Hoy me vestí con una
remera (playera) marrón, y mientras me estaba vistiendo recordé otra remera
marrón que ya no tengo.
Recordar me condujo a
un tiempo y lugar. Fue un viernes de Septiembre, hace ocho años, cuando estaba
rodeado por las pirámides de Teotihuacán.
No puedo describir
adecuadamente el impacto que ese lugar tuvo en mi, su magnificencia, el valor
arqueológico que permanece allí como un testigo silencioso de una civilización
ida.
Es un lugar extendido
conde entre otras muchas reliquias se destacan las pirámides del Sol y la Luna.
El viento sopló fuerte y repentinamente el cielo
que estaba soleado se volvió totalmente cubierto de oscuras nubes y el agua
cayó torrencialmente.
Yo estaba con una mexicana que –entonces-- era una buena amiga
mía y mi guía en el lugar. Corrimos a refugiarnos bajo la carpa de una de las
vendedoras del lugar allí. Poco rato después, la densa lluvia y las nubes se
fueron. El cielo volvió a estar azul, el sol brillaba y regresamos al enorme
lugar.
Luego compartimos un
almuerzo en un lugar muy típico. Realmente estuvo bueno, y celebramos la
ocasión con un tequila.
Retornamos a la
ciudad de México donde nos dimos un abrazo de despedida.
Una vez en el hotel,
cuando me quité la remera pude oler el muy agradable perfume que ella había
dejado en la prenda.
Al día siguiente
retorné a mi hogar en Virginia.
Cuando cogí la remera
para lavarla, ¡aún podía oler aquel delicioso perfume! En cierta forma me
volvió a los momentos vividos en México.
Realmente fueron
algunos de los momentos más felices de mi vida.
Milton W. Hourcade
Textos protegidos por derechos de autor.
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