Y nosotros vamos cambiando también. Distintas cosas nos cambian.
Por ejemplo, yo trabajo esporádicamente, pero estoy jubilado. Y una de las cosas que más me molesta es no tener un trabajo permanente. No porque quiera ganar más dinero (que siempre viene bien) sino por estar ocupado en algo útil, y sirviendo a la sociedad.
Me siento con plenas fuerzas, dinamismo y capacidad para desarrollar múltiples labores, pero especialmente aquellas que se refieren a la profesión que amo, que es el periodismo. Escrito, oral, televisivo o por internet, eso es lo mío, eso es lo que me gusta y alienta. Estar donde ocurre lo importante. Entrevistar a personalidades de las cuales siempre hay algo que aprender.
Cuando no tengo eso, como ahora, me falta algo.
Y mi existencia ha cambiado. Son muchos los días en que ando sin reloj, y a veces reniego de mi mismo de no habérmelo puesto.
Mis horarios también se han visto alterados. Esto lo estoy escribiendo cuando faltan tres minutos para la hora cero del miércoles, y aqui estoy. En otra ápoca, a esta hora haría rato que estaría durmiendo, porque al otro día había que levantarse en tiempo para hacer las cosas previas a ir al trabajo.
Claro que se disfruta también esa falta de un horario que marca para uno el levantarse y el acostarse. En ese sentido me siento libre. No tengo horarios fijos.
Otra cosa que he cambiado es el tipo de programación que veo por televisión.
Cuando vivía mi esposa --que falleció prematuramente pues hubiese tenido una existencia prolongada por muchos años más-- veíamos más los programas de los canales locales, en tanto que ahora excepcionalmente veo esos canales y me concentro más en las cadenas con información permanente, y en algún canal específico que pasa episodios de casos reales investigados por detectives, u otro que pasa los episodios de la serie NCIS (Naval Criminal Investigation Service).
Antes veía programas competitivos como American Idol, Who wants to be a Millionaire, The Fortune Wheel, etc.
Y aún algo más ha cambiado, pero más forzado por circunstancias: la música que escucho. Ciertamente y por diversos motivos, luego de haber descubierto a Ernesto Cortázar, sus interpretaciones me han conquistado de tal manera, que lo repito hasta el cansancio. Debo tener de él como 80 grabaciones, y me deleito escuchándole. No me cansa.
Pero antes escuchaba mucho más New Age y los clásicos, de todo lo cual tengo una amplia colección en CDs. Ocurre que hace seis años con mi esposa estábamos prestos a mudarnos, y guardamos muchas cosas de la casa en cajas, listos para irnos a otro lugar. En esos momentos se produce una crisis financiera y se derrumban los precios de las viviendas. No nos convenía vender. Y ahi fueron quedando las cosas guardadas.
Entonces esas músicas están, pero no las escucho pues no están disponibles como cuando las tenía a mano.
Luego pasan cosas más serias en la existencia, que también lo cambian a uno.
La pérdida de mi esposa fue un golpe muy rudo para mi. Especialmente por ser testigo y acompañar su lucha de dos años y medio contra un cáncer inflamatorio de mama, del que las mismas mujeres saben muy poco porque no es el tipo común de cáncer a los senos, y es altamente agresivo.
Fueron dos años y medio que dejaron su marca. Y luego, el desenlace de la separación definitiva.
Debo decirlo francamente: con Alicia perdí una compañera de lujo.
Luego llegué a tener una experiencia que nunca creí poderla vivir, algo fuera de serie, extraordinaro en muchos sentidos, por cómo se dio, por dónde se dio y con quién.
Un romance inigualable, diríase que ejemplar, y muy de nuestro tiempo. Pues por año y algo se sostuvo sólo cibernéticamente. Increíble y por eso mismo extraordinario.
Pero terminó. Otro rudo golpe para mi. Otra especie de luto que me sobrevino, al perder ese amor que me alentaba y sostenía cada día. Quedé nuevamente solo, en una irremisible soledad.
Tal vez fue algo que nunca debio suceder, pero se dio. Y se dio naturalmente, espontáneamente, hermosamente.
Hoy estoy procurando que se mantenga una amistad, sincera, honesta, decente. Porque respeto a la persona que fue partícipe de esa situación, porque la quiero como amiga, porque me importa como ser humano. Y ser humano valioso.
Pero mi presente, al contar con esa amistad, es de paz interior. De calma. Al menos sabemos un poco uno del otro. De momento, me basta.
Y aún más, mi presente también tiene otra vivencia especial, con una persona a la que aquí en este blog definí como una mujer estupenda. Es una amiga, una preciosa amiga con una vida interior tremenda, con estupendos valores, y con un cariño inmenso para mi. Ella y yo nos conocemos desde hace décadas, pero nunca como en estos últimos tiempos hemos podido profundizar tanto nuestra amistad, llegándonos a conocer mucho más mutuamente.
En parte ello se debe a haber tenido la ocasión de vernos más frecuentemente y por tanto de aumentar considerablemente las oportunidades de diálogo, forma fundamental de comunicación personal en que la gente se encuentra y se entiende.
También pues esta amistad me hace feliz, y no estaba antes, así, con la presencia y la conjunción de gustos, ideas, y actividades que hoy disfrutamos.
Cambios, cosas de la existencia que lo cambian a uno, que le llevan de la mano a vivir experiencias, situaciones, que nunca vivió antes. Cosas que hacen que también uno cambie en su forma de pensar y concebir situaciones humanas, problemas de la sociedad. Formas diferentes de conceptualizar a la pareja, al amor, al sexo, a la amistad. Una voluntad firme por disfrutar, y por hacer todo con libertad.
Es bueno darse cuenta de los cambios que se operan en uno mismo. Es bueno darse cuenta de cómo y cuánto uno ha cambiado a lo largo del tiempo.
¿Puede a eso llamársele maduración? En parte. Los años nos dan una perspectiva sobre algunas cosas, que no hemos podido tener de más jóvenes.
Pero no es la edad para mi lo que más cuenta. Es el devenir de la existencia presentándonos situaciones diferentes por las que nunca nos tocó pasar previamente, y que han sido además imprevisibles, inimaginables. Pero ocurren, se dan, ¡y nos cambian!.
enigma
Textos protegidos por derechos de autor
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