De los tres, los primeros dos ya fueron publicados, el tercero es inédito. Como siempre lo advierto, cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.
El cuento de hoy se titula "Agente de Anulación". Una mujer es contratada para destruir la vida de un hombre. Hélo aqui:
Era de mañana, las 9:30 del lunes 2 de Febrero de 2009, cuando sonó el intercomunicador del jefe.
La voz de su secretaria le anunció: la señora Miranda Naya ha llegado.
“Hágala pasar”, respondió el jefe.
La
casona adaptada para oficinas, en la calle Lamartine, en pleno barrio
de Polanco en ciudad México, era una lujosa mansión. A su frente, lucía
una discreta placa de bronce donde se leía "Agencia SigilNet -
Investigación en Relaciones Interpersonales"
Cuando
entró a ella, Miranda Naya quedó impresionada por los ambientes, el
mobiliario, las arañas con sus múltiples luces. Se sintió un tanto
empequeñecida. Y al ir acompañada por la secretaria hasta el despacho
del jefe, aquellos pocos metros le parecieron una eternidad caminada
sobre un espeso alfombrado que le hacía sentirse como en las nubes.
Por
dentro, un torrente de adrenalina le había acelerado el corazón. A
pesar de su trabajo profesional en una publicitaria, y su relación con
tantos clientes, aquella mañana, intuía que cambiaría su vida, y sentía
hasta miedo.
La
secretaria abrió la puerta, y aún quedaba un tramo más a caminar
sola…hasta llegar a un par de asientos, frente al despacho del jefe.
El
jefe era un hombre joven, con sus 42 años, de aspecto atlético,
impecablemente vestido en su traje gris oscuro, y su camisa blanca, con
sus puños reluciendo gemelos de oro. Él se puso de pie, le extendió la
mano, y le dijo: “¡bienvenida!, señora Miranda, por favor, tome asiento…póngase cómoda.
Casi con un nudo en la garganta, por los nervios, Miranda atinó a decir: “G..gracias!” y se sentó.
“¿Gusta
un café o prefiere un refresco?”…le preguntó el jefe, quien aprovechó
para decirle: soy Eduardo, Eduardo Chessler….y sí, ya se habrá dado
cuenta, soy de Argentina.
“Sí, claro…” respondió Miranda, y agregó, “le agradezco una Coca light”.
Eduardo
–el jefe— le indicó a su secretaria: “Rita, por favor, tráiganos una
Coca light para la señora, y un café como Ud. ya sabe, para mí.”
Mientras
venía el pedido, el jefe miró por la ventana y le comentó a Miranda,
“¡hermoso día! ¿verdad?”, y ella le respondió: “Sí….muy bonito, la
temperatura está muy rica”.
“Para mí es muy agradable que Ud. haya venido señora” dijo el jefe mirándola directamente a los ojos casi como horadándola.
Miranda pensó para sus adentros (¡qué hombre!...)
Eduardo
Chessler esbozó una pequeña sonrisa, cuando llegó Rita la secretaria
con el café humeante y el vaso y lata de Coca light. Dejó la bandeja
sobre el escritorio, y con el agradecimiento de su jefe, se retiró
silenciosamente.
“Señora Miranda, --dijo entonces el jefe—esta es una cita que puede cambiar su vida.
El
trabajo que le ofrecemos es muy especial y delicado. Pero hemos
analizado su personalidad, la hemos investigado, y estamos convencidos
en la empresa, que Ud. tiene las cualidades físicas, mentales y anímicas
para hacer el trabajo que le vamos a proponer.
Dentro
de Miranda aumentaba la curiosidad (¿qué clase de trabajo sería?...
¿tienen en cuenta mis cualidades físicas?... ¿qué se traen entre manos
estos cuates?)…pero no pronunció palabra, comenzó a tomar por sorbos su
refresco, y se dispuso a escuchar.
“Antes
que nada –indicó el jefe—quiero decirle que necesariamente esta
conversación que vamos a tener es estrictamente confidencial. Ocurre
aquí, y aquí se queda, espero que me entienda esto bien claro.”
“Sí señor, comprendo” –atinó a decir Miranda.
