Es por eso que los respiradores y los tapabocas no son suficientes, y una vacuna –dicen los expertos— puede llevar un año o más producirla.
Pero mientras tanto, la pandemia está mostrando cómo la población del planeta como un todo no está preparada para ningún tipo de acontecimiento que ocurra repentinamente y abarque al mundo como un todo.
Imaginemos qué pasaría si tuviésemos que vérnosla con una invasión del espacio exterior. Francamente, estaríamos aterrorizados y sucumbiríamos como civilización al punto de extinción.
Ahora estamos en guerra con un invasor invisible que penetra el cuerpo humano y crea neumonía y una cantidad de efectos deplorables con la alta posibilidad de muerte.
Confrontados con esta situación, lo que veo es un panorama desolador.
Por un lado hay personas que asumiendo un riesgo personal están combatiendo intensamente por la salud de otros: médicos, enfermeros, asistentes, policía, bomberos, primeros en responder, etc.
Personas que donan a caridades e instituciones involucradas en el bienestar de quienes están enfermos y sus familias. Gente que efectivamente desarrolla cadenas de solidaridad, compartiendo y distribuyendo alimentos, vestimenta, gel de alcohol, máscaras tapabocas, etc.
Gente que toma la situación con responsabilidad personal, que se queda en sus hogares, evita contacto con otros, mantiene distancia social, y si tiene que salir de su casa y tratar con otras personas cubre su rostro (nariz y boca) con una bufanda, un pañuelo o una máscara tapabocas si acaso tienen. Esas son las medidas más efectivas para combatir la diseminación del virus.
Veo templos, clubes sociales y estadios convertidos en hospitales. Esa es la gran respuesta de una sociedad donde hay personas de buen corazón.
Pero lamentablemente esta pandemia está mostrando la otra cara de gente des-humanizada.
Es la cara del egoísmo, tratando de llevarse lo que más puedan y dejando vacíos los supermercados y centros de provisión, acumulando alimentos, desinfectantes, papel higiénico y muchos otros artículos.
Es la cara de la irresponsabilidad, organizando reuniones sociales, o yendo de vacaciones a lugares donde no se mantendrá la distancia social, facilitando, por lo tanto, el contagio del virus y su diseminación en la población.
Es la cara de gobiernos ineficientes o corruptos, que no toman iniciativas para tratar a los enfermos, para prevenir el contagio con el virus entre la población, cerrando rutas, cerrando escuelas y universidades, y prohibiendo todo tipo de espectáculo público y actividades deportivas.
Es la cara de empresas miserables que explotan la situación para aumentar el precio de esos recursos necesarios como los respiradores, máscaras y medicamentos o vendiendo esos artículos a otros países cuando se necesitan en el país al cual pertenecen las empresas.
No hay unidad, hay ignorancia, no hay conciencia del peligro, aparentemente no hay miedo a morir.
Y para completar este cuadro, hay esos charlatanes que usando las redes sociales sugieren una combinación de sustancias como remedios suficientes, o apelan a rituales para evitar el virus.
Realmente pienso que esta pandemia del coronavirus muestra lo mejor y lo peor de los humanos.
El desafío es a aumentar lo mejor, y reducir lo peor a su mínima expresión.
Milton W. Hourcade
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