Fue Simone de Beauvoir quien escribió: "Vivir es morir un poco". En efecto, cada día que pasa nos acerca más a nuestro destino final.
El genial Jorge Luis Borges reflexionó: "La vida es una muerte que viene".
Enfrentar la muerte nos hace valorar más nuestra existencia, y a la vez nos plantea qué hacer cada día para que resulte no sólo más valioso para uno mismo sino para los demás.
Por eso, la extraordinaria Santa Teresa de Jesús nos desafía a "Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte".
Hoy me enteraron del fallecimiento en Francia, de un amigo del alma, de un ser superior, de un hombre que supo unir fe y ciencia en un todo armónico, algo para lo que muchos --lamentablemente-- están totalmente imposibilitados por tabúes psicológicos.
En vida se llamó Miguel Ángel Brun. Fue por años Pastor de la Iglesia Metodista en el Uruguay. Luego en Francia sirvió como Pastor de la Iglesia Reformada.
Escribió múltiples libros, pero por sobre todo, fue en buena medida mi mentor espiritual, mi confesor, un hombre al que podía tutear --a pesar de la diferencia de años-- y a quien con total confianza podía decirle de las cosas de mi vida.
También con él, en conversaciones que se extendían por horas, analizamos textos bíblicos, pero desde el prisma de la ciencia actual. Encontramos hermosas explicaciones para cantidad de cosas tildadas de "misterios" o "milagros". Hallar explicaciones no era derrumbarlas, sino por el contrario valorarlas mucho más en su verdadera esencia.
Tuve el privilegio de ser huésped en su casa en Metz, y de ahí, me llevó en automóvil a recorrer Verdún, donde las cruces de los muertos en la Ia. Guerra Mundial se perdían en medio de la bruma de una mañana fría, y me impresionó el osario que allí guarda los restos indiscriminados de tantas otras vidas perdidas. Pasamos por Marmoutier, y llegamos a la ciudad universitaria de Estrasburgo.
La comunión espiritual con él fue siempre maravillosa. Valía la pena escucharle, dialogar, y aprender. Fue con él que pude recrear un concepto del Ser en Sí (Dios) que seguramente difiere en mucho del que tienen el común de las gentes.
Su ausencia definitiva es una gran pérdida, y me causa un profundo dolor.
Pero me hace reflexionar también acerca de tantos otros amigos que se han ido yendo con el correr del tiempo. Algunos hasta más jóvenes que yo. Otros un par de años mayores pero que bien podrían estar viviendo hasta el presente. Cada una de esas ausencias es un golpe, un dolor, una tristeza, que luego se va convirtiendo en recuerdo de cosas vividas juntos. El transcurrir del tiempo mitiga el dolor, pero tantas veces nos asalta la pregunta: ¿por qué no estás aún aquí?
Cada vez que pienso así, me pregunto qué tarea me aguarda aún en la Tierra, qué misión aún tengo que cumplir. Porque no se puede existir en vano. Hay que vivir, y eso supone tener objetivos, realizarse con otros, y sobre todo cómo utilizar las energías y las capacidades que se tienen para hacer algo constructivo, positivo.
Con Miguel, me queda el gratísimo recuerdo de una conversación en Montevideo, que comenzamos en un apartamento y terminamos en un resto-bar como lo atestigua la foto. Fueron como cinco horas de un hermoso compartir de distintos temas, experiencias y conceptos. La fecha fue el 16 de Enero de 2014. El abrazo que nos dimos entonces al despedirnos, se ha transformado en un abrazo final...un abrazo eterno.
enigma
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Esta semana en Compartiendo en Video, por YouTube: "¿Quíén y cómo es cada persona" -
https://youtu.be/Bt9BkthAa5Y
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