“Bien,
entonces voy a ir explicándole de qué se trata: hay una persona, para
ser más preciso, un hombre. Este hombre, Wilson Hernández, que vive en
Nueva York, es entre otras cosas escritor, conferencista y estudioso de
ciertos temas.
Al
parecer, nuestro cliente está sumamente preocupado por lo que este
hombre pueda llegar a escribir, o decir públicamente en algún reportaje,
programa de televisión o cosa semejante.
Le
han tratado de conocer más mediante ciertos cuestionarios planteados a
pretexto de empleos ofrecidos, y hasta de un sitio web para formación
de parejas. Pero ¡claro! él controla muy bien sus respuestas, y nuestro
cliente está convencido de que la imagen que surge no responde
realmente a él.
Nuestra
empresa entonces, ha ofrecido a nuestro cliente un abordaje no
convencional del sujeto que ha de ser blanco de nuestro trabajo.
Necesitamos
saber lo más posible de él, cómo siente, cómo piensa, cómo reacciona,
qué cosas le gustan, cuáles le disgustan, qué cosas le hacen feliz,
cuáles le entristecen, etc. Qué
conducta es capaz de tener personalmente, cómo se manifiesta
íntimamente. Todo, todo cuanto más posible sea conocerle. Y toda la
información así recogida, se le hace llegar a nuestro cliente.
Nuestro
cliente, estará así en condiciones de usarla según lo crea
conveniente, en la cantidad, proporción y contenido necesarios, si en
algún momento tiene que públicamente quemar a ese individuo, para que
pierda todo el respeto de la sociedad, y nadie más preste atención a
sus ideas, escritos, palabras, etc.
“Como quien dice, es estar listos para destruir a alguien”…dijo Miranda reflexionando en voz alta.
“Bueno, no se trata de destruir a nadie, pero sí, de anularle socialmente. Por eso a Ud. la queremos como nuestra agente de anulación.” –dijo Eduardo Chessler—y prosiguió:
“Nuestro
objetivo es bien claro: saber todo lo más que se pueda de este tal
Wilson Hernández, y para eso, la hemos elegido a usted, y espero que
acepte nuestra oferta.”
La
hemos elegido porque Ud. ha tenido ya un encuentro con Hernández, y si
bien fue en la formalidad de un simposio internacional, usted conoció circunstancialmente al hombre. Y eso la favorece.
Entonces,
señora Miranda, si acepta nuestra oferta, lo que le pedimos que haga
se irá delineando según las respuestas que obtenga de Hernández. Nosotros
le iremos dando a usted pautas de conducta, le sugeriremos mensajes a
enviarle, palabras clave que usted repetirá cada tanto, y usted irá
llevando una relación cibernética que tendrá necesariamente que irse
profundizando. En resumen:
usted tendrá que conquistar a Wilson Hernández, no le importe si él
llega a enamorarse de Ud., y Ud. presuntamente le responderá acorde,
pero….¡jamás se involucrará realmente con Hernández!.
Recuerde que esto es un trabajo, que él es un blanco, un objetivo, y
nada más, y que, cumplida por su parte la tarea a satisfacción, Ud. se
retirará de ese contacto, y para eso le ayudaremos también a usar
argumentos y tácticas que pondrán un punto final a la relación.
Es
sencillo, es una tarea que Ud. puede ir haciendo desde cualquier lugar
usando su teléfono móvil, no implica ningún riesgo personal para
usted, pero si la hace bien, será muy bien recompensada.
“No
sé…nunca hice algo así…el planteo me tienta…después de todo es un
juego interesante…y puede resultar muy entretenido…” dijo Miranda con
una sonrisa en sus labios.
“Ah!
Me agrada que lo encare así señora Naya. Efectivamente, es un juego,
esto es esencialmente lúdico. Y estoy seguro que usted se va a deleitar
mientras vaya jugando, pero nunca pierda de vista que tiene que
exprimir a Hernández, ametrallarle a preguntas, crearle situaciones,
ver qué le gusta y qué no, qué opina ante determinados temas, saber qué
comidas le gustan, a qué hora se levanta, cuáles son sus costumbres
cotidianas, qué piensa del sexo, cuáles son sus principales defectos,
en fin, todo y cuanto más pueda hacerle decir en un intercambio de
mensajes que ha de comenzar muy suave, para irse intensificando en
cantidad, y en contenido.
