Tuesday, November 2, 2021

MI LIBERTAD DE EXPRESIÓN


 La libertad de expresión es un derecho inalienable del ser humano, consagrado a nivel internacional y en toda legislación democrática.

Como toda otra libertad, hay que usarla con responsabilidad. No es libertad para mentir, para injuriar, para espetar palabras profanas en los medios sociales, para lanzar falsas acusaciones, para hablar mal de terceros inconsideradamente.

Pero es un derecho que tenemos que ejercer con gozo, con alegría, porque es el derecho a poder expresarnos, a decir lo que sentimos y pensamos. A hablar de lo vivido y nuestras experiencias. A discurrir sobre lo que deseamos y esperamos de futuro, sobre lo que queremos hacer y lo que queremos ser.

Y considero que esa libertad bien entendida y ejercida, no la puede cercenar nadie. Y no hablemos de gobiernos, sino de personas.

Cuando alguien bloquea todo medio de comunicación que puedo usar, está cercenando mi libertad de expresión, está demostrando un terror a leer, escuchar o ver cosas que presupone no le van a agradar, sin hacer siquiera el ejercicio humano esencial de averiguar de qué se trata. Y siempre hay tiempo para responder si acaso es necesario.

Cuando alguien se molesta, perturba y no le agrada o hasta le pone triste el hecho de que yo haga referencia a experiencias y momentos vividos, eso no puede ser motivo para que me tenga que aplicar a mi mismo una mordaza, y callar. No puedo soportar semejante censura.

Mis sentimientos son intensos, fuertes, profundos. Y me asiste todo el derecho a decir que viví un período cuya duración fue de cinco años en total, pero los dos primeros a nivel cibernético exclusivamente, que fue único, especial, maravilloso, algo que nunca me había sucedido de esa manera hasta entonces.

El romance, la poesía, la música, el encuentro de nuestros ojos, y todo lo demás, compusieron una sinfonía de situaciones vividas entre ambos que fueron una delicia.

Fue un remanso luego de un gran dolor. Fue algo providencial que me ayudó a superar una pérdida irreparable.

Pero mirado hoy con honestidad, fue un gran error que cometí.

Dadas las circunstancias que rodeaban esa relación, desde el principio debí haberme mantenido en las mías, decirme “esto no puede ser”, y haber tenido la fortaleza espiritual de decir “no”.

Era mi deber, era lo que correspondía. Cedí a la dulzura de la invitación, a sentir lo que le hacía falta a mi alma. Y entré en un camino que no debí haber recorrido.

He pagado caro las consecuencias de ello. Gracias al Ser en Sí que estoy sano y lo suficientemente fuerte como para que –aunque ya en dos momentos mi salud fuese afectada--, los superé ambos.

Hoy estoy en paz. Ese recuerdo no me conmueve.

Estoy tratando de rehacer mi vida. No es fácil a mi edad, y además hay factores ajenos a mi voluntad que colocan dificultades en el camino. Tal vez se puedan superar de alguna manera.

Mientras tanto, a todos deseo el bien, y mucho más a quienes de manera tan especial han tocado o tocan mi vida. Mis amigas y amigos, diseminados por el mundo, pero que se hacen un apretado manojo todos juntos en mi corazón.

A todas y todos, ¡gracias!

Milton W. Hourcade


 


 



 

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