Soy consciente de que me introduzco en un tema escabroso.
Pero me gusta ser abierto, sincero y franco. La hipocresía para mi es algo detestable.
Y hablar claro es una virtud.
Y eso voy a hacer.
Las constituciones de los diversos países consagran de una u otra manera (claro que no sé si todas), que los seres humanos como tales están dotados de plenos derechos, que son iguales ante la ley, etc
Y si se profundiza en el tema, se dirá, escribirá, abogará, defenderá, y luchará por la igualdad de todo ser humano respecto a otro, y por tanto en contra de toda discriminación, de todo intento por jerarquizar a unos y menoscbar otros.
En teoría, eso está muy bien.
En la práctica, sabemos que eso no funciona así.
Y me atrevo a decir algo más: eso sabemos que no es así.
He andado bastante mundo. No todo el que querría y aún quiero conocer y recorrer.
Pero así como he estado en Europa (España, Francia, Alemania, Bélgica y Holanda) he estado también Argentina, Brasil, Perú, Ecuador Colombia y México.
Y en mi trabajo en Washington D.C. he tratado con personas de Puerto Rico, Haití, Cuba, Venezuela, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile, Brasil, y México.
Y si bien básicamente, en un trato respetuoso pero superficial, y contando en el caso de los latinoamericanos con un mismo idioma (o muy similar en el caso de Brasil) como humanos todos nos entendemos, podemos considerar temas, etc. y entablar diálogos valiosos, sin embargo, hay un hecho ineludible e insoslayable: somos diferentes, no somos iguales.
Con esto no quiero decir que hay inferiores y superiores, simplemente he constatado que somos diferentes.
Desde la cosa más simple como los vocablos, donde una misma palabra tiene un significado totalmente diferente de un país a otro; más las cosas que se llaman de manera diferente de un país a otro.
Y las costumbres familiares, en la educación, en la relación con las amistades, en lo que es una fiesta en un país respecto de lo que es una fiesta en otro.
En la forma de encarar la muerte en unos lugares y en otros.
En la forma de relacionarse hombres con mujeres y mujeres con hombres.
Y hasta en aspectos éticos, en la escala de valores respecto de distintos aspectos de la vida, del relacionamiento humano en un empleo, y en el matrimonio.
En todo esto, no hay un ápice de discriminación, pero sí un reconocimiento muy cierto, lógico y verdadero de que todos somos humanos sí, pero no somos iguales.
Y esa diferencia está en la idiosincrasia.
La Real Academia del idioma Español define la idiosincrasia como; "Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad."
Es eso lo que nos hace diferentes. Lo que hace diferente una colectividad determinada dentro de otra.
Esto es más que notorio en Estados Unidos, donde coexisten comunidades totalmente diferentes.
La idiosincrasia de chinos es diferente a la de los coreanos, pero ambas etnias asiáticas a su vez son diferentes a la idiosincrasia de los blancos, y éstos y su idiosincrasia son netamente diferentes a gente de la India, de países árabes, y a los afro-descendientes.
Su manera de vivir cotidianamente, en familia, con amistades, sus comidas y bebidas, su forma de educarse y sus valores son toalmente diferentes de un grupo humano a otro.
Si no se tiene en cuenta esto, se vive una fantasía, o se pretende forzar mediante leyes o decretos que una realidad básica diferente, sea igual.
Dentro de una sociedad dada, somos todos iguales ante la ley. No importa la idiosincrasia o etnia.
Pero fuera del ámbito legal, tener en cuenta las diferencias no es discriminar, sino atenerse a una realidad.
Así lo veo. Si estoy equivocado, me lo dicen.
Milton W. Hourcade