Quienes vivimos aquí, muchas veces nos decimos unos a otros, "sí, esto es sólo posible aquí".
Y ahora dos anécdotas que ilustran esto que digo.
Hace casi dos semanas fui a comprarme un par de zapatos. Luego de ver dos o tres marcas, y probarme algunos, elegí un par y lo adquirí.
Pero cuando el viernes pasado me los fui a poner por primera vez, noté que me quedaban algo holgados y necesitaba medio punto menos. Regresé entonces a la zapatería para cambiarlos. Héte aquí que del color que los había elegido y en el número que precisaba, no tenían en ese momento.
Muy amable la empleada me recibió mi devolución, y me dijo que entre siete y diez días iba a llegar el par que yo necesitaba. Cuando eso ocurra, añadió, le llamaremos por teléfono para que lo venga a buscar. Le agradecí la atención y me fui contento de haber podido hacer el cambio, y del servicio de que a uno le avisen para ir a buscar el nuevo par.
Pero este martes, apenas cinco días después, y con el fin de semana de por medio, llego a casa luego del encuentro con un amigo en Washington DC, y veo que en mi puerta habían dejado un paquete. Inmediatamente me dije: ¡qué raro, un paquete, si yo no pedí nada!
Por su tamaño y formato, colije que debía tratarse de una caja de zapatos, y cual no fuera mi sorpresa al constatar que --mejor que haberme avisado por teléfono que los zapatos estaban listos para irlos a buscar-- ¡la empresa tuvo la gentileza en enviármelos por correo privado a mi misma casa!
En ese preciso momento pensé: "esto jamás habría pasado en Uruguay" (mi país natal).
Cuando se lo comenté a mi hijo, y le añadí mi reflexión de que en Uruguay ninguna empresa enviaría a la casa de uno un par de zapatos, me dijo dos cosas que me hicieron reir. Primero me dijo: "y... si en Uruguay hacen eso, el par de zapatos desaparece inmediatamente"...a lo que le respondí, que sí, que tenía razón, que no durarían un minuto dejados en la puerta de casa hasta que yo los recogiara.
Y luego me agregó, "y si te los llevan, ¡asaltan a distribuidor!"
Con lo cual volvía a tener razón, y en realidad, apuntaba a la tragedia de una sociedad donde el crímen no tiene casi castigo, el primero de los cuales es la autoconciencia de que robar es un delito, y eso no se debe hacer.
La segunda anécdota también estadounidense, me la contó mi hijo al decirme que había sido invitado --en su calidad de Profesor universitario-- a hacer una presentación ante alumnos cuyo promedio de edad sería entre 12 y 13 años.
Pero lo interesante es que --debido a un programa educativo que busca que estos chicos tomen contacto con la realidad del mundo que habitamos-- son llevados a un hotel, y allí, en una sala de actos --organizado al nivel de lo que sería una conferencia nacional o regional-- distintos expositores hacen sus presentaciones.
Mi hijo calculó que por lo menos había unos 200 chicos participando en la actividad.
Así y a este nivel, se trabaja con los chicos en Estados Unidos, por lo menos en Iowa donde está mi hijo. Su presentación estuvo basada en una herramienta de investigación de la ONU que presenta con cifras, la evolución de la educación, el ingreso per capita, y el progreso económico de cada país.
Esto le permitió hacer una exposición interactiva, con la participación de los jovencitos, quienes formularon preguntas y fueron estimulados a analizar por ellos mismos los datos que veían en pantalla.
Para mi hijo fue una gratísima experiencia, digna de ser contada, y --agrego yo-- emulada por otros, en cualquier otro país donde exista verdadera preocupación por la educación de los jóvenes.
enigma
Textos protegidos por derechos de autor
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