Es ciertamente un día en que recordamos a quienes nos han precedido en el paso hacia la eternidad.
Familiares, amistades, compañeros de estudio o de tareas, hermanos en la fe, múltiples relaciones de tipo profesional, infinidad de vinculaciones humanas se nos vienen a la mente y el corazón como en tropel.
Han abandondo definitivamente esta existencia, que es en sí misma dramática, con sus momentos descollantes de realizaciones y de felicidad, y otros, que nos sumen en la tristeza, la angustia y el dolor.
Muchas veces me ocurre que quisiera reencontrarme con tantas personas con las que he tenido una especial afinidad en esta vida, y me apena no poderles dar un abrazo, y conversar con ellas. Les añoro, les extraño.
Pero desde aquí puedo asegurarles a esas personas que su paso por esta existencia no ha sido en vano. Que han dejado huellas indelebles que de alguna manera influyeron en mi vida personal.
Y en más o en menos, esta conclusión podrá sacar cada uno de quienes me están leyendo, sobre personas que recuerden en particular.
Pero mientras en algunos la muerte puede tener un efecto paralizante, o de sumisión en lágrimas y dolor, para otros, en cambio, es el mejor aliciente para vivir al máximo esta existencia, para hacer mejor esta etapa de nuestro ser en nuestra convivencia con otros. Para dejar huellas de entrega personal, de amor, de bondad, de ternura.
¿Como quremos ser recordados el día que ya no estemos? He ahí el punto máximo que debe --entre otros-- determinar nuestra conducta actual.
Debemos aprovechar en todo su potencial esta oportunidad, sin temer nuestra propia muerte, sino haciendo que ella sea el motivo que nos impulse a procurar el bien, y en buscar en la felicidad de otros, nuestra propia felicidad.
Entonces, en vez de un Día de los Muertos luctuoso, silente y con lágrimas, podemos gozarnos de un día festivo, alegre, con música, con desfiles, con comidas, recordando con amor a quienes se fueron, y viviendo con amor para quienes nos acompañan aquí.
Eso hacen los mexicanos, y creo que son un ejemplo de cómo deberíamos tomar esta fecha. Por eso, en una sencilla artesanía para el Día de los Muertos como ellos le llaman, está contenida una frase que me parece clave: "vivir la vida al máximo es la mejor ofrenda que le podemos dar a los muertos". Mejor que mil flores, por cierto.
Y no se piense que hay ligereza, indiferencia, o falta de sentimentos, todo lo contrario. También es obvio un sincretismo entre la tradición indígena y al fe cristiana. Velas, y alimentos preferidos de la persona fallecida están presentes.
En cierta medida, y no por casualidad, se junta el Día de los Muertos con la Noche de Brujas o Halloween.
enigma
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