Friday, May 1, 2020

CORONAVIRUS: Cuando la torpeza humana arruina la vida de todos

Si algo sigue demostrando esta pandemia que se ha desatado sobre el planeta, es que como humanidad somos un verdadero desastre y no estamos preparados para una crisis de proporción mundial

Porque junto a gente capaz de seguir las pautas fijadas por expertos y médicos, que guarda la distancia social de 6 pies (dos metros) entre persona y persona, que usa tapabocas, que se mantiene en su casa lo más posible, y sólo sale a hacer compras imprescindibles, hay de la otra, y parece en algunos lugares, abundar más.

Tomemos México, donde el propio Presidente no ha sabido

enfrentar la crisis, la ha esquivado, le ha dicho a su pueblo que haga vida normal, y ahí les vemos en sus “tianguis” (ferias) todos juntos, sin máscaras, a corta distancia unos de otros, como si nada les fuera a pasar. Y claro, ¡les está pasando! 

Miremos California, donde el fin de semana pasado miles se lanzaron a hacer playa, sin cubrir sus rostros ni mantener la llamada "distancia social" que es de 6 pies, o sea 1 metro 80, y no metro y medio como dicen algunos mal informados.

Ahí vemos el disparate de Detroit, Michigan, donde un grupo de poco menos que sublevados, quiso presionar a la

Gobernadora Gretchen Miller, del Partido Demócrata, para que abra los comercios y deje transcurrir la vida normal. Fueron hasta con armas de guerra –estos son los partidarios de Trump, no me cabe ninguna duda—para que la Gobernadora se rindiera a sus amenazas.

Pero no ha de extrañar, en un país que de ser ejemplo mundial, tiene un Presidente que llegó a decir que tal vez una solución al Coronavirus sería inyectarse un desinfectante. Y no fue en tono de broma, al punto que las propias compañías que elaboran estos productos tuvieron que salir con comunicados públicos a aclarar que si se hacía eso era suicidarse.

Entonces los brutos que no entienden razones, equilibrio, responsabilidad social, consideraron que era hora de abrir los negocios y que la economía fluya….hasta que caigan muchos más enfermos y muertos, para darse cuenta que primero está la vida, y luego la economía.

Y para que todo no quede en la América del Norte, bajemos al Sur, donde en Uruguay una organización sedicente sindical, pero que es simplemente el brazo gremial de la política marxista, (el PIT-CNT) y que días atrás pedía la
clausura de toda actividad, convoca a manifestar en la calle, organiza caravana de vehículos (algunos sorprendentemente lujosos, con valor de 60 mil dólares) y junta gente que no guarda entre sí distancia alguna, sin protección en sus rostros, que en número –afortunadamente relativamente pequeño—salió a hacer sonar sus bocinas, y a gritar gastadas consignas, a pretexto del 1º. De Mayo, “Día de los Trabajadores”.

Estos son otros a los que el coronavirus le enseñará a usar adecuadamente el cerebro, y a que la política de brutos no sirve ante una emergencia mundial y grave.

Entre medio, médicos, enfermeros, y sus auxiliares, en clínicas y hospitales, están dejando sus vidas por atender una cantidad imparable de enfermos y se cuentan por miles los que van muriendo.

Es triste y lamentable, que ante una crisis de estas proporciones, rivalidades político-partidarias puedan más que el razonamiento sereno, y las decisiones inteligentes y a tiempo.

El planeta sigue dividido, la humanidad no sabe ser una, y darse cuenta que ante un enemigo común, no hay ninguna razón mayor que se imponga que la de hacer todo lo posible por asegurar la supervivencia.

Hace ya años, un iluso de esos que creen en extraterrestres, decía que esperaba que llegasen e hicieran contacto porque se terminarían muchos problemas humanos como el exceso de población, la pobreza, la injusticia, las guerras, y varios etcéteras más.

Lo que esta persona no comprende –y con ella algunos millones tal vez—es que si una civilización procedente del espacio exterior llegase a este nuestro planeta, nos domina por completo, seríamos sus esclavos, sus cobayos con los que harían experimentos, o tal vez, su mismísimo alimento.

Nadie va a trasladarse miles de millones de kilómetros, desde distancias ignotas, con sus tremendas naves y todo su poder tecnológico, para venir de vacaciones, ser –a nuestra escala de valores—benevolentes, o preocuparse por nuestro bienestar.

¿Acaso no hemos aprendido que una civilización más desarrollada se impone a otra? ¿No está eso en nuestra propia historia? Ya señaló esto el genio de Stephen Hawking.

Si alguna esperanza cabe de continuar existiendo y prosperar, será por un sentido planetario de unidad. Somos todos humanos, y cuando el peligro acecha y se hace real, las fronteras, los nacionalismos, y todo cuanto nos pueda dividir, tiene que ser dejado de lado con firmeza y decisión.

De no proceder así, nuestra extinción como especie está asegurada.

Tú, lector/a, ¿qué piensas?




Milton W. Hourcade
Textos protegidos por derechos de autor 









                                            

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