¿Cómo lo ve, le entusiasma la idea, estaría
dispuesta a probar por dos meses?” dijo Eduardo que se levantó de su
asiento, y dirigiéndose a Miranda le dijo: “venga, le invito a
sentarnos en este sofá que vamos a estar más cómodos para seguir
hablando en detalle de este trabajo”.
En
realidad, Eduardo Chessler quería ver mejor la figura de Miranda Naya.
El rostro de ella era hermoso, pero quería ver su cuerpo todo, sus
caderas, sus piernas.
Cuando
Miranda se sentó y quedó apoltronada, cruzó sus piernas, y Eduardo no
pudo evitar mirárselas, quedando complacido de lo que veía.
“Señora
Miranda, --dijo entonces el jefe, bajando el tono de su voz, y
llevándolo a un nivel confidencial— le propongo que comencemos hoy
mismo. Usted estará a prueba por dos meses. Si en dos meses vemos que
todo va funcionando bien, firmamos un contrato definitivo. Y el contrato
definitivo es por dos años, a razón de 8 mil dólares al año, ¿cómo lo
ve?”
Miranda
sacó rápidamente cálculos, pero casi no precisaba hacerlo: ¿8 mil
dólares al año? se dijo, ¡esto es una maravilla!, pero, voy a averiguar
un poco más.
“Señor
Chessler, debo confesarle que su oferta es tentadora, pero quiero
aclararle que yo soy una mujer casada, que tengo mi familia y que en
manera alguna quisiera enredarme con ese señor Hernández, para crearme
un problema encima que hoy no tengo, y menos para un trato que llegara a
ser personal. Espero me comprenda.”
Miranda
dijo eso porque le parecía que la oferta que le habían hecho era muy
generosa y no quería que le aguardaran sorpresas que no estaría
dispuesta a aceptar.
“Señora
Miranda: nuestra empresa es absolutamente profesional y seria. Como le
dije, su contacto con este señor Hernández será solo y exclusivamente
por internet. Si alguna vez él le
llega a insinuar que Ud. vaya a verle, le daremos argumentos para que
Ud. explique que no puede ir, y si él quisiera venir acá, le daríamos
argumentos que Ud. manejaría para impedir semejante cosa. Nuestra
empresa se va a encargar de que usted esté permanentemente protegida,
¿de acuerdo?”
“Bien…--dijo Miranda-- de cualquier manera, quisiera tener tiempo para pensarlo.”
“No
hay inconveniente, pero tenemos cierta urgencia. Nos llevó tiempo dar
con usted. Desechamos siete candidatas previas, y nuestro cliente en
Texas nos urge comenzar de una
vez. ¿qué le parece si le doy 48 horas y me contesta?, espero que
acepte y desde ya le hago una cita para el miércoles, ¿le parece?”
“Bueno, --dijo Miranda-- sí,
para el miércoles está bien. Creo que voy a aceptar porque le repito,
me va a gustar ese juego…puede ser interesantísimo…y ¿qué más saben
ustedes de Wilson Hernández, qué edad tiene, qué hace?”
“Bien,
comienza usted muy bien. Tengo que definir a su “blanco”. Permítame
–Eduardo se levantó hasta su escritorio y retornó al sofá con una
carpeta— aquí lo tiene. Estas son algunas de sus fotos más
recientes…Acérquese por favor…(mientras Miranda se arrimó a Eduardo,
éste no pudo evitar sentir el agradable perfume de Miranda ("Be Delicious"), y la tibieza
que se desprendía de su piel. Es que Miranda era una mujer
inquietante).
“Señora –le dijo Eduardo mirándola nuevamente a los ojos— permítame decirle que tiene usted un perfume delicioso…”, y ella contestó, “ah…gracias, es Donna Karan, uno de mis preferidos”..
“Déjeme
que le muestre este video de Hernández”, dijo el jefe, y en su iPod
apareció la imagen de Wilson Hernández, abordando uno de los temas de su
estudio.
