Saturday, December 13, 2008

LAS FIESTAS DE FIN DE AÑO

Actualmente, los que abjuran de Jesús imponen que en los negocios y en la sociedad no se pueda desear más “Feliz Navidad”, sino que hay que decir “Felices Fiestas”, ¡no sea que alguien no cristiano se vaya a ofender!!

A este colmo hemos llegado. Y la sociedades otrora consideradas cristianas, se han dejado pisotear y avasallar.

Cada vez, las Fiestas de Fin de Año, con mucho acierto llamadas “Tradicionales”, han ido perdiendo su vigencia en grado creciente.

Es como si el mundo occidental –al menos— dijese: esas son cosas de la tradición, cosas históricas. En otras palabas, son cosas del pasado.

¡Claro! Hay tantos problemas en el mundo que alguien bien puede decir ¿de qué fiestas me hablas? No tengo nada que festejar. Ni ánimo, ni ganas, ni interés.

Porque se supone que nadie ha de festejar por el mero hecho de hacerlo, cumpliendo un compromiso, siguiendo una tradición, que ya no le toca ni le significa algo.

Si no hay fiesta en tu corazón, o espíritu de fiesta, o estás de luto, o has perdido tu empleo, o lo que es peor, tu amor, ciertamente no tienes espíritu para festejar.

Deja que festejen aquellos que tengan razones para estar alegres.

Pero no podemos dejar de lado tan fácilmente el tema, porque hay otros aspectos no menos importantes que rodean a las fiestas, a la Nochebuena y Navidad, y al Fin de Año y Año Nuevo.

Uno de esos aspectos importantes es que las fiestas son una excusa válida, o un motivo adecuado, para que la familia se reúna.

En algunos países eso puede ser muy fácil y hasta innecesario. En una ciudad pequeña, se ven con frecuencia y se reúnen cuando quieren.

Familias existen que han vivido siempre agrupadas, en un barrio, en un sector de una ciudad. Tal vez no necesiten reunirse por causa de las fiestas, pues saben unos de otros permanentemente.

Esto no es así en países grandes en extensión geográfica, donde las familias por las imposiciones prácticas de la vida, se esparcen y distancian. En ese caso, las fiestas son un motivo aglutinante, la razón para un encuentro que toca a lo fundamental: al tronco común que de todos aquellos que pertenecen al mismo hacen al concepto de familia.

Tristemente hay familias divididas, peleadas, que no han aprendido a perdonarse y reconciliarse, y así han perdido uno de los dones más preciados que pueden ejercerse en esta existencia.

Pero en forma abrumadoramente mayoritaria, la gente viaja muchos kilómetros, para reunirse como familia, especialmente en Navidad. Eso de por sí, tiene sentido. Eso es válido como tal, más allá o más acá de la razón primaria de la celebración, el nacimiento de Jesús.

Y aquí voy al segundo aspecto importante. Uno que actualmente se ha relativizado totalmente, y está desvirtuado al punto de haber perdido vigencia.

Si se quiere una causa hermosa y única para festejar –más allá de todos los reveses que el año que se va nos haya deparado— es el nacimiento de Jesús.

Pero realmente sólo lo pueden celebrar quienes tienen fé, aquellos para quienes Jesús no es simplemente un hombre, un guía, sino el Señor, o sea, el dueño de sus vidas, alguien que les inspira a vivir y a morir, con una calidad divina, superando el estadio simplemente humano.

Y entonces vienen a colación entretelones que hoy no se ocultan, sino que se exponen a todo quien indague un poco.

Esos entretelones nos indican que el 25 de diciembre, fue originamente el Día del Sol Invictus, una fecha pagana, que la Iglesia absorbió y transformó en suya.

Toda la historia da cuenta de un nacimiento de Jesús por el mes de abril, y no en pleno invierno boreal.

Luego viene el lugar del nacimiento, que no fue Belén de Judea, al Sur del territorio –como quieren las versiones políticamente interesadas de su tiempo-- sino en Nazareth, al Norte. O sea, no en territorio de Judá, sino de Israel. Y esto no es algo meramente circunstancial o un detalle sin importancia, sino que tiene implicancias de largo alcance.

