Me
encontré en medio de vuelos, en mi regreso a Estados Unidos, cuando vino a mi memoria Alicia, mi esposa por
39 años.
Ella partió a la eternidad el 18 de Abril de 2010.
Juntos desarrollamos un estilo de vida que me ha quedado en muchos aspectos.
En su existencia fue una extraordinaria docente, una madre estupenda, una abuela que volcó todo su cariño en su nieto, y una esposa compañera que me siguió a tantos lados como fui. Desde mis estudios de post-grado en su Argentina natal, el regreso a Montevideo, una breve estadía en Salto, y luego la reunión de todos en Estados Unidos.
Fue acá en Estados Unidos que aprendió a manejar vehiculos y resultó una excelente conductora.
Nunca olvidó a su familia en Uruguay, su hermano Julio, su madre Elena, y tampoco a su familia en Argentina, su tía Rosa y sus primas María Elena y Carmen Norma.
Se hizo de amistades por Internet. Se reencontró con amistades de su época de estudiante de Magisterio.
Se dedicó con fruición a educar a infantes de un jardín, y luego cambió de rubro, y resultó una eficaz vendedora de ropa para la maternidad. Una de las cosas que más disfrutaba era cuando las noveles mamás les llevaban a conocer a sus bebés.
Luchó contra el cáncer con hidalguía. Y por su espíritu fuerte y sus ganas de vivir, prolongó su existencia por un año y medio más del promedio, según me confiara su oncóloga.
Compartió conmigo su fe.
Desde su foto en mi biblioteca y sala de lectura y en muchas cosas que tengo en mi hogar, ella sigue presente.
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