción poder discernir qué es lo que realmente necesitamos, y qué cosas son superfluas, gustos que no tenemos por qué sacarnos, o finalmente, deudas que no tenemos por qué contraer. Cada quien, claro está, sabe dónde le aprieta el zapato, y cómo y cuánto tiene que apretarse el cinturón.

Los entusiasmos pasajeros, --me encariñé con el gatito, o de pronto, con una persona-- no persiguen ningún fin claro, no tienen un propósito definido, carecen de meta, y de un futuro realizable. Son arquitecturas endebles construidas en la marcha, para --eventualmente-- disfrutarlas al momento y nada más. Así lo sienten y lo experimentan esas personas que viven de entusiasmos. Hoy esto, mañana aquello. Hoy éste/a, mañana aquel/la otro/a.

Esos entusiasmos son incongruentes, vacíos de contenido, se agotan en sí mismos.

El verdadero entusiasmo, es obra de largo alcance, tiene meta y propósito, y se vive para lograrlo.



enigma


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