Confieso
que cuando vi esto pensé de inmediato: díganselo a algunos árabes
acostumbrados a comprar sus mujeres para sus harenes. A ofrecer camellos
a cambio de rubias por las que se enloquecen.
Sí,
los hombres auténticos no compran chicas, pero...las alquilan. Y
apuesto a que cualquiera de los tres actores que lucen esos carteles, lo
han hecho alguna vez en sus vidas. No más fuera por diversión, por
quitarse el estrés de encima, o porque la ocasión se dio para ello en
algún club nocturno.
¡Vamos a ser sinceros!
No me gustan la hipocresía ni el cinismo.
Pero
para ser sincero también hay que decir que si un hombre auténtico no
compra a una mujer, sino que la enamora --si ella quiere-- y la
conquista --si ella lo permite-- y finalmente forman pareja, una chica o
mujer auténtica no se vende.
Y hay muchas chicas --girls-- y mujeres --women-- que sí se venden.
Se venden buscando casarse con alguien en muy buena posición económica que les otorgue lo que ellas llaman "seguridad".
Se
venden cuando buscan un empleo en ciertos ámbitos, y saben de antemano
que ahí hay que quedar bien con el Presidente, el Director, el Gerente,
en fin, el mandamás de la empresa, y algunos "mandamasitos"....si quiere
escalar posiciones.
Se
venden cuando casi desnudas, y en contorsiones más propias del acto
sexual, no tienen vergüenza alguna en presentarse en espectáculos
televisados, y luego todavía, hacen con desparpajo las más "reveladoras
confesiones" como las tildan los cagatintas --no puedo llamarles
periodistas-- dedicados a comentar "chimentos" del mundo del
entretenimiento y la farándula.
Esas son claras y definidas formas de prostituirse, de explotar su cuerpo para sacar --si acaso-- beneficios económicos y fama.
Y
me permito marcar una diferencia entre esas mujeres, y las que ejercen
lo que la ONU desde hace años definió como "trabajadoras sociales del
sexo", abarcando tanto a mujeres como a transexuales.
Porque
estas otras personas, no se venden ni venden sus vidas. No se disfrazan
de "decentes" al criterio cínico de la sociedad que pretende juzgar
actitudes y conductas. Asumen el papel social al que han podido llegar, o
han querido llegar, y allí honestamente, y públicamente, son lo que
son.
Nadie se puede confundir con ellas y ellas no tienen ninguna intención de confundir a nadie.
Concuerdo
que es lamentable que alguien tenga que traficar con su cuerpo para
poder subsistir, o de pronto llevar un nivel de vida digno.
Y
concuerdo que no enaltece al hombre que las busca para pasar un
momento, aunque puede ser más que nada un paliativo en medio de ciertas
circunstancias.
Pero tengo que decir algo más para el final.
Hay chicas y mujeres que se venden y se cotizan bien, y llegan a cometer uno de los actos más deleznables que
pueda haber: jugar con los sentimientos.
Atrapar a un hombre mintiendo
amor, un amor que no tienen y que no sienten, pero que les sirve muy
bien a sus mezquinos propósitos.
Es muy triste y a la vez me subleva ver una mujer que se fotografía en una red social, agregando un texto de cargada índole sexual, invitando a ser tocada y saboreada; degradándose a sí misma y perdiendo toda dignidad.
Las mujeres, desde chicas jóvenes, tienen que entender que no pueden cosificarse. Que no pueden andar provocativamente, porque las consecuencias de ello pueden ser muy lamentables. Acoso, asalto sexual y hasta muerte.
Así que digámoslo claro y con justicia: ¡los hombres auténticos no compran chicas!, pero ¡las chicas auténticas, no se venden!.
Y por supuesto que habemos de esos hombres y hay de esas chicas y esas mujeres. Personas con dignidad de tales.
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