Thursday, November 27, 2008

EL PODER DE SANAR


Oh, sí. Algunos se sorprenden que soy un hombre de fé. ¿Acaso existe alguna criatura humana que no tenga fé?

El punto clave no es que tengamos fé, sino cuál es el centro de nuestra fe.

Hay quienes tienen fé en el propio ser humano (¡terminan defraudados!), o en su ideología, o en su partido político, o en hipotéticos hermanos del cosmos, o en un árbol o un animal, o en su cuadro deportivo.

Pero yo tengo fe en Dios, o –como prefiero llamarle, siguiendo al gran teólogo suizo Paul Tillich— el Ser en Sí. Un Ser en Sí que esta tras todo cuanto existe, pero que lo supera, pues Él es. Eternamente es. Él es el ser que está detrás de todo cuanto existe, de todo cuanto se transforma, de todo cuanto para nosotros nace y muere.

Él por tanto está en nosotros, y en el mar, las rocas y las estrellas. Hermanos que somos junto a toda la creación que le manifiesta.

Él es la quintaesencia del Ser y del Poder de Ser.

Él es una inteligencia cósmica, que apenas podemos atisbar desde nuestra limitada y efímera tercera dimensión.

A esa inteligencia la describen las leyes que los humanos descubrimos en la naturaleza, la describen ecuaciones, la describen la relatividad y la mecánica cuántica, porque su huella es matemática.

Pero, estamos llamados con nuestra inteligencia a descubrir la suya, a sintonizar con ella, y a obrar con ella. A aumentar su cuota de poder y de acción con nuestros semejantes, en forma conciente.

Y eso que puede surgir, brotar y crecer en nosotros, es la fé en Él.

A Él pues, en diálogo, en ese diálogo íntimo, directo, sin intermediarios, que llamamos plegaria, u oración, le he pedido por muchas y muchos, por terceros, por otras criaturas.

Por mi, sólo le he pedido que me conceda el don de sanar. Y les confieso que lo anhelo.

El don de poder usar mis manos para vehicular su poder, y restaurar cuerpos y espíritus.

Sólo eso, tan sólo eso.

Tal vez el momento se aproxima. Tal vez, cuando menos lo espere se dará.

Porque una cosa sé, El nunca nos deja ni nos abandona.

Él está conmigo, a pesar de no merecerle, y Él ya me dio sobradas muestras de que eso puede ser posible. Porque una vez se dio, y si se dio, puede volver.

Perdonen la digresión, queridos lectores.

Pero es parte de mi compartir con ustedes. A corazón abierto.

enigma

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