Los científicos del Departamento de Máquinas de Aprendizaje de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, vienen trabajando desde hace años en procura de lograr detectar con imágenes del cerebro, un reconocimiento de palabras o ideas.
El germen de lo que a mi me agradaría que existiera está allí, pero llevará seguramente décadas antes de que se logre obtener una máquina o aparato electrónico inteligente que pueda realmente leer nuestra mente.
Para mi sería una panacea, porque mucho mejor que un polígrafo, permitiría establecer sin la más mínima sombra de duda, cuáles son los contenidos de nuestros pensamientos, cuáles los de nuestras emociones.
Y todo eso se traduciría en datos fehacientes que corroborarían la autenticidad de nuestros dichos.
Este instrumento me resultaría ideal para convencer a ciertas personas de que uno no está ocultando cosas, o disfrazándolas, sino que uno es auténtico, y por sobre todo, sincero, que está diciendo la verdad.
Yo jamás he tomado a ninguna persona por un entretenimiento, o un pasatiempo agradable. Jamás. Mi respeto hacia los otros seres humanos, y mis principios éticos me impiden tal cosa.
Mucho menos, he jugado nunca con los sentimientos de nadie. Esos son sagrados.
Tampoco claro está me agrada la idea de que alguien me tomase a mi como un entretenimiento para satisfacción egocéntrica, o que jugase con mis sentimientos nobles, auténticos y genuinos.
Pero a veces me digo, ¡cuánto daría porque existiera ese instrumento, para despejar toda duda en quien la pudiera tener, acerca de mis reales pensamientos, sentimientos e intenciones.
Más de cuatro creo que quedarían "con las patas para arriba" como solemos decir popularmente, porque se llevarían tremendos chascos ante sus actitudes de injustificada desconfianza o sospecha.
Y tal vez, alguna persona terminaría por sentirse muy mal consigo misma por no haber creído y confiado en mis expresiones.
Pero por ahora, habrá que conceder que se nos puede juzgar en forma totalmente errada, a pesar de nuestra honestidad intelectual, y nuestra sinceridad.
Porque lamentablemente no depende sólo de cómo uno actúa o procede, sino de cómo es visto o interpretado por terceros.
enigma
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