Pero además, los negadores de Jesús, aquellos a quienes les rechina la sola pronunciación de su nombre, se han esforzado --¡y vaya si lo han conseguido!— en comercializar la fecha, en trivializarla, y en crear sujetos ficticios que remplacen u oculten al principal personaje de la Navidad, que obviamente, es Jesús, y ningún otro.

Entonces aparecen Santa Claus, o Papá Noël, y todo se reduce a una fiebre por comprar, azuzada deliberadamente por una verdadera inundación de mensajes publicitarios por todos los medios posibles. Esto acompañado del famoso árbol…

Y lo más ridiculo, lo más absurdo, es que las iglesias mismas, han caído en esa sutil trampa, y en sus templos arman arbolitos, y ponen regalos, etc.

Jesús queda oculto, ni mencionado. ¿Qué se celebra en Navidad? le preguntaron a un niño, y éste muy inocente respondió: “Que viene Santa Claus!”

Pero las iglesias –católica romana y protestantes históricas—han hecho su cuota parte también, para perder la autoridad que otrora tuvieron en los pueblos.

¿Con qué autoridad y autenticidad, se puede proclamar el Evangelio, cuando tantos sacerdotes han cometido pedofilia?

¿Con qué honestidad intelectual pueden proclamarse valores y desafíos a ser mejor, cuando se transa y adoptan ideologías sustancialmente incompatibles con los principios cristianos (la mal llamada “teología de la liberación”) o se acepta que haya obispos gay y pastoras lesbianas?

Las iglesias pues, originalmente llamadas a vehicular el entendimiento y la compresión cabal de la Navidad, han cavado su propia fosa.

En medio de ese vacío ahora triunfan las que yo llamo corporaciones religiosas, verdaderas industrias que venden un producto llamado Jesús, y llenan sus bolsillos desde el cobro de entradas para escuchar predicar, a las ventas de libros, revistas, CDs, DVDs, adornos, tarjetas, y cuánta cosa pueda imaginarse.

También en medio de ese vacío, han aparecido las tantas y variadas formas de cultos modernos dirigidos a los “hermanos del cosmos”, o la revitalización de antiguas formas religiosas que son un sincretismo de rituales paganos con rituales católico-romanos: la umbanda, el candomblé, el vudú o la diablada, por nombrar algunos.

Por otro lado, están quienes se afanan cada día porque haya un mundo donde Jesús esté oculto, arrinconado, archivado, olvidado.

De ello, obtienen miserables pingües ganancias. Las de las corporaciones trasladándose a países donde hay mano de obra barata, y los trabajadores no están siquiera agremiados, pero son vilmente explotados.

Las de los hacedores de tatuajes, las de la enorme industria pornográfica, las de los traficantes de personas, las de los narcotraficantes, las de los políticos corruptos, las de los zares de las altas finanzas, las de las industrias bélicas, las de los que determinan los destinos del mundo tras bambalinas.

Y así vamos, y así estamos.

Nos falta, desde el acto muy simple y sencillo de reunirnos con los seres queridos, familiares y amigos en torno a una mesa, para compartir algo de comer y de beber, remontar las bajuras del mundo de la inmundicia, y elevarnos al plano de la dignidad.

Entonces, cada celebración, se transforma en un himno de victoria y de esperanza. En un cántico a la vida, superando a la muerte.

¡Siempre es posible cambiar!

Y el cambio ¡tiene que empezar por nosotros!

Queridos todos: ¡Felices Fiestas y que 2009 sea el mejor año por vivir!

enigma

P.D.: Quiero aclarar que tengo amigos que son gay, y es posible que alguna amiga fuese lesbiana, aunque es más difícil determinarlo. También tengo amigos que son partidarios de la llamada "teología de la liberación", y por supuesto otros que se oponen a ella. No le quito a nadie el derecho a creer y a desarrollar su fe. Otro tema es que la iglesia como tal, acepte entre sus miembros o autoridades, a personas que pueden resultar incompatibles con las bases fundamentales de su práctica religiosa. No es mi problema.


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