Miranda
lo observó con detenimiento y se dijo para sus adentros: “si, no hay
duda, guapo, masculino, con una voz muy especial y gestos muy
convincentes…me agrada este tío!”…y lo sorprendió al jefe al decirle:
“¿sabe qué?, no preciso tomarme 48 horas, le digo en este mismo momento,
¡acepto!”
Eduardo
Chessler la miró complacido, y le contestó: “señora, es realmente un
placer que usted acepte nuestra propuesta, permítame darle la cordial
bienvenida a nuestra empresa. Los primeros dos meses de pago serán un
prorrateo de los 8 mil dólares anuales, pero, si todo va bien, entonces
la cantidad restante la recibirá en pagos bimestrales, con cheques que
extenderemos a su nombre. Y recuerde que el contrato es por dos años. 8
mil este año y otros 8 mil el año próximo.”
Miranda
no podía estar más feliz. Hacerse de 16 mil dólares en dos años, era
un lujo para ella, y especialmente con una tarea grata, que no le
obligaba a dejar su trabajo en la publicitaria, y que complementaría
sus gastos y gustos personales.
“Señora
Miranda, le dijo el jefe, en esta carpeta encontrará Ud. información
personal sobre el señor Hernández y el tema que inicialmente la
conectará con él. Espere que él le conteste y cuando Ud. nos comunique
su contestación, le diremos entonces cómo seguir. En cuestión de un mes a
más tardar, comenzará Ud. con el conjunto de preguntas que va a
encontrar en seis listados. Espere las respuestas, si no le responde
alguna, insista, trate de ganarse la confianza de él al máximo posible.
Si él le hace preguntas, Ud. nos las dice, y nosotros le prepararemos
las respuestas que Ud. le dará.
Pero
por favor, por su propia seguridad, jamás, jamás sea espontánea, jamás
se salga del libreto, jamás se involucre personalmente, porque ese día
echaría todo a perder, y obviamente, no cobraría un solo dólar. ¿está claro esto?” dijo con énfasis Eduardo Chessler.
“Sí,
absolutamente claro, y tenga la seguridad de que no me voy a
involucrar. No me interesa, no quiero complicar mi vida personal y
familiar. Esto es sólo un trabajo y lo tomo como tal.”, respondió
Miranda.
“¡Perfecto!” respondió el jefe con indisimulada alegría.
Quiero decirle algo: Ud. me cae muy bien. Me gusta su personalidad, la claridad con que ve la tarea a emprender, su buena disposición, y…creo que Ud. reúne todas las condiciones para hacer un buen trabajo. ¡Será todo un éxito!.”
Miranda
entonces le preguntó mirando a los ojos al jefe: “Señor Chessler, al
comienzo de su plática usted dijo algo así como que habían verificado
mis cualidades físicas, ¿podría aclararme a qué se refiere?”
“Ah, sí, --dijo Chessler-- seguramente
eso le habrá llamado la atención. Bueno, necesitaremos, llegado el
caso, que usted esté dispuesta a enviarle algunas fotos suyas a
Hernández, claro, a cambio de fotos de él. No olvide que usted tendrá
que conquistarlo a Hernández, que usted tendrá que hacerle creer que
está enamorada de él, que gusta de él, y deje que él se entusiasme con
usted, que se enamore de usted.
Recuerde que este es un trabajo, nada más ni nada menos, y que hay que
hacerlo muy bien, tan bien que parezca real, que Hernández jamás sospeche de esta realidad.”
“Entendido. Bueno, si son fotos simples, nada de bikinis o desnudeces, no tengo problema.”
“No,
por supuesto que no señora. Le reitero, la empresa la protege y la
respalda. Ud. en ningún momento está sola. Nosotros la dirigimos, la
orientamos, y siempre estaremos listos a crearle una barrera en torno
suyo para que Hernández no se atreva a atravesarla….¿alguna otra
pregunta?...”
“No,
no, está bien. Creo que usted ha despejado todas mis dudas. Si se me
ocurriera algo, lo llamaría.”. A lo que el jefe respondió: por supuesto,
usted ya tiene mi tarjeta, con mis teléfonos, mis dos direcciones de
correos electrónicos, así que tiene cómo ubicarme.
