En una sociedad cada vez más secularizada y deliberadamente llevada a vivir sin fé, o por lo menos fuera del contexto judeo-cristiano, la fecha cada vez tiene menos de su significado original: cuando los peregrinos que llegaron a estas tierras buscando libertad religiosa, dieron gracias a Dios por sus primeras cosechas.
Pero queda la tradición, o sea, el revestimiento sin contenido, diría yo. Y la gente se desea "Happy Thanksgiving Day!" un día en que --mucho más que en Navidad-- la familia se reúne, y llegan gentes de todas partes al hogar de sus padres, para darse cita tal vez por única oportunidad en todo un año.
Se come el tradicional pavo relleno con especias, acompañado de verduras, puré de arándanos, y otras delicias como la tartas, etc. La fecha termina siendo una especie de fiesta gastronómica.
Luego ya se vienen las fiestas tradicionales, y otra vez, los saludos de "Feliz Navidad" y "Feliz Año Nuevo".
Bueno es detenerse un poco para reflexionar sobre tantos deseos de felicidad, y dónde está ésta, dónde la hallamos con seguridad.
Nuestra felicidad es nuestra. No es de otros, no depende de otros.
Nuestra felicidad no nos la proporcionan las cosas. Nuestra felicidad no es la alhaja que nos regalaron, o el auto que compramos, o la casa que estrenamos, o el beso de nuestra enamorada.
La felicidad la llevamos dentro nuestro. Todas esas cosas son aleatorias, pueden darse o no. Nos serán gratificantes, seguramente, pero la felicidad la generamos, la gestamos y la tenemos nosotros. Y si la sabemos gozar, seremos realmente inteligentes.
Cuando en cambio esperamos que la felicidad nos venga de fuera, de otras personas, circunstancias, o cosas, ahí es cuando empezamos a sentirnos desgraciados, infelices, insatisfechos, descontentos, amargados, rabiosos o envidiosos.
Pero eso es muerte, no vida.
La felicidad está dentro nuestro, surge desde dentro de nosotros, surge de nuestra forma de armonizar con la vida que nos toca, y no depende ni de los demás ni de las cosas que nos rodean.
¿Quién no ha visto a gente muy pobre ser igualmente feliz?
Su felicidad, para su suerte, no depende de las cosas que tienen, de los bienes materiales.
¿Quién no ha visto feliz a alguien que se ha divorciado? porque su felicidad no depende de la pareja que tuvo, sino de sí mismo/a.
Tal vez alguien quiera decirme que si estamos enfermos, que si estamos baldados, que si quedamos sin empleo, no podemos sentirnos felices. Repito, la felicidad está dentro nuestro.
¿Quién no ha visto a enfermos ayudar a otros enfermos, y sentir gozo y alegría por eso? Cuanto menos piensan en su propia enfermedad, mejor se sienten.
¿Quién no ha visto que alguien sin empleo, en lugar de renegar de su situación y mientras sigue buscando, entrega su tiempo a una actividad voluntaria que le recompensa con creces el tiempo que dispone para la misma?
Otra vez, la felicidad está dentro nuestro. Está en uno mismo. Afortunadamente, no depende ni de otras personas y mucho menos de cosas.
Por supuesto que si esa felicidad que está en nosotros la podemos compartir, si encontramos a alguien que es capaz de hacer nuestra propia experiencia y podemos vivirlas en paralelo, ¡tantísimo mejor!.
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