Sunday, April 13, 2014

UNA SEMANA CRUCIAL

Verdaderamente ésta es una semana crucial en la historia de la humanidad.

La realidad histórica de Jesús (Emmanuel) no la puede negar nadie. El valor de sus enseñanzas, el poder de su dones, tampoco.

Emmanuel (como me gusta llamarle, porque así lo ordenó el ángel Gabriel) en tan sólo 6 días, recorre la gloria de un recibimiento apoteótico, hasta la muerte infamante en la cruz.

El rebelde galileo, el nazareno, estaba preparado y decidido para ello.

¿Qué es lo que hay entre medio? Envidia, tremenda envidia. Miedo, deseo de eliminarle y de paso cobardía, para quedar bien con los dominadores romanos.

¿Quiénes sienten eso? Las autoridades judías que regenteaban el Templo, que era el centro de la actividad religiosa. 

¿Por qué? Porque Emmanuel cuestiona su mismísima autoridad, les trata de ladrones, vuelca las mesas de los cambistas, les estropea el gran negocio de la religión explotando la debilidad de un pueblo sumido otra vez en la esclavitud, esta vez romana.

Es justamente en la semana en que ese pueblo recuerda su salida de la esclavitud en Egipto hacia la tierra prometida, el episodio unificador del Éxodo, cuando Emmanuel se hace presente para convocarle a la vida legítima de fe, que justamente se expresa fuera del templo, y no dentro de él.

Esas autoridades religiosas, atacadas en las bases mismas de su negocio, se complotan para matar a este "revoltoso", y de paso, astutamente, quedar bien con la autoridad romana, para seguir practicando su religión sin ser interferidas.

No son los romanos quienes quisieron matar a Emmanuel, sino las autoridades religiosas judías. Pero fueron arteras y hábiles para hacer que fuese la orden de Pilato, respondiendo a una muchedumbre manipulada y azuzada por los religiosos, a fin de que Emmanuel fuese el condenado a muerte y liberaran a Bar-Rabbas, (o sea al hijo de un rabino, que eso significa su nombre).

Emmanuel lanza esta semana histórica, su llamado que atraviesa los siglos como la luz de un rayo en el cielo: vivir el orden nuevo de Dios en la Tierra. Desarrollar la fe y sus poderes espirituales.

No es cuestión de religión, sino de fe y sus poderes. 

Transformar, absorber, acotar y reducir la vida, obra, poder y mandamientos de Emmanuel, en la institución eclesiástica, es para mi, un reduccionismo inaceptable.

La "ecclesia", o sea la comunidad de fieles, es pues un fenómeno social, no un edificio, no una institución, no un orden jerárquico y vertical. 

La "ecclesia" (iglesia) es pues un "happening", un acontecimiento que irrumpe en la sociedad para desafiarla a una vida de calidad superior, diferente, una vida que responda al Amor al Ser en Sí, y al prójimo como medida total de todo cuanto cuenta y vale. 

Un amor que se extiende a la naturaleza toda.
Un amor que desarrolla empatía, que abraza, que besa, que perdona, que restituye, que reconcilia, que alienta.

Emmanuel, con total conciencia, y en un acto supremo que es símbolo total, se entrega a sí mismo con total conciencia, como expresión extrema del amor. Absorbe en su ser el pecado de la soberbia, de la incomprensión, de la fuerza bruta, del odio, del deseo de venganza y revancha, de los más bajos instintos y sentimientos que el ser humano puede desarrollar, para a partir de esa su entrega, proclamar en los hechos, un llamado a la superación, un llamado a ser uno con el Ser en Si y con los demás humanos. Un llamado a la común unión de todos, en el Todo que es el Ser en Sí.

Un llamado a una vida de fe, que obra con el poder del Espíritu Santo, dando lugar a la ocurrencia de transformaciones, de milagros, de acontecimientos insólitos.

Una vida de fe, que va lentamente cambiando al planeta para volverlo hacia el "Reino de Dios", o sea al Orden del Ser en Sí, al Gobierno de Dios. No por proyecto humano alguno, sino rindiéndose al proyecto divino. No por la fuerza de las armas y de revolución alguna, sino por la entrega sacrificial en amor, para el bien de todos.

Esto es lo que hasta el día de hoy no se ha entendido, no se ha explicitado suficientemente, y hay intereses en que no se entienda. Porque esta es la llama ardiente que tiene el potencial de cambiar al planeta todo.

Mientras eso no ocurra, seguirán habiendo religiones que dividen y enfrentan a los seres humanos, generan fanatismos, destrucción y muerte.

En Emmanuel, entre tanto, quien vive por fe, tiene la certeza de la eternidad. 

Emmanuel fue resucitado y demostró que la muerte no tiene la última palabra. 

Dios es nuestro auxilio y fortaleza. En él la muerte es sorbida en victoria, y continuamos siendo luego que abandonamos este cuerpo material. Es el triunfo del orden divino, sobre el desorden humano.

Llegue desde aquí un saludo muy especial de Feliz Pésaj a mis amigos/as judíos en Israel y en la diáspora.
enigma
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