Venga, pase a mi escritorio para firmar el pre-contrato por dos meses.
Miranda
se dirigió nuevamente a su asiento junto al escritorio, el jefe se
sentó en el suyo, y de una gaveta extrajo un documento, donde se
especificaban detalladamente las funciones de la señora Miranda Naya, y
luego el lugar para su firma y la fecha.
Miranda leyó atentamente el documento, y lo firmó.
“Muchas gracias, señora Miranda, --le dijo el jefe— Ud.
vio que deberá comunicarse dos veces por día con nosotros
obligatoriamente, y nos transmitirá las novedades que tenga. Cada correo
que Ud. reciba, nos los
enviará a nosotros que iremos haciendo una carpeta con Hernández. Antes
de irse, permítame que le presente a mi asistente para este operativo.
Llamó por el intercomunicador a su secretaria y le dijo: “Rita, dígale por favor a Horacio que venga.”
Horacio,
pequeño, de unos 30 años cuanto mucho, rubio, de ojos azules, apareció
en la puerta, en mangas de camisa y corbata. “Con permiso…” dijo.
“Adelante Horacio…mirá esta es la señora Miranda Naya de la que te
hable´”, “ah, mucho gusto señora” dijo Horacio Clementi, el muchacho
bonaerense, psicólogo, y experto en comunicaciones.
“Señora
Miranda: él va a ser el encargado de sugerirle a usted preguntas,
contestaciones, textos, que usted le enviará a Hernández.”
“Ah, encantada de conocerle ….-respondió Miranda. “Soy Horacio Clementi, psicólogo..” …”y de Argentina”…-dijo Miranda”. “Sí señora, soy de Palermo, en Buenos Aires. ¿Conoce Ud.?”
“No, nunca estuve en Argentina”, respondió Miranda.
“Bueno,
alguna vez tiene que conocer Buenos Aires…le va a gustar!” insistió
Clementi, quien agregó, “yo voy a ser su contacto diario, usted se va a
reportar directamente conmigo o en su defecto con nuestro Jefe, ¿de
acuerdo?”, “Sí, está claro”, dijo Miranda.
“Muy
bien señora, creo que ha sido una entrevista muy provechosa para
todos, como ustedes dicen, una plática muy importante, y espero que
todo marche bien.”, dijo el jefe extendiéndole su mano.
Miranda le dio la suya y le dijo: “Así lo espero yo también”.
“Horacio, acompañá a la señora por favor”, dijo Eduardo Chessler, “Sí, encantado”, respondió Horacio Clementi.
Partieron ambos del despacho del jefe. La puerta se cerró.
Al ratito, Horacio estaba con su jefe y amigo Eduardo.
“Ché, Eduardo, ¿todo bien?” inquirió Horacio. “Todo perfecto, entendió el laburo (1),
y lo aceptó contenta. Yo creo que Hernández le cayó bien, porque fue
verlo, ver el video, y antes había pedido 48 horas para pensarlo, pero
luego, aceptó enseguida.”
“Y …¿no será peligroso eso, no se meterá personalmente con el tipo?”
Ah! ….dijo Horacio, y agregó, “pero ché,--entre nosotros-- está buena la mina (2), ¿eh?...”
“Ja,
ja.. se rió con ganas Eduardo Chessler. Sí, está buena, y además es un
torrente de cálida…no sé, tiene algo…. Vos sabés que la hice que se me
arrimara para ver el video de Hernández, y tenía un perfume precioso, y
te juro, le sentía el calor de la piel…me dio unas ganas de comérmela a
besos… pero bueno…la cosa salió bien, ya la tenemos trabajando para
nosotros. Inmediatamente vamos a comunicarle a nuestro cliente en Texas
que comenzamos el operativo. Horacio, movete, ponete en campaña,..” Sí
jefe!, tranquilo!”.
Y Horacio dejó solo al jefe en su despacho. ¡La “agente de anulación” estaba lista!
Notas:
(1) laburo: en la jerga popular rioplantense, trabajo
(2) mina: expresión popular rioplatense por mujer
enigma
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