Un daño a mi integridad, a mi dignidad de hombre honrado y de bien, un atropello real a mi personalidad.
No he podido obtener una respuesta con sentido, con lógica, a ese proceso maléfico de querer dañar por el daño en sí.
De querer provocar tristeza, sufrimiento, desazón, daños materiales, todo lo cual puede desembocar en una crisis de salud.
Ciertamente, no han quebrantado mi espíritu, mi sólido vínculo con el Ser en Sí, de quien obtengo la fortaleza para vencer y superar esas circunstancias, y --mal que les pese-- sentirme igualmente feliz, porque los motivos para serlo superan con creces, la maledicencia, el rumor infundado, la sospecha ridícula, y toda la malignidad puesta en marcha.
Lo peor es que no hay respuestas lógicas para ese tipo de acciones y actitudes.
Analizando las siltuaciones, diversas y diferentes, he encontrado no obstante un común denominador: se parte de suposiciones, se les eleva a la categoría de verdades y se actúa en consecuencia, sin analizar e investigar adecuadamente una situación dada.
Pero hay evidente malevolencia en los actores y propiciadores de lo que llamaría "mini-complots" pergeñados para afectarlo a uno.
También golpean por cierto, la frialdad, el desdén, la indiferencia, una mentida amnesia, que hace que la persona cínicamente pretenda que no sabe quién es uno, no reconozca la voz, o cosas semejantes.
Todo, absolutamente todo eso, es hecho a propósito, es elaborado, es planificado. Nada ocurre espontáneamente.
Y mi pregunta es: ¿por qué?
Contrariamente a lo que algunos han pensado, el ser humano tiene una innata tendencia a hacer el mal, a involucrarse al punto de ser un agente del mal. Y lamentablemente hay quienes sienten una íntima satisfacción en dañar a otros congéneres.
Es como esos salvajes que en ciudades estadounidenses se dedican a golpear porque sí o a arrojar al suelo a alguien, porque --¡léase bien!-- encuentran satisfacción en el daño que han causado.
Estas no sólo son conductas anti-sociales, sino que evidentemente son claras señales de patología. Los individuos que obran de esa manera, ya sea tramando refinados complots, haciéndose los desentendidos, o empujando a alguien para voltearle al suelo, son enfermos mentales.
Unos, refinados en sus modos y articulados en la forma de proceder. Otros simplemente brutos. Pero todos igualmente tristes expresiones de una humanidad carente de amor, de respeto al prójimo, de consideración a lo humano, de comprensión, paciencia, capacidad de perdón, y compasión.
Quienes así obran, cuando lo hacen, sirven --aún inconscientemente-- a las fuerzas del mal.
Afortunadamente, sus victorias son efímeras. Especies de entelequias fantasmales.
Pero es necesario estar alertas a ese tipo de gente y a las cosas que son capaces de hacer.
Generalmente a uno le toman por sorpresa, al igual que al transeúnte que en la calle es arrojado al piso de un empellón inesperado.
Pero por más alerta que se esté, uno nunca puede siquiera imaginar las maquinaciones malignas de quienes quieren hacer daño. Porque actúan a las sombras, y hasta pueden dárselas de buenos amigos, y nos están clavando el cuchillo por la espalda.
Por eso, mucho cuidado con quienes nos palmean la espalda, aparentemente son nuestros aliados, nos sonríen amablemente, y de paso, quieren saber muchas cosas de uno.
En su momento, ¡darán el zarpazo! tal vez porque les han prometido algún beneficio, o quieren quedar bien con alguien. Tal vez por simple envidia, porque nuestra mera presencia o actividad les molesta. Las motivaciones suelen ser siempre egoístas, pero es una triste realidad.
Como digo, ¡hay que estar alertas!
enigma
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