*Tener idea o captar por medio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y circunstancias de las personas o las cosas.
*Reconocer, percibir una cosa o una persona como distinta de todo lo demás.
*Saber, entender.
*Tener trato y comunicación con alguien.
*Tener relaciones sexuales con alguien (recogiendo la acepción de la palabra hebrea "yada").
Considero que uno de los aspectos muy importantes en toda relación humana, al nivel que sea, es conocerse bien.
Aplicando las definiciones anteriores, implica primero que nada captar la naturaleza, cualidades y circunstancias de una determinada persona. De mi punto de vista, muy especialmente captar su naturaleza y cualidades.
En resumen: ¿qué clase de persona es?, ¿cómo opina, qué piensa, cómo actúa?, ¿cuáles son sus gustos, sus tendencias?, ¿cómo y cuánto respeta a los demás? ¿cómo es su relacionamiento con las personas?, ¿qué tal es su carácter?
En base a todo esto, es posible entonces distinguir a una persona de todas las demás. Porque hay cualidades que son únicas de cada quien. Nadie es repetible, cada quien tiene su particular impronta personal.
Todo ello, nos conduce a lo largo del tiempo a entender a la otra persona, a captarla en su expresión total, a valorarla por cómo es y quién es.
Es obvio que para que haya conocimiento, tiene necesariamente que haber trato, comunicación, intercambio de puntos de vista, experiencias vividas juntos. Para verdaderamente conocerse, las personas tienen que tratarse cara a cara. Compartir momentos de vida.
Y completando todo este cuadro, la Real Academia Española, entre las acepciones del verbo conocer incluye una en la que seguramente pocos piensan. En hebreo bíblico, el concepto de conocer se refiere a la relación sexual.
En el Antiguo Testamento, se dice que "David no conoció a Abisag", esto es, no tuvo relaciones sexuales con ella.
En el Nuevo Testamento, cuando el ángel Gabriel le anuncia a María que tendrá un hijo, ella pregunta:"¿cómo será esto? pues no conozco varón."
En esta acepción, conocer es llevado a su máxima expresión.
Verdaderamente, cuando se llega a la relación sexual, (no a la casual, por deporte, diversión, irresponsable y falta de ética) sino a la madura, a la querida, a la ansiada, anhelada, a la que es como un río de sentimientos desembocando en el mar, pues, se conoce plenamente a la otra persona, y en la relación íntima, se le termina de conocer por completo.
Se conocen en la intimidad, su cuerpo, su piel, sus gustos, su excitación, sus reacciones. Es el máximo.
Héte aquí pues, que hay toda una gradación en el conocerse.
Tal vez por ello, el genial Leonardo Da Vinci dijo: "Cuanto más se conoce, más se ama".
Pero obviamente, sería absurdo pensar que para conocer propiamente a una persona tenermos que llegar a intimar con ella y si no, no le conocemos lo suficiente.
Bástenos tener trato y comunicación con alguien, trato fluido, frecuente, sostenido. Un trato que no se corta, una comunicación que no se interrumpe, un respeto, al menos; un afecto o cariño, en más, como fundamento de la relación misma, del conocimiento mutuo.
Ello es sumamente importante. Porque cuando dos personas se conocen bien, saben qué puede esperar una de la otra. Saben cómo tratarse. Qué temas o actitudes evitar, y cuáles por el contrario fomentar.
Claro que en todo momento parto de la base de que se trata de personas normales, que están en sus cabales, que son responsables, coherentes. Que tienen una clara línea en su pensar y en su accionar.
Conocerse bien, pues, es una clave del éxito en la relación humana.
enigma
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