Actualmente la palabra vacuna es sinónimo de esperanza.
Esperanza que comenzaremos lenta pero firmemente el retorno a nuestra vida normal.
Que las sociedades recuperarán su ritmo, las actividades educacionales y culturales.
Que los restaurantes están nuevamente llenos de clientes, y que los teatros reunirán al público que habitualmente acudía a sus salas.
Niños y jóvenes jugarán a su deporte favorito y retornarán a las clases.
Los amantes se abrazarán y besarán como si fuese la primera vez, con fervor y entusiasmo.
Las parejas volverán a descubrir “le joie de vivre” juntos.
Pero toda la humanidad nunca olvidará el año 2020. El año cuando millones contrajeron el virus, se enfermaron y otros millones murieron.
Ciertamente, la vida no va a ser la misma que antes.
La humanidad fue puesta al filo de lo insoportable, y hubo sufrimiento. No sólo el sufrimiento físico de quienes contrajeron el virus, pero de sus familias. La incertidumbre de una economía familiar que estaba exhausta, la falta de trabajo, el temor de ser sacado fuera de la casa por no pagar, y muchas otras tragedias.
Para millones de personas en todo el mundo la recuperación va a ser realmente difícil.
2020 dejará su marca. En cierto sentido, la humanidad no será la misma que en 2019.
Pero la esperanza es el principal mensaje que llega con la vacunación masiva.
Será la forma efectiva de poner fin a la pandemia, fin a estar viviendo en cuarentena, a mantener distancia social y a usar máscara.
Sí, estoy persuadido que ¡todos vamos a sentir el alivio!
La ciencia nos conduce a la victoria.
Demos gracias a Dios por los científicos y técnicos en los laboratorios, por los médicos y enfermeros/as en los hospitales trabajando al punto del agotamiento, por el personal de ambulancias y los muchos que trabajaron diligentemente para proveer transporte y primeros auxilios.
Milton W. Hourcade
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