Saturday, June 28, 2025

DISCURRIENDO SOBRE EL AMOR

 


Cuando se llega a una madurez adecuada en la vida, se experimenta la sensación de que se pueden comunicar respetuosa pero claramente, una serie de ideas y conceptos que integran parte vertebral de lo que ha acumulado la experiencia.

Hoy, me voy a permitir volver sobre un tema para mi central: el amor.

Si Uds. repasan las veces que he escrito sobre este tema en este blog, encontrarán que son unas cuantas. Yo no las he contado.

Hoy quiero ser sustancial, profundo y abarcativo.

Se me ocurre que sólo a los años, se pueden llegar a vivir y a sentir cosas que anteriormente no imaginamos ni se nos ocurrieron. Porque, como en tantas otras áreas de la existencia, cuanto más se vive, más se madura en ellas y más se llega a conocer y entender.

El amor surge natural y espontáneamente. No es algo planeado, premeditado, o fríamente calculado. Eso llevaría al desastre.

Es un encuentro de miradas, una sonrisa compartida, un aproximarse físicamente cada vez más, es susurrar algunas palabras elogiosas al oído, y de pronto, la magia de un beso en los labios.

Se siente la enorme felicidad de haber encontrado una persona que nos acepta –esto es recíproco— y que (por lo menos) está abierta a que nos conozcamos mejor.

Encuentros que se planifican y se reiteran cada vez más, salidas juntos a distintas actividades del gusto de ambos, llevan al punto de decidir que queremos ser pareja, unir nuestras vidas para el diario vivir. Que queremos estar juntos, que ya nuestra existencia sin la otra parte, pierde buena parte de su sentido. Somos dos que somos uno solo.

Y aquí se inicia un proceso sumamente importante, y es cuando el amor toma plena vigencia y aumenta en tamaño e intensidad.

Llegado a este punto, tengo que decir algo importante: en el amor, es muy importante el romance. Es la disposición personal de intercambiar regalos, perfumes, flores, algún adminículo de moda, y también el poema que nos surja de corazón. No necesita ser extenso, pero sí, auténtico. Porque amor sin romance, no está completo.  

Ya no nos concebimos más solos, o como entes individuales. Somos con la otra persona, y esa otra persona pasa a formar parte de la nuestra, así como nosotros pasamos a formar parte de la de ella.

Cuando nos unimos somos la humanidad completa. Dijera alguien: “ya no hay hombre ni mujer, somos una sola entidad”.

El libro de Génesis, en el versículo 2:24 dice claramente: “dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”

En la cultura machista de aquellos antiguos tiempos, (que aún persiste en las colectividades judía y árabe) el hombre tiene la preeminencia, pero hoy podemos decir “dejará la mujer a su padre y a su madre, y se unirá a su hombre, y serán una sola carne.”

Ser una sola carne significa que el cuerpo de ella es mi cuerpo, y mi cuerpo es suyo. Que no hay nada ajeno, que los dos somos hechos una sola cosa. Que mutuamente ella o él no son otra persona, sino la identidad mutua que se ha fundido en una sola.

Cuando estoy amando, cuando estoy sintiendo una inmensa felicidad, cuando quiero tanto a esa mi otra parte de mí, me siento plenamente realizado, siento ser en una dimensión distinta, amplia, superior. Como nunca antes pensé o imaginé siquiera.

El amor vivido así, es sorprendente a cada paso, y la hermosura de vivirlo es la máxima exquisitez.

El amor así sentido y vivido, adquiere una dimensión inimaginable, diferente, distinta a lo que el mundo y la gente en general tiene.

El encuentro de la pareja desnuda provoca vibraciones inimaginables antes de vivirlas. Pero…¡cuidado! Si realmente estamos amando, y amándonos a nosotros mismos en la otra parte del todo que formamos, ese encuentro demanda ser sutil, tierno, suave, delicado y a la vez muy intenso. No hay lugar a la brutalidad, a doblegar o someter casi violentamente a la otra parte, porque es absurdo destratarnos de esa manera.

Besos, caricias, recorrer todo el cuerpo de esa otra parte nuestra con nuestras manos y nuestras lenguas, nos hará vibrar como jamás lo hemos experimentado, y entenderemos que el verdadero amor se manifiesta en la tibieza de una relación íntima que no tiene apuros, que se toma todo el tiempo que guste. Que entran en juego las partes más específicas del sexo, y que tres horas así pasan como nada.

El hombre tiene que entender que mientras eyacula una vez, la mujer necesita más de un orgasmo para sentirse plenamente satisfecha. De modo que todo tiene que ser compartido con enorme gusto y sin ningún apuro.

De una relación así, sólo pueden haber dos resultados: 1) un gozo enorme; 2) la imposibilidad de infidelidad. ¿Para qué buscar lo que jamás podrá suplantar lo maravilloso que se tiene?

Claro está que para llegar a semejantes cúspides, es necesario sentir un intenso amor, es necesario romper las barreras de un lenguaje pulcro que a veces linda con la hipocresía.

Hay que hablarse claro, y decirse con ganas  las cosas que se quieren y cómo. Porque se parte de una mutua confianza y confidencialidad.

Nadie, jamás, podrá saber de cómo vivimos nuestro amor.

Eso es algo íntimo, cerrado a todos.

Eso es sólo de los dos que se han hecho un solo ser.

Para eso no se necesita ser acaudalado, se necesita ser muy sensible, se necesita valorar la experiencia de ser capaz de desarrollar un amor semejante, y vivirlo al máximo.

Sobre esa base que se constituye como los cimientos de un edificio, todo el resto de la existencia común se puede encarar con confianza, con tranquilidad, teniendo la certeza de que toda situación difícil y aún impredecible, será superada, no nos abatirá, no nos destruirá.

Amigas, amigos, sólo hay un enemigo a derrotar, y es la soledad.

Solos no estamos completos. Solos, anhelamos nuestra parte complementaria. Solos, sentimos que no somos totalmente.

Pluguiese a alguien acercarse y darnos la oportunidad de iniciar una experiencia que puede culminar en una inmensa felicidad.

Que el Ser en Sí, así lo quiera. 

Milton W. Hourcade 


 

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